Rock al Parque: 24 años de fiesta

Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

La primera vez que pisé el Parque Simón Bolívar fue para ver a Los Fabulosos Cadillacs. Era 2001, tenía 13 años y el primer arrobo de la música en vivo me llegó por sorpresa. Una prima de mi mamá –ya entrada en sus cuarenta y para nada rockera–  compró las boletas faltando apenas unas horas porque tuvo a bien alcahuetearle el capricho a una preadolescente obstinada. Nunca había estado en un concierto al aire libre y el único recuerdo que tengo de ese día –además del pánico de la prima Clara ante una horda de colegiales melenudos y retaqueadores a la salida– es un cover desafinado que hicieron de la banda argentina Vox Dei:

“No olvidar 
lo que ves se ha visto ya 
tal vez un día lo sabrás 
todo tiene un tiempo bajo el sol”

Ese concierto no me volvió fanática de los Cadillacs pero me abrió la puerta a la música existencialista, a las guitarras ensoñadas y eufóricas y a esa manía inútil de querer descifrar el mensaje oculto en las canciones y en los conciertos.

Unos años después, en 2004, cuando estaba en el penúltimo año del colegio y los encantos de mi primer amor eran tan vertiginosos como la ira que despertaba en mí la humanidad, fui por primera vez a Rock al Parque. Era la celebración de los 10 años y mis arrebatos –políticos, amorosos, adolescentes– encontraron un eco. Recuerdo con especial ternura a Odio a Botero, Sidestepper, Café Tacvba y Skatalites. Esa misma noche vi a Spinetta. Así empezó otra historia. (Lee también: Rock al Parque, cuando la música se vuelve la vida misma)

Desde esos primeros conciertos hasta hoy, aún me estremezco cuando pongo un pie en el Parque Simón Bolívar en la víspera de un concierto. Año tras año confirmo que, para mi fortuna, la primera ráfaga que sentí no ha terminado.

Rock al Parque 2018.185 mil personas acudieron a Rock al Parque 2018 según cifras del Idartes. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

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Desde hace un par de años suelo ir a los conciertos del sábado con Mauricio. Nos une el gusto por la música y por los cigarrillos divertidos. También por el silencio y por los sonidos que habitan por fuera de los límites de nuestra comprensión.

Esta vez llegamos al parque pasadas las 5 de la tarde. Nos topamos con el apoteósico ritual de Masacre, que celebraba su cumpleaños número 30 en el escenario principal, pasamos a Suffocation (pogo #1) y vimos el final de Loathsome Faith, mi banda distrital favorita de este año. Volvimos al escenario plaza para ver a la distrital Implosion Brain.

-> En Rock al Parque las bandas distritales también se aplauden

La oferta de alcohol, marihuana, cocaína y pepas fue grande, y en medio de decenas de carpas de comida y experiencias de marcas no había un solo puesto de consumo responsable de drogas. Tampoco había información en las pantallas ni en los antipáticos intermedios. Los puestos de hidratación fueron cerrados a las cuatro de la tarde y las botellas de agua costaban cuatro mil pesos. Según el informe del primer semestre del 2018 de Échele cabeza, organización que promueve el análisis y el consumo responsable de sustancias, “cada vez son más las personas que se acercan para analizar sus sustancias antes de consumirlas. Se observa el aumento del número de muestras analizadas desde el 2015 en los festivales Baum y Estéreo Picnic. Además, dice la organización, “los resultados demuestran que es posible la apropiación de prácticas de autocuidado por parte de los consumidores de drogas, lo que desemboca en la reducción de los riesgos y los daños asociados a estos consumos”. ¿Por qué entonces de unos años para acá la organización de Rock al Parque y la Alcaldía Mayor han prescindido de la pedagogía necesaria para reducir el impacto negativo de las drogas en los ciudadanos?

Los 30 años de Masacre en Rock al Parque 2018. Los 30 años de Masacre en Rock al Parque 2018. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Para Giovanna Chamorro, Gerente de Música del Idartes, la salud de los asistentes a Rock al Parque es responsabilidad también de otras instituciones, como la Secretaría de Salud y la Secretaría de Gobierno: “En años anteriores la Secretaría de Salud tenía un convenio con una organización que entregaba información de la composición de las drogas y tenemos entendido que para las ediciones recientes no han llegado todavía a consolidar ese convenio. Desde el festival proyectamos permanentemente en pantallas y a través de los presentadores mensajes que invitan a la sana convivencia y al autocuidado. Aun así, insistiremos y reforzaremos más estos mensajes en ediciones posteriores del festival”. Por su lado, Ronald Ramírez, jefe de comunicaciones de la Secretaría de Salud, afirma que este tema “depende única y exclusivamente de la logística dispuesta por la entidad que lo lidera”, en este caso el Idartes.

