Mostrar bello lo hermoso: el talento de Gabriel Eisenband

Portada, cortesía de Gabriel Eisenband

La niebla se ve como con una sábana blanca sobre la tierra humeda del Cocuy, apenas interrumpida por el amarillo de unos senecios florecidos. Atrás, imponente e insondable, se ve el Ritak'uwa, el pico más alto de toda la cordillera oriental de Colombia. Con este paisaje, Gabriel Eisenband conquistó a los jurados del Wildlife Photography Award y se convirtió en el primer colombiano en ser premiado por el concurso. 

La competencia no fue fácil, pues más de 49.000 fotografías de todo el mundo entraron al concurso, que comenzó, en 1965, el Museo de Historia Natural de Londres, para premiar las mejores fotografías de naturaleza.  la mejor fotografía en la Categoría de Plantas

Hablamos con el fotógrafo barranquillero sobre esta fotografía, su oficio, por qué prefiere el frío y la inclemencia de la montaña, que el amable clima de las playas caribeñas y por qué estar afuera es un ejercicio de silencio. 

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¿Recuerdas cómo tomaste esta fotografía?

Esta foto ocurrió con mucha suerte. Hay una parte planificada, pero estaba planeando otro tipo de imagen que era una foto de atardecer y la gran pared enorme del Ritak'Uwa blanco. Mi idea era ubicarme en algún lugar de las laderas que dan hacia el valle de los cojines, en un punto en donde pudiera tener de frente esa pared y la luz del atardecer iluminandola. Si uno mira con detenimiento, se ven las carpas en donde estaba acampando. 

Entonces, subí a la ladera y encontré este grupo de senecios florecidos y los utilicé como primer plano. Y como me ofrecían una línea visual muy clara hacia la montaña, pues me daban una forma muy bonita y sencilla de hacer la composición. Estuve haciendo fotos del atardecer pero no estaban muy especiales, estaba bastante nublado. Esas fotos todavía deben estar en archivo. 

Luego, como estaba tan linda la tarde igual, porque estaba tranquila, sin brisa, pues me quedé ahí disfrutando la caída del sol. Y a medida que se fue oscureciendo y entramos en lo que se conoce como la hora azul, que es cuando los rayos del sol ya no están penetrando directamente sobre la atmósfera y todo adquiere como un tinte azul, me puse a hacer nuevamente fotos. 

Me di cuenta de que toda ese aura de tinte azul que contrasta con el amarillo brillante delos senecios, realmente hacía una imagen mucho más bonita de la que yo me había imaginado con el atardecer. Y así salió esta foto. 

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¿Qué hacías tomando fotos de paisajes en el Parque Nacional el Cocuy?

Antes de 2018 estuve viajando durante varios años por los Parques Nacionales Naturales que están abiertos al público, con vocación turística. Al final de un recorrido me presenté ante Parques Nacionales y les dije: “miren, he hecho este trabajo. Me gustaría exponerlo en Bogotá y me gustaría contar con su presencia. No estoy pidiendo recursos, yo me encargo de la producción de las piezas fotográficas, pero quiero que ustedes estén como institución. Que sea algo para honrar y resaltar el trabajo de la Parques y obviamente de las áreas protegidas de Colombia, que para mí son nuestros monumentos más preciados y más importantes, más que cualquier estatua o edificio".

Hice la exposición en la galería La Cometa. Entre la gente que visitó la exposición estaba Benjamin Villegas, de Villegas Editores. Y me dijo que le le gustaba lo que veía. Que veía potencial. Me preguntó si no quería llevarlo a otro nivel y hacer un libro sobre Parques. Y a mí me parecía fabuloso. 

Nos sentamos con Parques, les compartimos la idea de hacer un libro fotográfico, donde no pusiéramos tanto texto, sino que hablaran los parques a través de la fotografía. Parques nos dio permiso para hacerlo y todo el apoyo logístico aparte de la ayuda con la consecución de los recursos con la empresa privada, entidades del estado y ONGs. 

Y desde febrero de 2018, estuve en una jornada maratónica de unos 14 meses de viejaes intermitentes, sin parar, por los Parques Nacionales de Colombia.

¿Por qué te has dedicado a retratar paisajes y naturaleza? ¿Qué encuentras allí para tomar fotos?

A mi no me mueven las edificaciones humanas o los rostros. No tengo tanta conexión con esa temática como sujeto fotográfico. Sin embargo, con la tierra y con el paisaje sí tengo una conexión casi que automática e instantánea que va más allá de las palabras. Por eso siempre busco los lugares más remotos y recónditos, en donde no se sienta la mano del hombre, que es una mano depredadora y destructiva que, pocas veces, siente uno que complementa el paisaje. Es una visión un poco romántica de un antes, de un balance, que parece haber desaparecido de nuestra cotidianidad. Eso es lo que busco.

Has visitado 48 de las 60 áreas protegidas del país. ¿Cuáles crees que son tus paisajes predilectos?

Me encanta la montaña. Tengo una afinidad particular con la alta montaña y los páramos, que es otro ecosistema con el que tengo una relación estrecha, pero hay muchas muy especiales para mí: las sabanas y los rios del Vichada en el Toparro, las costas del Tayrona, las costas de Sanquianga en Nariño, que son todavía bastatne salvajes. Esas son áreas geográficas que recuerdo con mucha fuerza porque me impresionaron mucho. 

¿Cómo un barranquillero termina tan enamorado de la montaña y el páramo?

Hay dos cosas. Las costas y las playas, al tener un clima más agradable y accesible, están siempre más llenas de gente. Hoy en día es dificilícimo llegar a una playa y que no esté llena de gente. Lastimosamente, en mi opinión, la gente no va a disfrutar del sonido del mar, del viento, de estar tranquilo, sino que van con la música, el trago, la recocha. Y es como llevar lo de la ciudad para la playa.

En cambio, normalmente en los lugares montañosos son de difícil acceso, tienes que caminar, que acampar… te ofrecen unos espacios de silencio más acorde a lo que para mí significa disfrutar de estar afuera. Y la alta montaña tiene también la ventaja de que no le gusta a los mosquitos. Entonces puedes estar disfrutando de la montaña y no vas a tener una cantidad de mosquitos tratando de acabar con tu vida.

Por eso me gustaron tanto las playas del Nariño. Por ser un sitio tan apartado y, en este momento, también tan peligroso, no son visitadas. Entonces no hay turismo masivo y tu puedes recorrer kilómetros de playa salvaje en donde no te encuentras con nadie. Eso es una maravilla.

¿Es por esa busqueda de lugares sin personas y silenciosos que decides renunciar a tu trabajo y dedicarte a la fotográfia?

Fue por necesidad. Estaba espiritual y mentalmente cansado y aburrido de la vida del mundo corporativo. De una ficción aburridísima y una rutína monótona y estar vendiendo y comprando productos que me parecían innecesarios. Entonces ese nueve a cinco y ese convivir con gente que realmente no se sentían a gusto con lo que hacían, o consigo mismos, me estaba afectando. 

No soy una persona religiosa. No creo en el más allá ni que voy a vivir nuevamente ni que voy a ir al cielo. Entonces dije: esto es ahora o nunca. No voy a acumular grandes riquezas materiales, pero por lo menos puede tener uno el chance de ver una vida más significativa. 

 

Recuerda que puedes ver y conocer todo el trabajo de Gabriel Eisenband en su página web o Instagram

 


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