La película ‘Ya no estoy aquí’ de Luis Fernando Frías, ahora en Netflix, recupera el vivir de las colonias de Nuevo León, que sucumbieron a la cumbia colombiana y la rebajaron, en el buen sentido de la palabra, para gozarla más.
‘Ya no estoy aquí’
Las calles, las pandillas, el baile, la estética, los narcos y la resistencia en forma de música son parte de la historia de Ulises, un adolescente que tuvo que huir de colonia Independencia, Monterrey, hacia Estados Unidos, vaya ironía, para poder salvar su vida de un malentendido entre pandillas.
La narrativa de su escape se trenza con el pasado de Ulises y los Terkos, un combo de jóvenes que viven todo lo que suene a Colombia, mientras los días transcurren al ritmo de cumbias rebajadas, las mismas cumbias colombianas pero a un tempo más lento de aproximadamente 76 pulsaciones por minuto.
Estas pulsaciones no son una unidad de medida fija ni mucho menos; son una prolongación que, en un principio fue accidental y luego intencional, de las canciones en las que la voz de un cumbiambero se transformaron en un eco de ultratumba para que la ‘rola’, como la llaman los mexicanos, dure un poco más.
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La crítica especializada ha celebrado esta película mientras en México ha generado polémica por ciertos sectores que afirman que “esa cultura no representa a los regiomontanos y presenta un submundo que no debería ser mostrado a nivel mundial”.
Pero si de algo sabemos los colombianos es de submundos: el punk en el Medellín, el rap en Bogotá y la champeta en Cartagena, cada uno de estos nodos culturales ha nacido y crecido entre el cemento y la calle destapada y se ha dispersado fuera de la bocina que la reproduce para narrar la historia de los otros: de los que no salen en la radio ni en la televisión a no ser que los maten.
‘Ya no estoy aquí’ no solo recupera la memoria de los jóvenes asesinados hace casi diez años por narcotraficantes en Monterrey, estado de Nuevo León, México, sino que también rescata la obra de maestros como Pedro Laza y sus Pelayeros, Andrés Landero, Alfredo Gutiérrez, Aniceto Molina, Gildardo Montoya y sobretodo, Lisandro Meza, maestros que aquí suenan en ciertos sectores del campo y la ciudad pero sin el mismo desparpajo de los sonideros de Monterrey que marcan el correr de las horas con sus canciones.
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Los de Kolombia
Hablamos con Reynaldo Padilla, líder de Los de Kolombia, una agrupación que recupera el folclor colombiano, desde Monterrey, Nuevo León.
Al principio, a Reynaldo le pareció que a la película ‘Ya no estoy aquí’ le faltó más acción, más “broncas”, pero considera que sí refleja la realidad de un “chavo banda” que, en ese tiempo, se la pasaba en la calle haciendo nada o yendo a los bailes. Eso sí, si había una bronca, lo mandaban con la abuelita. “No vengas, güey, porque aquí anda la ley, anda la judicial”, le decían sus amigos.
“Así era el pedo, y luego en ese tiempo sí estaba el narco a todo lo que daba, había muchas matazones y todo, pero esa fue y es la realidad de la raza a la que le vale quesos la vida. La película está bien", dice el músico de Nuevo León.
Reynaldo Padilla tiene 42 años y desde hace treinta escucha cumbia colombiana. Él creció en la colonia San Bernabé, en la zona norte de Monterrey, Nuevo León, y gracias a su familia de músicos y al programa ‘Antología vallenata’ de la radio local Radio Acir en el que pasaban música de Andrés Landero, empezó a amar la cumbia. En aquellos años, ya existían grupos locales como Celso Piña, la Tropa colombiana, Los vallenatos de la cumbia y el Grupo Amaya.
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Aunque Monterrey es la cuna de la música norteña, para Reynaldo, su ‘raza’, como llama a sus compatriotas, siempre ha sido bien alivianada: “nos gusta lo guapachoso, la cumbia, lo tropical, todo eso”.
Según, Padilla, sí hubo un tiempo en el que la cumbia colombiana estaba marginada porque decían que eran de marihuanos, pero poco a poco, gracias a Celso Piña y a los sonideros que siempre ponían música en la loma, se escuchó más y empezó a gustar.
Aunque sí fue a bailar a las cumbias que se armaban en las calles de las colonias del norte de Nuevo León, Reynaldo no hizo parte de los Kolombia porque no le gustaba la forma de vestir: converse, pantalones anchos, camisetas a cuadros, rapado atrás, y gel en el capul.
“Los Kolombia todavía siguen, lo que pasa es que cambió la moda de vestir. Aún hay bailes en la calle y va toda la banda, pero pues sí hubo un tiempo en el que los narcos sí, como se dice, “cagando al palo” porque antes había muchas broncas en las que las pandillas se agarraban a pedradas y los narcos llegaron sobre ellos, pero ahí anda la raza”, dice Reynaldo.
Desde hace diez años, Padilla decidió dedicarse a la música y hace cinco creó Los de Kolombia una agrupación que toca covers de cumbia colombiana y que de vez en cuando hace alguna que otra cumbia rebajada.
“A la razita le gusta la cumbia rebajada, disfrutas más la rolita, sientes el folclor colombiano, si tú te avientas una rola rebajadita es una cumbia chida, prende la raza. Es el movimiento de los sin pilas en la grabadora”.