Nos situamos en la mitad del escenario plaza para esperar a las dos últimas bandas del día, legendarias en la historia del metal sueco: Dark Tranquillity y Dark Funeral.

En 2005 conocí Dark Tranquility y su recién lanzado disco 'The Mind’s I'. Luego escuché Damage Done, amé a la banda y me enamoré de Mikael Stanne, quien también me llevó a escuchar el primer disco de In Flames. De la cercanía con estos discos me quedó la sensación gentil de las guitarras y la voz absurda del pelirrojo más guapo de Suecia.

Mikael Stanne de Dark Tranquillity en Rock al Parque 2018.Mikael Stanne de Dark Tranquillity. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Después de un concierto de death melódico alucinante, y de un par de arengas contra el Alcalde, estábamos listos para el ritual final.

Pertenecientes al segundo movimiento de metal escandinavo y herederos del legado de bandas como Mayhem y Burzum, Dark Funeral (pogo #2) fue la cuota de black metal del festival. Faltando unos 15 minutos para el final las luces que apuntaban al público se apagaron y el parque tembló en medio de un pogo solemne, enigmático, sobrenatural.

Dark Funeral en Rock al Parque 2018.Dark Funeral en Rock al Parque 2018. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

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El domingo llegamos a las 4:30. Vimos una parte de la banda mexicana Machingon -aburrida y pretenciosa-. Vimos a la banda española de rock psicodélico Quentin Gas y los Zíngaros en Eco y a Rocka en Lago, una propuesta desabrida. En el mismo escenario esperamos con felicidad a Jupiter & Okwess, agrupación de República del Congo liderada por Jupiter Bokondji que encendió la felicidad a ritmo de soukous y “rock bofenia”, como han denominado a su estilo. Jupiter, quien ha sido un crítico abierto de los problemas sociales del Congo, sobre todo los relacionados con el impacto de la minería, dijo: “siempre quise venir a Colombia. Sé que en en este país hay una diáspora del pueblo Congo. Para mí Colombia y el Congo son lo mismo”.

Como mi compañero de hoy era más guapachoso, bailamos apretados delirando un picó. A Jupiter le siguió Antibalas, orquesta de afrobeat con más de 20 años de existencia. Dos días después algunos afortunados pudimos ver a la Bulletproof Band, el proyecto paralelo de siete de los integrantes de la banda,en el bar Matik-Matik en un despliegue impetuoso de canciones e improvisación.

Jupiter & Okwess en Rock al Parque 2018.Jupiter & Okwess en Rock al Parque 2018. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Después de la descarga africana vimos a Syracusae en Plaza, otra de mis distritales favoritas, pasamos cerca -pero lejos- del reggae de Dancing Mood en Lago y finalmente llegamos al concierto de Pussy Riot, que se retrasó unos veinte minutos para cerrar la tarima Eco. Antes de conformarse como una banda musical, este grupo nació como un colectivo feminista crítico del presidente ruso Vladimir Putin, de la situación de las mujeres y de la economía capitalista. Con el tiempo estuvieron en el ojo del huracán mediático y decidieron difundir su mensaje de muchas otras formas: con arte, música, performance e intervenciones en lugares públicos. Algunas de sus integrantes han pasado temporadas en la cárcel y han sido perseguidas por las autoridades rusas.

Lo primero del concierto fue un listado de 24 consignas de denuncia política. Lo segundo fueron pistas -oscilantes entre tecno y trap- con una voz encima. También máscaras y bailes aeróbicos. La euforia del escenario Eco cayó pronto y nosotros huimos a la quinta canción. Los ánimos estaban álgidos y había mucha expectativa, pero la magia nunca sucedió.

El hecho de que el colectivo hubiera tocado en dos países al mismo tiempo es comprensible dado que son precisamente eso, un colectivo. Pero el concierto fue más bien un performance. Sardónico, sí, pero plano y aburrido hasta cuando yo lo vi. Cuentan los que se quedaron que la intervención de Las Tupamaras hacia el final del concierto fue poderosa.

