Luthier: médicos y artesanos del sonido

Cortesía de Andrés A. Beltrán

La luthería es el arte en el cual un doctor o doctora del sonido crea o repara instrumentos de cuerda, pero para entender realmente en qué consiste y cuál es el secreto detrás de este oficio, hablamos con Andrés Augusto Beltrán, ingeniero de sonido de la Javeriana y luthier. 

 ¿Qué es la luthería?

La luthería es el arte que se dedica a la construcción, reparación y mantenimiento de instrumentos musicales, más precisamente de instrumentos de cuerda frotada como lo son los violines, violas, chelos, contrabajos, y de cuerda pulsada como las guitarras, los tiples y las bandolas. 

El camino de un luthier

Andrés Augusto heredó de su familia el amor por lo artesanal: su abuela le ponía discos de Les Luthiers, humoristas y músicos argentinos que fabrican sus instrumentos a partir de objetos cotidianos, y sus padres son artistas quienes han trabajado el vidrio y las artes visuales. 

Beltrán tiene 26 años y, al contrario de muchos jóvenes de su generación, no creció con pantallas a su alrededor. “Lo más tecnológico para mí era una radiola a tubos y siempre me daba curiosidad de cómo funcionaban las cosas viejas por eso mis juguetes eran destornilladores y herramientas con las que armaba y desarmaba cosas”, cuenta. 

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Estudió violín en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Colombia y ese contraste entre entender cómo funcionan las cosas y cómo hacerlas sonar armónicamente lo llevó a experimentar y fabricar una especie de violín viola de cinco cuerdas con guaduas, cabuya y un guardaescobas modificado que hizo de diapasón. Aunque no producía sonido alguno, porque Andrés no tenía una base teórico-acústica ni estética, este instrumento marcó su camino como luthier. 

Durante su carrera de Ingeniería de sonido en la Universidad Javeriana, hizo otros instrumentos experimentales y cuando terminó, estudió luthería en la Fundación Salvi para enfocarse en hacer instrumentos orquestales como el violín, la viola, el chelo y el contrabajo

Lo primero que Andrés aprendió en esta escuela fue a afilar las gubias, herramientas parecidas a los formones pero curvos, después, a dibujar cómo se hacen los violines a partir de los dibujos de maestros antiguos en el arte de la luthería y cómo funciona cada uno de acuerdo con el tipo de madera que se vaya a utilizar. Para la fabricación de instrumentos tradicionales como el violín, la viola y el chelo se utilizan dos tipos de madera: el pino abeto para la tapa y el resto de arce. 

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“También entendemos la función de un montón de elementos que la gente no conoce y que no se ven a simple vista pero que son muy importantes como son: la barra armónica y el alma en el violín, por ejemplo“, cuenta Beltrán. Después de estudiar, fue profesor de teoría musical, se ganó una beca para hacer prácticas de luthería en Italia y actualmente tienen un taller en Bogotá

El primer instrumento que construyó fue un violín y, aunque reconoce que cometió errores de principiante, aprendió mucho de él. Luego Beltrán se dedicó a fabricar una viola d’amore, un instrumento barroco de cuerda frotada que tiene catorce cuerdas, aunque solo se tocan siete de ellas, haciendo de las otras siete, por vibración simpática, un efecto de resonancia.

“El tema que siempre he querido tocar en un instrumento construido por mí es el Preludio en Re menor para viola da gamba de Carl Friedrich Abel. Este instrumento es cómo el papá de los violines, violas y chelos actuales ya que tienen un sonido muy particular porque trata de imitar el sonido de la voz humana”, afirma Andrés Beltrán. 

Y es que la luthería, además de ser un oficio muy bello, requiere muchísima paciencia. La viola d’amore, por ejemplo, le tomó cerca de un año porque para la decoración le hizo incrustaciones en nácar, en abalón y tiene una estilística barroca. 

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A su vez, para la reparación de un instrumento, este luthier tiene un protocolo que es casi un código de honor: 

“Lo primero que hago a la hora de reparar un instrumento es tratarlo y tocarlo con respeto porque cada instrumento tiene un valor para su dueño, así que, claro, le cojo cariño y comienzo a tener historias con él, es como relacionarse con otra personas y a veces, cuando se presentan problemas, cada instrumento te enseña cosas”, cuenta el luthier

Actualmente, además de tratar los instrumentos que llegan a su taller, desde el año pasado es colaborador de la agrupación Latin Latas, quienes hacen sus instrumentos con material reciclado, con los quienes ha intercambiado experimentos, métodos y canciones. 

“Hace poco hice mi primer instrumento para Latín Latas: una especie de chelo amplificado con latas de galletas y una lata tubular de maíz y suena increíble, parece que fuera un sintetizador con reverberación. Sé que es un prototipo, pero el hecho es que suena y eso me hace muy feliz”. 

Si quieres saber más sobre estos magos del sonido, doctores de instrumentos y papás de violines, violas, chelos y otros instrumentos inimaginables, no te pierdas este especial de Fractal ‘El luthier: artesano de sonidos’.

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