No existen los delfines rosados, sino los descendientes de un guerrero tan bravo y valiente que los dioses lo convirtieron en este animal para menguar sus dones. Quienes rondan ríos como el Guaviare o el Amazonas, dicen, los ven pasearse por sus aguas para encantar a navegantes y pescadores incautos. Esto es lo que cuentan los locales, aunque durante la Expedición Guaviare 2021, que hicieron varios investigadores por el río del mismo nombre para medir la salud de esta especie, nadie vio cambiar de forma a ninguno de los 188 delfines rosados avistados.
“No vimos eso, pero me parece que el delfín de río es un animal que encanta de cualquier forma porque es muy carismático. Cuando pude estar tan cerca de uno, sentí una conexión. Como que son muy inteligentes y muy personas”, cuenta José Jaramilo, estudiante de séptimo semestre de ecología en la Universidad Javeriana. Jaramillo fue uno de los 33 académicos que estuvieron a bordo del ‘Expreso Inírida’ entre el 2 al 11 de marzo, con la misión de evaluar la presencia y salud poblacional del inia geoffrensis, más conocido como delfín rosado, especie considerada “en peligro” de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Foto de Luis Bernardo Cano – WWF Colombia.
Esta expedición científica fue la primera hecha en pandemia para este objetivo y los más de 40 pasajeros del ‘Expreso Inírida’ (contando a su tripulación) recorrieron 410 kilómetros desde la capital de Guainía hasta el municipio de Barranco Minas, en una zona vetada para la ciencia en años anteriores por cuenta del conflicto armado. La misión principal era lograr ponerle un “arete” de marcaje satelital a un delfín rosado para poder monitorear sus movimientos en tiempo real.
“El eje central era la marcación de un delfín, pero aprovechamos que íbamos a ir a esta zona para ver qué otros grupos se podían acoplar a las velocidades y dinámicas del conteo de delfines”, explica Marcela Franco, consultora de WWF Colombia y encargada de la logística de la expedición. Franco cuenta que no le tomó más de 20 días planear el viaje y reunir los apoyos y la participación de la Corporación Ambiental CDA, la Gobernación del Guainía, el Instituto Sinchi, la Universidad del Tolima, la Universidad de Ibagué, Universidad del Quindío, Universidad de Los Andes, Universidad Javeriana, Fundación Omacha, Proterra, Fundación Paisajes Rurales, Manakin Nature Tours y WWF Colombia. De igual manera, representantes indígenas y campesinos de la Mesa Ramsar Estrella Fluvial Inírida y de ACEFIN (Asociación de campesinos para la sostenibilidad de la zona Ramsar Estrella Fluvial Inírida).
El Expresio Inírida. Foto de ©Jorge E. García Melo – UniIbagué – WWF Colombia.
Durante los nueve días que duró la expedición, ictiólogos, ornitólogos, herpetólogos y expertos en otros grupos taxonómicos, se “subieron al barco” para robustecer la investigación en biodiversidad. Sin embargo, todos los investigadores debieron respetar estrictas reglas de bioseguridad, como no tener ningún contacto con las comunidades locales “porque debíamos disminuir el riesgo de contagio para ellos”, aclara Franco. Con esto en mente, un par de días antes de zarpar, José Jaramillo conoció los delfines rosados.
“Cerca a Inírida hicimos un primer intento para marcar a un delfín. Le lanzamos la red y comenzamos a traerlo, pero cuando nos dimos cuenta, el delfín había saltado por encima del agua y estaba muy lejos. En un segundo intento, tuvimos a una madre y a su cría, que también fue súper difícil porque la mamá fue muy enérgica para salirse. Pero logramos tomar medidas taxonómicas a ambos, muestras genéticas y un test de mercurio. El tag se lo pusimos a la madre y luego de vuelta al río, para que se estresasen lo menos posible”, recuerda Jaramillo.