Pussy Riot y su presentación en Rock al Parque 2018.Las Pussy Riot por primera vez en Rock al Parque. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Algunos defienden que hay bandas en las que el mensaje político es más importante que la música, pero se trata del mismo festival musical público que hace un año rechazó la participación del venezolano Paul Gillman que tiene fuertes posiciones políticas. ¿Será que la ideología de las Pussy Riot sí nos resulta interesante, trendy o inofensiva? Giovanna Chamorro dice al respecto: “Toda manifestación artística es política. Nosotros somos respetuosos de los contenidos de las bandas. No ejercemos ningún sesgo político”. Al preguntarle sobre los cuestionamientos que ha generado la presentación de Pussy Riot, afirma: “Si bien algunos han dicho que fue un show activista otras personas se conectaron con la propuesta. De otra parte, nunca se ha afirmado que las posiciones políticas de Paul Gillman ponían en riesgo la seguridad de los asistentes. Lo que sucedió es que hubo un movimiento muy fuerte por redes sociales, que tuvo mucho eco en medios de comunicación y que anunciaba boicots al show del artista. Fue esto lo que ponía en riesgo la seguridad del evento”.

Por otro lado, Juan Carlos Rojas, bajista de las 1280 Almas, dice: Rock al Parque se volvió una super institución, una catedral del rock colombiano. Si uno tiene un grupo de rock tiene que estar ahí, y cuando una cosa se vuelve una institución se vicia, como todas las instituciones”. La banda renunció a volver a tocar en el Festival en el 2012. Frente a esto, Rojas retoma: “Hicimos muy bien en haber renunciado porque después vinieron esas peleas en las que un personaje “x” decide que un grupo de cierta facción política de otro país no se puede presentar. Eso hace que Rock al Parque pierda su validez”. (Mira: El día en el que las 1280 Almas decidieron dejar de tocar en Rock al Parque)

De camino a la salida vimos el final de Suicide Silence, banda californiana de deathcore, en el escenario principal. El parque se desocupó rápido. Afuera nos alegró una suculenta hamburguesa de 3.500 pesos.

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El lunes tuvimos que correr para no perdernos un segundo de los brasileros Liniker e os Caramelows en Eco, a todas luces mi concierto favorito. Su voz, tan dulce como convulsionada, me sintonizó con las cometas que adornaban el cielo radiante del Parque Simón Bolívar. Algunos grupos de trans y decenas de punkeros entraron en comunión total con la banda, que echa mano tanto de la música negra brasilera como del soul y el funk, recordando al fantástico Tim Maia. Liniker lideró un baile frenético que llevó a los asistentes a sincronizar sus movimientos por varios minutos y a corear canciones como 'Lava' y 'Zero' en un despliegue fabuloso de alegría y sensualidad. “Después de 24 años yo soy la primera mujer transgénero en tocar en este parque. Hoy nuestra lucha tiene un poco más de brillo. ¡Vamos a bailar para celebrar!”, dijo Liniker con la voz quebrada. Se trata del proyecto de Liniker Barros, una artista surgida del underground paulista. Lanzó su primer EP en 2015 llamado 'Cru' y en 2016 su primer larga duración, 'Remonta', un disco espectacular que contó con colaboraciones de Tássia Reis, Xenia Francia y Tulipa Ruiz.

Liniker e os Caramelows en Rock al Parque 2018.Liniker e os Caramelows en Rock al Parque 2018. Foto: Idartes @mathvalbuenaph

Nos paseamos algunos minutos por Chico Trujillo en el escenario principal. El público desbordaba alegría a ritmo de cumbia y fue emocionante que estuvieran programados después de Nadie, la mítica banda de punk paisa. Luego regresamos a Eco para ver a La Chiva Gantiva, que conectó a la gente que se debatía entre el pogo y el movimiento de caderas y después el concierto de Bala (pogo #3), dúo femenino -guitarra y batería- de España que aniquiló los cuerpos y se convirtió en una de mis bandas favoritas del festival. Un par de golpes bastaron para que los huesos se desencajaran. Nos fuimos a ver a Lee Ranaldo al escenario Lago. El poderoso sonido grunge de las españolas me invadió y me costó conectarme con el concierto de Ranaldo. Regresé –aún eufórica– a ver el final del concierto de Bala.

