Fotos: María Alejandra Villamizar Assaf – Canal Trece
En 1995, bandas como Aterciopelados, La Derecha, Morfonia y 1280 Almas [El día en el que las 1280 Almas decidieron dejar de tocar en Rock al Parque] empezaban a cautivar a un público bogotano que nacía en los bares y ensayaderos -más bien precarios- de la ciudad.
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El rock internacional era el referente, pero con la llegada de MTV a Latinoamérica y movimientos previos como ‘Rock en tu idioma’, que buscaba impulsar este género en el continente, agrupaciones como Café Tacvba (México), se posicionaban en los conteos musicales de esta cadena televisiva abriendo un espacio para las apuestas de otros países de habla hispana, entre los que estaba, por supuesto, Colombia.
Un momento clave que las bandas locales no dejaron pasar. Y del que Mario Duarte, voz líder de La Derecha, Julio Correal, empresario musical, y Berta Quintero, subdirectora de fomento del Instituto Distrital de Cultura y Turismo (en ese momento), tomaron provecho.
Afiche Rock al Parque 1995
Una apuesta tan arriesgada como novedosa tomó vida propia: el Festival Rock al Parque. Iniciativa que tuvo una acogida tan fuerte que convocó a más de 120 agrupaciones de todos los barrios de la ciudad y más de 80 mil personas, según datos de Idartes.
Del 26 al 29 de mayo de 1995, el Estadio Olaya Herrera, La Media Torta, el Parque Simón Bolívar y la Plaza de Toros La Santa María -la única locación paga- se convirtieron en los escenarios de esta primera edición.
“Esto obligaba que uno fuera a lugares de la ciudad a los cuales uno nunca iba. El cierre era en la Plaza de Toros, un espacio emblemático de Bogotá usado para otro tipo de eventos”, cuenta Chucky García, programador y curador artístico del Festival.
Una edición que, además, contó con las presentaciones exclusivas de dos bandas internacionales: Fobia (México) y Seguridad Social (España).
Metal, punk, hardcore, rock en español y hasta hip hop se dieron cita en cuatro puntos de Bogotá.
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Fuerza de Paz: de punkeros y metaleros a voluntarios
En medio de un público ansioso por experimentar un festival de música en vivo, que años antes solo veían por televisión, estaba un colectivo de jóvenes llamado Fuerza de Paz.
“Eran un poco de peludos y de crestudos”, agrega Chucky, que buscaban la autorregulación de los asistentes, dejando a un lado la figura de autoridad. “Era otro lenguaje, menos represivo”, dijo.
Vestidos con camisetas blancas, se metían a los pogos, se adentraban entre la efervescencia de la explosión sonora de las guitarras y, mientras disfrutaban del festival, se tomaban muy en serio su labor de gestores de paz.
Más que un festival, una plataforma de consumo musical
En los 90, cuenta García, había tres únicas maneras de compartir y conocer música: de mano a mano, en MTV y en las emisoras. Algunas de las agrupaciones sonaban en radio o salían en MTV, pero aquellas, emergentes, que aún no eran reconocidas en estas plataformas, encontraron en el Festival Rock al Parque una manera de salir del anonimato.
Entonces, fue este evento, más que un sueño de tres apasionados por la música, más que una prueba y error, una plataforma para dar a conocer las propuestas musicales de los 90, en vez de mantenerlas estáticas en las pequeñas instalaciones de un bar o en la euforia temporal de un show en vivo.
Tan importante para la escena del rock nacional (y también de otros géneros), que ya lleva más de dos décadas demostrando que es posible reunir a casi toda una ciudad y un país, solo para sacudir las melenas y bailar al ritmo de los riff de guitarras.
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