Detrás del vallenato: aires venerados y sonidos olvidados en la tierra del acordeón

Así, el vallenato fue adquiriendo en cada lugar un alma particular que articulaba sus propias sonoridades con la música de acordeón que se tomaba costas, sabanas y valles. A los diferentes ritmos de acordeón que fueron surgiendo se les dio luego un nombre que los definía y separaba: en la región del Valle de Upar, el vallenato-vallenato; en el Magdalena, el vallenato-bajero; y en la región de Córdoba, Sucre y Bolívar, el vallenato-sabanero.

En Valledupar, capital oficial del vallenato, y en la región del Magdalena Grande, compuesta por los hoy departamentos del César, La Guajira y parte del Magdalena, surgieron ciertos modos de tocar la música del acordeón: unos aires o ritmos particulares. En esta región nacieron los aires de la puya, el son, el merengue, y el paseo, ritmos que luego se convirtieron en las formas más difundidas y aceptadas de hacer vallenato.

Al mismo tiempo, en regiones como Bolívar y la sabana de Córdoba y Sucre, otros modos de ejecutar los aires del acordeón, distintos a los de Valledupar pero también a punta de acordeón, caja y guacharaca, aportaron en la definición del género vallenato. A este tipo de ritmo se le conoció como sabanero y su historia es un capitulo marginal de la historia conocida del vallenato.

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Los aires vallenatos de la sabana tuvieron una apropiación distinta, relacionada con su herencia directa de ritmos como el porro, la cumbia y el fandango, mientras que los aires valduparenses se relacionaron con ritmos como el merengue, la puya y el son, existentes incluso antes de la misma llegada del acordeón. Los dos aires componen y le han dado forma a lo que hoy conocemos como vallenato. Sin embargo, primaron los de Valledupar y no los de San Jacinto. Si la música de acordeón hubiera sido promovida activamente desde San Jacinto u Ovejas, tal vez su expresión más visible no sería el vallenato, la música de acordeón quizá ni se llamaría así, otros aires del acordeón serían patrimonio inmaterial cultural de la humanidad y conoceríamos tanto a Andrés Landero y a Enrique Díaz como conocimos a Alejo Durán o a Rafael Escalona.

Foto: FestivalVallenato.com

En El Tiempo alguna vez dijeron que el Festival de la Leyenda Vallenata es para el vallenato lo que la Academia de la Lengua es para el uso de un idioma. Pero ni el vallenato, ni las lenguas, ni la vida, responden exclusivamente a lo que una institución o individuo pauta y determina: van siempre mucho más allá de cualquier estandarización, y son más bien construcciones colectivas, fruto de múltiples determinaciones. El Festival Vallenato, fundado por el expresidente Alfonso López Michelsen, el músico Rafael Escalona y la política y gestora cultural Consuelo Araujo Noguera, nació en 1968 como una autoridad en la definición del entonces emergente género vallenato y como una plataforma para validar a sus principales exponentes.

En Valledupar una visión particular del vallenato fue promovida y defendida desde el Festival de La Leyenda Vallenata, fijando los criterios mediante los que se coronaría cada año al Rey Vallenato, y definiendo un género que años más tarde identificaría a toda una región y se convertiría en el 2015 en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Según la Unesco, solo el vallenato del Magdalena Grande (Cesar, Guajira y Magdalena) es considerado patrimonio, lo que lo hace objeto de políticas especiales de protección y salvaguarda de sus ritmos y sonidos, dejando a los aires sabaneros y a la región de Bolívar, Sucre y Córdoba fuera del mapa vallenato del país.

Aunque el Festival Vallenato ha coronado a intérpretes sabaneros como Alfredo Gutiérrez, e incluso coronó una vez a un acordeonero de San Andrés, han sido ellos los que han tenido que acoplarse a los aires vallenatos de Valledupar y ejecutar el acordeón como los valduparenses. El vallenato como patrimonio inmaterial cultural acepta sólo cierto tipo de interpretación del vallenato en determinada región, y no una diversidad de interpretaciones y de regiones de las que se ha nutrido históricamente el género.

Foto: FestivalVallenato.com

La disputa entre el vallenato-sabanero y el vallenato-vallenato ha derivado en escándalos y pleitos en la región. En 1969, apenas comenzando el Festival, se dice que los dos favoritos para ganar la corona, y aclamados por el público, eran Andrés Landero y Lisandro Meza, conocidos intérpretes de los aires sabaneros. Sin embargo, la contienda fue ganada por el recordado Nicolás “Colacho” Mendoza, en un intento de Consuelo Araujo de Noguera de decirle a la gente que el vallenato había nacido en Valledupar y de ahí había salido para el Magdalena y la Sabana, y que los mejores intérpretes del vallenato eran de Valledupar, no de San Jacinto o de Sincelejo.

Otras músicas de acordeón encontraron fuera del país el reconocimiento que no se les dio en Colombia. Andrés Landero es uno de los más recordados exponentes de los aires sabaneros, y su desconocimiento sigue siendo una deuda histórica de los colombianos. Oriundo de San Jacinto Bolívar, Landero decidió no volver nunca más a el Festival Vallenato y un año antes de su muerte, en 1999, fue declarado Rey Vitalicio del Festival. Su reconocimiento, aunque tardío, no ha cesado.  Hoy es aclamado como el “Rey de la cumbia” en México, siendo un referente obligado para los músicos cumbieros. En Argentina cada año se celebra el Festival Landero en homenaje al compositor colombiano.

Foto: FestivalVallenato.com

La influencia de Andrés Landero fue tal que incluso llegó hasta la escena punk británica, influenciando a artistas como Joe Strummer, fundador de la mítica banda The Clash, quien en 1998 lanzó un programa radial con la BBC, y en su primer capítulo programó la canción Martha Cecilia de Andrés Landero. En un álbum con sus canciones favoritas, Joe Strummer’s Jukebox: songs that inspired the man, Andrés Landero aparece con su canción Lolita cumbiambiera, junto a artistas como Elvis Presley, Ella Fitzgerald o Chuck Berry.

En el año 2016 la disquera española Vampi Soul hizo una reedición del trabajo de Landero y sacó un disco con varias de sus canciones más importantes, titulado 'Yo Amanecí'. Sus discos son hoy un tesoro para coleccionistas de todo el mundo, y su música un referente de los aires del acordeón que rebasan los límites rígidos del vallenato.

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