Foto de @camilodiazphotography – WWF Colombia.
Una vez logrado el objetivo, el ‘Expreso Inírida’ se puso en marcha hasta Barranco Minas. La tarea de Jaramillo era ubicarse en la proa o la popa del barco con el resto de expertos del grupo de delfines y mirar el río en busca de delfines desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde. Cuando terminaba el día, armaban seis carpas en alguna playa del río, y ajustaban hamacas para descansar.
“Había días que veíamos de a 10 o 20 delfines, era muy variable”, recuerda Jaramillo y explica que el conteo solo se realizó en el trayecto de ida, para evitar recontar a los 188 individuos identificados durante su regreso a Inírida. Para Jaramillo, la creencia mágica sobre estos animales “podría tener que ver con la relación que tienen con las comunidades pesqueras. Nosotros veíamos muchas veces que, donde estaban los pescadores, estaban los delfines. Uno pensaría que es solo por el pescado, pero los pescadores decían que había veces en los que los delfines les ayudaban a pescar, y es una relación colaborativa muy interesante”.
Foto de @camilodiazphotography – WWF Colombia.
Además de los 188 delfines rosados contabilizados, la expedición también identificó 40 especies de macroinvertebrados, 71 de peces, 18 de anfibios, 20 de reptiles, 186 de aves, seis de murciélagos y 700 ejemplares botánicos que serán identificados en la colección del Herbario Amazónico Colombiano del Instituto Sinchi.
Estas muestras serán analizadas por las diferentes entidades que participaron y, aunque el número de delfines rosados avistados fue bajo, de acuerdo con declaraciones de Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, esto podría tener que ver con la temporada de la expedición. “Es importante aclarar que esto también depende de la época del año y nosotros fuimos en lo que se conoce como de aguas bajas o secas”, afirma Franco.
Sin embargo, la especie está amenazada por la pesca, pues algunos pescadores creen que un hueso del delfín ayuda a atraer peces, aunque también puede ser capturado accidentalmente; pero posiblemente el mayor peligro para el delfín de río sean las concentraciones problemáticas de mercurio que pueden tener las aguas del río, residuo de las actividades mineras en municipios como Barrancominas.
Foto de Luis Bernardo Cano – WWF Colombia.
Es por esto que, para Saulo Usma, Especialista de Agua dulce de WWF Colombia y quien lideró la expedición, “es muy importante mantener los esfuerzos para incrementar el conocimiento de la abundancia de delfines de río y desarrollar acciones que aseguren su conservación y la de sus hábitats. En este caso es clave porque se trata de una región a la que no habíamos podido entrar hace años por motivos de orden público y ahora podremos tener datos para llenar vacíos de información sobre su flora y fauna, así como de los impactos de la minería en sus humedales y selvas. Esperamos que estos resultados contribuyan con la conservación de los delfines de río y otras especies, uno de los objetivos principales de la Iniciativa de Conservación de Delfines de Río de Sur América (SARDI)”.
Foto de @camilodiazphotography – WWF Colombia
Aún sin análisis, la expedición ya logró sus primeros resultados: convencer a varios profesionales de la importancia y la necesidad de su trabajo. Para Marcela Portocarrero, bióloga Ph.D. en Ecología Acuática, la Expedición Guaviare 2021 fue “volver a encontrarme con la razón por la que estudié biología. Esta expedición reafirma lo que son los ríos colombianos, llenos de tanta exuberancia y biodiversidad, pero con realidades que desde el poder central no se consideran”. Por el mismo camino, Jaramillo encontró sin buscar la razón de estudiar ecología. “Fue muy chévere participar porque los pares son gente que está muy dispuesta a compartir lo que saben, las metodologías que usan… Pero carreras como la mía se han visto afectadas por la pandemia y las faltas de salidas de campo. Yo no salía desde hace un año y fue muy bueno recordar por qué estudié esto. Debo decir que fue un método efectivo”.
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