Luz Mary Giraldo: de bambucos, diccionarios y el estigma de la poesía

El doble

“Un arlequín sonríe a mis espaldas
hace piruetas con mis gestos
cierra mis ojos cuando amo
y pone un girasol en la ventana.
Ese arlequín 
dibuja líneas en mis máscaras".

Luz Mary Giraldo

Luz Mary Giraldo es la poeta homenajeada por el XXVIII Festival Internacional de Poesía de Bogotá 2020. Hablamos con ella para explorar sus raíces, los sonidos y las letras que la esculpieron y que ella transformó y el por qué algunos piensan que es más fácil cantar con los ojos cerrados un verso de una canción y no leer un poema

Las golondrinas son corcheas y viceversa

Su padre, el organista de la catedral de Ibagué, siempre soñó con que uno de sus hijos fuera músico pero no se le cumplió el milagrito. “La vida a veces toma decisiones que no son las de uno propiamente”, dice Luz Mary GIraldo. Y es que aunque ella estudió piano y canto durante años en el Conservatorio del Tolima, las letras fueron sus partituras desde su adolescencia y para siempre.

Cabe decir que su padre tenía todo el derecho a soñar: frente a su casa vivían Garzón y Collazos, a unos pocos metros, Silva y Villalba, y un poquito más allá se encontraba el conservatorio, además, el señor Giraldo llevaba a Luz Mary a cantar en el coro de la catedral y a verlo tocar con un grupo de amigos en cuanto bautizo, primera comunión y matrimonio ocurriera en la capital musical de Colombia. 

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Fotos: Archivo de la poetisa

En Ibagué, quien no sabía tocar un instrumento, preferencialmente tiple, bandola o guitarra, cantaba. Al menos, en mi generación”. 

Esos bambucos y pasillos, con letras más bien tristonas, fueron su educación sentimental, incluso más que los boleros, y aunque crecer en ese lugar donde se nace con un pentagrama en la frente no determinó su rumbo, sí marcó su inspiración. En su primer libro de poemas, Giraldo habla del conservatorio y ve en las golondrinas, corcheas y notas musicales

“De hecho, la música está en mi poesía como ritmo, yo no hago una poesía rimada pero sí con mucha música interior”. 

Giraldo es hija de una época en la que la música colombiana narraba el caer de las gotas de sangre que fueron rocío para las montañas de muchas regiones de Colombia durante la violencia bipartidista y creció oyendo en la radio noticias sobre las distintas masacres cometidas por los chusmeros. “Está la doble memoria, la del pasado que también es presente, aparece en mis textos de una u otra manera”. 

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Algarabía

Mientras Luz Mary Giraldo crecía con esos sonidos y esas imágenes, sus ojos y alma se curtieron al calor de los poemas y los cuentos que le regalaba su padre y le dramatizaba su abuela y de las rimas con las que aprendía casi todo en el colegio. Aún se sabe de memoria las ciudades del Tolima

El poema que más recuerda es ‘Siquiera se murieron los abuelos’ de Alberto Ángel Montoya que oía a su padre recitar desde que tenía cinco años. 

Giraldo también recuerda la pasión que se le despertó por los diccionarios y el conocer las palabras, la música de las palabras. La palabra de la que se enamoró para siempre y de la que, en ocasiones, ha llegado a abusar es algarabía. “Si oigo pájaros, oígo algarabía, si oigo a niños jugar, oigo algarabía. Todo sonido de la felicidad es algarabía”, cuenta. 

Pero el libro y las voces que la cambiaron para siempre fueron ‘Cumbres borrascosas’ de Emily Brontë y la poesía de Giuseppe Ungaretti, César Vallejo, Blanca Varela, Juan Gelman y Eugenio Montejo.

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Poetisa, a mucha honra

Luz Mary Giraldo es más reconocida por ser ensayista, antologista e investigadora académica que poeta y esto se debe a que, aunque en un principio fue llamada una promesa literaria por profesores como su mentor Giovanni Quessep, Jaime García Mafla o Augusto Pinilla, poco a poco fue sintiendo que los poetas la expulsaban de su república.

Han sido pocos los poetas aquí en Colombia que han reconocido mi trabajo, ha sido más reconocido por fuera”, dice y no miente. Solo en poesía, Luz Mary Giraldo ha recibido el Gran Premio Internacional de Poesía Academia Oriente-Occidente (Rumania, 2013); mención honorífica en el Festival Noche de Poesía en Curtea de Arges (Rumania, 2016) y el Premio Nacional de Poesía Casa Silva «La Poesía como una Casa» (2011), entre otros.

Para Luz Mary, los autores tienen el espacio, los escenarios y el reconocimiento asegurado, en cambio, en el caso de las mujeres siempre ha habido una prevención y es que la exclusión también puede ser nominal:

Antiguamente la palabra poetisa se usaba para designar a "las señoritas cursis que llenaban sus ocios componiendo rimas sentimentales y a los malos poetas". 

De acuerdo con el autor de ‘La Regenta’, Leopoldo Alas y Ureña (1852-1901), la forma masculina poeta tenía connotaciones de prestigio y consideración mientras que frente a poetisa se refería a alguien en un sentido despectivo, peyorativo.

La poetisa fea, cuando no llega a poeta, no suele ser más que una fea que se hace el amor en verso a sí misma” (Solos, 86). Solo hasta el año 2001, la Real Academia de la Lengua decidió aclarar el asunto y designar la palabra poetisa a la mujer que hace poemas, y poetastro o poetrastra para los malos poetas de ambos sexos.

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El mayor problema viene cuando una palabra carga un peso simbólico y aunque cambie en el diccionario, no lo hace en el imaginario colectivo, sin embargo, colectivas feministas han propuesto reapropiarse de la palabra poetisa para darle un nuevo poder dentro del mundo de las letras

Para Giraldo hasta ahora se está llamando por fin la atención sobre lo que escriben las mujeres en poesía y en narrativa, pero son las mujeres las que divulgan mujeres, no los hombres.

“Yo divulgo mujeres porque me di cuenta, como autora, de la escasa o nula atención que se la ha puesto a mis cosas salvo en unos espacios y autores muy particulares”. 

Desdoblarse con la poesía

¿Por qué, si muchas canciones están escritas en verso, nos cuesta tanto leer poesía? Para Giraldo, muchas de las baladas, boleros e incluso del rap es poesía, solo que son distintas formas de poesía

Sin embargo, el género literario ha sufrido una deformación tal que se cree que es muy difícil o que uno no puede acceder a él gracias a una prevención que muchas veces viene de los mismos profesores en las instituciones educativas.  

"La poesía exige silencio y a la vez una lectura lenta en voz alta o en voz baja porque aunque se crea que la poesía no cuenta una historia, en el fondo sí está narrando algo. La poesía es una meditación a partir de lo vivido y no necesariamente lo vivido por el que escribe si no del desdoblamiento del que escribe en otra persona”, dice.  

Para la poetisa, (sí, empoderémonos), poco se reconoce que la poesía puede tomar diversas formas: hay una poesía que se llama sonora así como hay poesía de imágenes. “La poesía ha roto los géneros, la poesía no es solo con palabras,” sentencia.

La poesía es como una meditación que exige sentir lo que se dice e incluso los silencios que, aparentemente, no dicen nada. En los silencios, dice ella, estaría la historia que dio paso a ese poema.

Cuando uno medita en una sesión de yoga, siente el pájaro que canta. Ahí mismo puede estar sintiendo cosas que tienen que ver con la poesía. Todo el mundo quiere meditar, pero nadie piensa en la poesía que está en los libros

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