Nazario Acosta, la pintura desde la mirada indígena

Nazario ve, entiende y enfrenta el mundo en puinave y curripaco, pero lo pinta en un lenguaje propio. La herencia rivereña y toda una vida en la selva han dejado una impronta imborrable en él, de padre puinave y madre curripaco, que hoy pinta lo que ve, siente e imagina, en trozos vegetales.  

Nazario nació en Tomachipán, un territorio indígena que sirve de frontera entre Guainía y Guaviare, y es hijo de una artesana tradicional y un fabricante de canoas, de quienes aprendió todo sobre manejar pigmentos naturales o escoger y pulir las mejores maderas. Hasta allí llegó un día un profesor a montar un internado que le cambió la vida a Nazario y lo hizo ver claramente lo que quería hacer para toda la vida: pintar.  Fue en ese internado en donde Nazario pudo explorar y reafirmar esa vocación artística que lo perseguía desde niño y que en el colegio lo tenía haciendo murales y carteleras y con la admiración de todo un colegio que le regalaba colores, pinturas y lienzos.

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Su talento innato le abrió un camino en la educación, y su padre, consciente de ese talento, hizo hasta lo imposible por mandarlo a estudiar a San José del Guaviare, en donde fue el primer indígena de su colegio y quizá de todo el departamento.

Así empezó su carrera, anclada siempre al monte y la selva, grabados para siempre en su mente y en su pincel. Ya consciente de la calidad de su trabajo, Nazario decide encontrar una voz propia, un estilo personal que le diera, según él mismo, "su sello, a lo que pintaba". Y es en ese camino, en donde decide “volver” a su origen y echarle un ojo a la tradición de pigmentos y materiales para pintar con los que había crecido mientras acompañaba a su mamá al monte a buscar tintes para pintar tiestos de casabe o fariña. 

En eso ha gravitado la obra de Nazario los últimos años: pintar su selva amada con lo que ella misma le da. Hoy, además de trabajar en proyectos personales y en cuadros que le encargan, también es profesor de las escuelas de formación artística para comunidades indígenas. Le enseña a niños de todo el Guaviare a articular conocimientos y técnicas artísticas occidentales e indígenas, y es quizá uno de los pintores más buscados de todo el departamento. Su trabajo es un retrato que narra la historia, las creencias, los oficios y la cosmogonía de varias comunidades amazónicas (él se reconoce como descendiente nukak), vistas con una mirada sensible, personal y crítica que mira atrás para seguir adelante.


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