Este tercer día la tarima del escenario Eco fue el “escenario femenino”, decisión que se tomó desde 2016 y que consiste en tener una tarima dedicada únicamente a proyectos con mujeres en su alineación. Ese mismo año solo 12 bandas tuvieron integrantes mujeres en contraste con 48 bandas integradas por hombres. Según una indagación del portal chileno Ruidosa, en 2017 Rock al Parque conservó esta tendencia y tuvo una presencia de mujeres en tarima del 29,2% versus 70,8% de hombres. Para este 2018 el panorama fue similar y únicamente 12 bandas estaban integradas por mujeres.

Bala en Rock al Parque 2018.Bala durante su presentación en Rock al Parque 2018. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Resulta cuestionable que en el afán de visibilización de la música hecha por mujeres se recurra precisamente a la separación de los proyectos integrados o liderados por ellas en una tarima específica. Esto contrasta con que la tarima principal y el escenario Lago tuvieran muy pocas mujeres en los tres días. Para Chamorro no se trata de esto: “por el contrario, estamos reconociendo el trabajo de propuestas de gran nivel musical. La aparición de este escenario ha dado cabida a otras sonoridades y propuestas que tal vez de no tener este espacio, el público bogotano no podría conocer y disfrutar y ha incentivado la participación de más propuestas distritales conformadas por mujeres”. Es válido que exista la conciencia sobre la inclusión de género, lástima que la dudosa ejecución de una buena intención termine por segregar. ¿Cuándo veremos más mujeres (y artistas transgénero) en los tres escenarios, sin la condescendencia detrás de un “escenario femenino”?

A las 6:30 nos movimos al escenario Plaza para ver a la Tokyo Ska Paradise Orchestra y muchos pogos felices (pogo #4). Corrimos a Lago para alcanzar a Ship, la mítica banda colombiana de los años setenta liderada por Jorge Barco. El concierto fue un viaje sosegado en el tiempo hacia las profundidades del rock progresivo colombiano. El mismo Barco dijo en estos días: “hacemos música para el espíritu, por eso no hubo pogos”. En la misma tarima empezó Kadavar, trío alemán de stoner rock que cerró el escenario Lago con la nostalgia oportuna.

Pennywise en Rock al Parque.Pennywise, la agrupación encargada del cierre de Rock al Parque en su edición #24. Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

Para terminar vimos una parte del show de Pennywise que cerró el festival. No marcó mi adolescencia, no me transportó a ningún lugar profundo de mi juventud, pero el concierto estuvo bien. En la mitad del toque Jim Lindberg soltó un par de comentarios dirigidos a la zona VIP (algo así como: "¡Better dance, motherfuckers!").  Con respecto a esta área privilegiada del festival, Giovanna afirma que “los festivales al parque son de entrada libre y para aquellos que cuentan con mayor asistencia, Rock, Hip hop y Salsa, se hace necesario tener una zona de aforo especial y controlada, en la cual están ubicados los medios de comunicación acreditados por el Idartes, los medios aliados, los artistas participantes, los invitados de los artistas distritales ganadores de la convocatoria, los aliados de los festivales e invitados de la administración. Por supuesto el montaje de estas zonas ha sido motivo de análisis por parte de la organización”.

Desde que trabajo en periodismo me he negado a tener acreditaciones de prensa para Rock al Parque. Creo que un festival financiado con recursos públicos debería apartarse al máximo de los privilegios de clase. Considero que el espacio de prensa debería ser exclusivo para realizadores y fotógrafos, y los periodistas solo deberíamos tener acceso a la zona de entrevistas y, de paso, cuestionar un poco nuestros privilegios.

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Un Rock al Parque más y cuatro pogos inolvidables.

Bandas de todo el planeta, un público que ya no abuchea a nadie (y tampoco grita muchas arengas), bandas distritales buenas aunque no necesariamente representativas, un clima misteriosamente apacible, algunas pancartas con mensajes sobre el asesinato de líderes sociales, sonrisas amplias, queers, inconformidad, baños meados, requisas tiernas y hasta coquetas, placidez, sonido impredecible, personas de todas partes, baile desenfrenado, decenas de porros a la venta, una patada en la cabeza de un punk, puños amorosos, deshidratación, algunos desmayos. Afrobeat, death metal, new wave, rock progresivo, stoner rock, reggae, black metal, grunge, ska, cumbia, deathcore, funk, rock psicodélico, doom metal, electrónica, heavy metal, punk, soul…

Cigarrillos a mil pesos. Caminatas nocturnas.

Alegría.

Rock al Parque 2018.Foto: Ma. Alejandra Villamizar – Canal Trece

 

Los comentarios de esta publicación, no representan la opinión de Canal Trece

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