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El poder de la imagen es indiscutible. Es bien sabido que, en muchas ocasiones, lo que entra por los ojos gráficamente adquiere un reconocimiento mayor a lo que se lee y lo que se escucha.
Una de las razones es que la composición del contenido visual está ligada a elementos que le resultan más atractivos al espectador curioso. El color, el sonido, los planos, los tiempos e incluso la organización interna de los objetos que se presentan puede determinar el éxito o el fracaso de una producción audiovisual.
Este tipo de elaboraciones ha tenido una gran importancia en la historia de la cultura. La integración de una narrativa gráfica con elementos de audio añade al objetivo de la transmisión un grado de complejidad que podría asemejarse a la realidad misma; esta es su magia.
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Si tenemos en cuenta que la vida y el mundo como lo vivimos están construidos y determinados por las múltiples percepciones que generan nuestros sentidos sobre lo que acontece, el audiovisual es la forma más “real” de presentar la manera en que los seres humanos nos relacionamos con el entorno, pues introduce de manera explícita en un solo contenido muchos niveles de una misma circunstancia.
Las producciones audiovisuales como el cine, el documental y el falso documental pueden aproximarse a la realidad apelando a los sentidos comunes del espectador. Aquí se genera en él una interpretación que entra por los ojos y le permite identificarse con lo que está viendo -y en algunos casos imaginarse experimentándolo como se muestra en la pantalla-.
El audiovisual reproduce y representa la cultura porque, a la luz de un personaje (real o ficticio), permite ver las diferentes comprensiones y percepciones que tiene una sociedad sobre un momento en un contexto social e histórico determinado.
Esta es una condición que aplica para cualquiera de los géneros del audiovisual. Siguiendo el argumento de Rodrigo García, director de fotografía, aunque se documenten escenarios ficticios siempre hay algo de realidad en ellos, pues allí se pueden ver espacios y elementos del contexto que son característicos de un momento determinado, volviéndose registros sobre una época o una sociedad.
El audiovisual permite un juego entre lo real y “lo mentiroso” que habla del drama de la vida misma; es una dinámica que permite cuestionarse hasta qué punto lo que mostramos de nosotros es completamente “cierto” y no está filtrado por toda una serie de cortes y exaltaciones que buscan presentar de una forma “alterada” lo que somos –o lo que queremos que los demás crean.
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Este debate entre lo ficticio y lo real en las narrativas audiovisuales trasciende el nivel de los géneros de producción para vincularse con una preocupación por la técnica y el arte mismo. “El problema del cine no es un problema ni de verdad ni de mentira, es un problema de representación. En el cine lo que ocurre es que hay una visión de una realidad que se altera en función de una narración. Entonces, en todos los casos, necesariamente cualquier forma de realidad que trates va a ser alterada para poder hacer una narración” afirma María Cuéllar, directora de cine y profesora de la universidad Jorge Tadeo Lozano.
En disciplinas como la antropología y la producción documental, el debate sobre la representación tiene que ver con la forma en que la idea que un investigador o un autor tiene sobre lo que quiere representar afecta la imagen creada.
'Modelo Estéreo': la música como herramienta de catársis de la cárcel La Modelo
En el caso del proyecto documental “Modelo Estéreo” esta intervención se presenta en función del medio utilizado para mostrar las vidas y las historias de los hombres que se encuentran dentro de la cárcel. Aquí, la música y el rap son la herramienta para comunicar las dinámicas internas de la Modelo.
“Mi papel en Modelo Estéreo es la realidad, no es ningún papel, no está escrito, no hay un guion para ficcionar la realidad, sólo se necesita vivirla. La música es el argumento muy importante para poder comunicarse con el mundo y no quedarse callado detrás de las rejas”, sostiene Juan Carlos Barreto, rapero y protagonista del documental.
Esta relación entre el objetivo del audiovisual y los medios técnicos y narrativos para lograrlo se evidencia en el caso del falso documental. Retomando a María Cuéllar, “el director o realizador influencia de forma evidente la forma en que la realidad va a reaccionar”; entonces la intervención sobre los eventos ocurridos tiene un propósito y para cumplirlo el autor puede servirse de medios como la sátira, la comedia y el terror, de manera que se genere una reacción en el público.
Este es el caso del falso documental “Agarrando pueblo” (1977) de Luis Ospina y Carlos Mayolo, que tenía como propósito criticar la romantización de la pobreza (la “porno miseria”) a través de documentales sin un impacto real sobre éste.
Otro escenario en el que los límites entre la reproducción verídica y fiel de la realidad se trastoca en función de la narrativa es en la animación. De acuerdo con Camilo Jiménez, director del estudio de animación La Pájara Pinta, “la animación permite el dominio total, permite volarte de la realidad y de las formas físicas”. Esta condición, sumada con la calificación de “experimental”, implica que hay una reinterpretación permanente de lo que se muestra.
La animación permite crear nuevas formas de hablar del mundo que, aunque lo reproducen, apelan a otros sentidos y sensaciones. Este ejercicio puede tener fines tanto comerciales como culturales y educativos. El problema está en el grado de divulgación que alcanzan y en la aceptación que tienen en un escenario comercial de industria cinematográfica.
“En un Estado como el nuestro, que está lleno de cosas urgentes, a veces se pierde la perspectiva de las cosas importantes. La importancia de la cultura se diluye en la urgencia de las inequidades sociales” menciona Felipe Aljure, director de cine.
La preocupación por impulsar una industria de producción audiovisual que hable sobre y para nosotros como colombianos es una dificultad que va desde el nivel estatal y financiero hasta el social.
Colombia ha sido lento en la preservación y la comprensión de estas producciones y los espacios para reproducirlas. Anteriormente estaban las salas de cine de Bogotá, que después de su época dorada entre los 40 y 70 enfrentaron la reducción de la demanda con la proyección de películas pornográficas; en la actualidad están los cineclubes como el escenario para la apreciación del cine.
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Allí se impulsa una propuesta de democratización audiovisual en la que cualquier persona puede ver y disfrutar del cine, sin la necesidad de conocer formalmente sobre el asunto o tener que pagar para hacerlo. El problema con el impacto de estas es que la divulgación y el apoyo de instituciones universitarias y distritales cada vez se reduce más; por consiguiente, se dificulta la consolidación de una “cultura cinéfila”.
Entonces ¿qué pasa con el audiovisual en Colombia? No hay una conciencia social relacionada con la importancia que tiene el contenido cinematográfico y documental en el reflejo y la construcción de los sentidos que rigen nuestra cotidianidad.
Entender la repercusión del audiovisual requiere comprender su función como herramienta de reflexión y de autocrítica, de verlo como un espacio para el diálogo y la denuncia que no tiene que ver con lo que es real y lo que es ficticio, sino con lo que nos importa sobre nosotros mismos y sobre nuestra cultura.
* Texto basado en el programa sobre Cine de Fractal, programa que se emite viernes, sábado y domingo a las 9:00 pm.