Nereo López: cien años del gran historiador visual de Colombia

Estás sentado sobre una mina”, cuenta Nereo López que le dijo su amigo de infancia, el escritor Manuel Zapata Olivella, cuando fue a visitarlo a Barrancabermeja y vio el baúl en el que conservaba las fotos que en esos años había hecho en el puerto. El fotógrafo, nacido en el barrio Getsemaní de Cartagena el 1 de septiembre de 1920, trabajaba en ese momento como administrador de un teatro de Cine Colombia después de una adolescencia nómada y convulsa en la que vivió de pariente en pariente cuando quedó huérfano.

Alguna vez lo puso así: “Fui huérfano de padre a los cinco años y de madre a los once; de ahí en adelante he sido dueño de mi destino”.

Tiempo de Sequía (película) : secuencia 345 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Ese destino no fue otro que abrir, como agudamente notó Zapata Olivella, el cofre de un brillante tesoro. En palabras de su hija, Liza López, su padre fue “un hombre singular, que supo vivir y dejó un legado de valía incalculable a la humanidad y al patrimonio artístico de Colombia”. Su sensibilidad particular para retratar la vida cotidiana del país y los instantes decisivos de la actualidad —ese solapamiento del fotoperiodismo, el documental y el lenguaje poético del arte— cautivó en aquella época a la revista ‘Cromos’, a la que el escritor loriqueño llevó las joyas del baúl de su amigo. ‘Cromos’ fue su casa como reportero gráfico en los cincuenta y sesenta, ocho años de los cuales ejerció como jefe de fotografía, y, tras su mudanza de Barrancabermeja a Barranquilla, José ‘el Mono’ Salgar, jefe de redacción del diario ‘El Espectador’, lo vincularía en 1952 como su corresponsal en esa ciudad.

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Carnaval de Barranquilla, 1958 : secuencia 13 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Fue precisamente en Barranquilla donde ese agudo fotorreportero, amante de los boleros, vivió y produjo algunas de las más recordadas de las miles de sus imágenes que hoy la memoria cultural del país agradece: las de la intensa vida del llamado Grupo de Barranquilla o Grupo de La Cueva. Las fotografías que tapizan ese bar, “el bar de los amigos de Gabriel García Márquez”, son testimonio vivo de una generación que marcó la historia artística del Caribe y de Colombia: esa del pintor Alejandro Obregón, los escritores Germán Vargas Cantillo y Alfonso Fuenmayor, el pintor popular Orlando Rivera ‘Figurita’ y faros como el periodista y escritor Álvaro Cepeda Samudio y la pintora Cecilia Porras.

La Cueva : secuencia 44 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Nereo, a pesar del legado de cada uno de ellos, siempre rechazó la sublimación del grupo: “No éramos un grupo como la gente ha querido ponerlo ahora de intelectual, solo éramos asistentes a La Cueva, que era un sitio para beber ron y cerveza. Hoy se convirtió en centro cultural, yo no sé a quién demonios se le ocurrió esto”, dijo en una conversación en la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2015. 

Y aunque haya renegado toda su vida contra ello, de su presencia en ese grupo queda aún un aura mítica. En 1954, él mismo fue la cara de otro episodio memorable: terminó de protagonista de ‘La langosta azul’, el corto surrealista dirigido por Luis Vicens y Cepeda Samudio, en el que participaron Grau, Cecilia Porras y García Márquez. Aunque Nereo iba a ser el director de fotografía, terminó haciendo del “gringo”, el personaje principal, cuando el pianista y poeta Roberto ‘Bob’ Prieto dejó tirado el set apenas conoció el extravagante guion. “No’mbe, yo no le jalo a esta mamadera de gallo”, cuenta el periodista Juan Fernando Merino que dijo el actor los cineastas, y que Vicens vio a Nereo, frenó y le exclamó: “Nereo, ojos azules, te tocó hacer de gringo”.

En los sesenta, sus fotos viajaron en las páginas de revistas como 'Life' y 'O Cruzeiro', que lo nombró corresponsal general y exclusivo para Colombia. Nereo actuó, navegó el Magdalena, fotografió con ojo agudo de antropólogo visual La Guajira, vio poéticamente Cundinamarca y Boyacá, capturó la vida en Bogotá y sus plazas, las corridas de toros y las corralejas de Sincelejo, y dejó testimonios visuales de cientos de rostros de los rincones más remotos del país que sobrevivirán siempre en nuestra memoria visual. Como él mismo lo dijo: “A mí me tocó por entonces cubrirlo absolutamente todo: desde un pocillo hasta una mujer desnuda, desde los rictus de un presidente hasta el rostro maltrecho y triunfal de un campeón de box”.

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Carnaval de Barranquilla, 1958 : secuencia 102 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Carnaval de Barranquilla, 1959 : secuencia 105 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

De ese vastísimo recorrido, dos hitos perduran con fuerza: cuando en 1968 fue el fotógrafo designado para registrar la visita del entonces papa Pablo VI y, años después, cuando acompañó como fotógrafo oficial la misión que viajó a Estocolmo en 1982 y registró la ceremonia de entrega del premio Nobel de Literatura a García Márquez. De ese viaje contaba siempre una divertida anécdota: al emisario encargado de expedir las acreditaciones se le olvidó la suya y “por la experiencia de fotógrafo, cuando empezaron a entrar los grupos folclóricos, le quité la gorra a uno y me metí bailando”. 

Gabo antes de recibir el Premio Nobel : secuencia 4 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Gabriel García Márquez en la Casa del Pueblo : secuencia 72 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Hasta su muerte vivió en un apartamento en Harlem, en Nueva York, donde se radicó a sus ochenta años y donde alguna vez le dijo al periodista Jaime Abello Banfi que “no hay fotografía de Nereo mal compuesta”. Eso puede verse en el archivo fotográfico de 125.000 negativos que donó a la Biblioteca Nacional de Colombia entre 1996 y 1998, antes de irse del país, que ahora componen el invaluable Fondo Nereo. Un vistazo a ese baúl sin fondo es una travesía llena de vida a los rostros que componen la historia popular de este país: desde bogas, galleros y campesinos, hasta la caída de Rojas Pinilla y la visita del presidente John F. Kennedy y su esposa Jackie en 1961. Como escribió el editor José Antonio Carbonell en el libro ‘Nereo. Saber ver’, en sus imágenes él era “capaz de encontrar la toma, el ángulo, el contenido justo y revelador, ahí donde los demás no veían sino lo rutinario y corriente”.

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Ciudad de Buenos Aires : secuencia 149 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

Establo en el Parque Nacional : secuencia 18 | Nereo López. Cortesía Biblioteca Nacional

A cien años de su nacimiento, el país y la fotografía solo tienen palabras de agradecimiento para Nereo y todos los Nereos que fue, como escribió el periodista Iván Beltrán Castillo, “el enamorado impenitente, la estrella de cine, el iconoclasista, el bailarín, el trasnochador, despegado del dinero y apegado a la pasión; el mismo que fotografió todos los rituales del campo, las parrandas de los vallenatos, las corridas de toros, las miserias de las cárceles, las risas de las mujeres, la magia de La Guajira y la eternidad del Amazonas, el rostro piadoso de los santos y los desheredados, la jactancia de los boleristas, el triunfalismo de los políticos”.

Explora abajo la selección de fotografías del Fondo Nereo, que la Biblioteca Nacional generosamente nos permitió reproducir.

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