Marta Rodríguez: la sinfónica de la resistencia

Así sentimos el documental ‘La sinfónica de los Andes’ dirigido por Marta Rodríguez que estará esta semana en las salas de cine en todo el país. 

La primera secuencia de imágenes que aparece en la pantalla es fulminante. Marta Rodríguez no se anda con rodeos: su fusil es la cámara y las balas son las palabras de cada uno de los personajes que como en un concierto van sumando sus voces en un crescendo ascendente, frenético, brutal. 

'La sinfónica de los Andes’ es una polifonía de historias sobre niños que se niegan a quedarse en la tinta desgastada de un epitafio para salir de él y revivir una vez más en la memoria de sus padres, sus amigos y su comunidad en distintos municipios del departamento del Cauca. Esta pieza es un tributo a la vida en medio de la sangre

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Fotos: prensa

El  documental no solo se enfoca los asesinatos cometidos en este territorio sino que además, hace una radiografía cruda y dolorosa de la historia de nuestro país y de cómo la violencia conservadora y liberal fue el caldo de cultivo ideal para la formación de guerrillas que en un principio parecieron luchar por los habitantes del campo para después volverse contra su ellos

La relación de la documentalista Marta Rodríguez con el territorio del Cauca lleva algo más de cuarenta años en los que ella ha retratado la cotidianidad, las alegrías, las desgracias y la lucha de las comunidades indígenas por hacer respetar su vida y su territorio contra los ataques continuos de actores armados tanto ilegales como legales y su relación con los cultivos ilícitos

Yo llevo en el Cauca cuarenta años, hemos hecho como ocho documentales allí y yo he dejado una memoria de todos estos años y ellos la aprecian mucho. Al tener una relación tan estrecha con la comunidad, llegamos a donde estos padres que perdieron a sus hijos y logramos crear una gran confianza y poco a poco abrieron su corazón porque es muy doloroso y traumático recordar”, contó Marta Rodríguez en un conversatorio en la Cinemateca Distrital. 

Además de la franqueza con la que trata las historias tejidas entre las flautas y las guitarras de la Orquesta de instrumentos Andinos Resguardo Indígena De Huellas, de Caloto, Cauca, que contrapuntean los testimonios de dolor con versos de esperanza; la obra de Marta Rodríguez cuenta con una gran cantidad de material filmográfico de archivo propio que da cuenta de su gran labor como documentalista y como un centro de memoria andante que no espera a que la historia llegue a éste, sino que, paciente, la saluda, la acompaña y resiste junto a ella. 

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“Ellos eran esclavos de la tierra, pagan tierraje y apenas se estaba formando el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Cuando llegué, en los 70, no sabían qué era una cámara fotograáfica, y como en ciertas fincas había energía eléctrica, llevamos un proyector, y por primera vez se vieron y se reconocieron. Luego, cuando la Unesco sacó el programa para los 500 años de resistencia, dimos un taller para que los indígenas aprendieran a hacer video y contaran sus historias y hoy ellos han hecho excelentes documentales”, contó Rodríguez

 Muchos se podrían preguntar por qué persiste en su terquedad de poner el dedo en la llaga en un país que parece ya exhausto y reacio a los relatos sobre lo que ocurrió y sigue ocurriendo en gran parte del territorio nacional, pero a la vez, los surcos de lágrimas salada en los rostros de los asistentes al terminar la función demuestran que tal vez aún queda mucho por decir, por nombrar, por recordar. 

Los documentales son memoria y un país sin ella no tiene nada por qué luchar. Feliciano Valencia me decía: usted nos ha dejado una memoria del Cauca para que los jóvenes vean cómo los mayores recuperamos la tierra. El Cauca es un pueblo que tiene una tradición de lucha de 500 años, así que no lo van a vencer. Algún día la paz llegará a sus territorios”, concluye Marta Rodríguez. 

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