Siete poemas para conocer a Louise Glück, Nobel de Literatura 2020

La poeta estadounidense Louise Glück fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2020 “por su inconfundible voz poética que, con austera belleza, universaliza la existencia individual”, según anunció este jueves la Academia sueca.

Glück nació en Nueva York en 1943 y creció en Long Island. Reconocida como una de las poetas norteamericanas más influyentes de las últimas décadas, ha publicado una docena de libros de poesía, varios ensayos sobre el género, y es profesora de inglés en la Universidad de Yale, New Haven, Connecticut. Debutó en 1968 con ‘Firstborn’, ganó el Premio Pulitzer en 1993 por su poemario ‘El iris salvaje’ y el National Book Award en 2014. 

"La infancia y la vida familiar, la relación cercana con sus padres y hermanos, son temas centrales en su escritura. En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones, y nadie es tan duro como ella misma en confrontar estas ilusiones del yo", destacó Anders Olsson, cabeza del Comité del Nobel. “Louise Glück no solo está comprometida con los errores y las condiciones cambiantes de la vida, sino que también es una poeta del cambio radical y el renacimiento, en el que el salto hacia adelante se hace desde un profundo sentido de pérdida”.

La Academia destacó, entre otras, obras como 'Averno' (2006), “una colección magistral, una interpretación visionaria del mito del descenso de Perséfone a los infiernos en el cautiverio del Hades, el dios de la muerte”. De su colección ganadora del Pulitzer de 1992, 'The Wild Iris', Olsson celebró poemas como ‘Snowdrops’, que describe el milagroso regreso de la vida después del invierno y que acentúa las "errancias y condiciones cambiantes de la vida" que la poesía de Glück hace visibles.

"Ella escribe poesía onírica y narrativa, que trae de vuelta recuerdos y viajes, solo para dudar y hacer una pausa en busca de nuevos sentidos. El mundo está desanimado, solo para hacerse mágicamente presente una vez más", concluye la Academia sobre la propuesta estética de la autora de 'Vita nova' y 'Las siete edades', que este año se lleva el reconocimiento más importante del mundo literario global, que el año pasado se llevaron la polaca Olga Tokarczuk y el austriaco Peter Handke.

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Compartimos abajo algunos poemas de ‘El iris salvaje’, en traducción de Eduardo Chirinos, y de ‘Praderas’, en traducción de Andrés Catalán, para que te acerques a la escritura universal, enraizada en los mitos y refinada, de Louise Glück.

El espino

Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

De 'El iris salvaje'. Traducción de Eduardo Chirinos

El iris salvaje

Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo. 

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura. 

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos. 

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.

De 'El iris salvaje'. Traducción de Eduardo Chirinos

Escila

No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.

De 'El iris salvaje'. Traducción de Eduardo Chirinos

Maitines

Perdóname si digo que te amo: a los poderosos
se les engaña siempre, los débiles
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar
lo que no puedo concebir, y tú no revelas
virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,
siempre la misma cosa en el mismo lugar,
o a la dedalera inconsistente, que brota primero
como espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas,
y al año siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves
lo inútil que es este silencio que promueve en nosotros la creencia
en que tú puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la vulnerable
rosa, la terca margarita; nada nos queda sino pensar
que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres
que pensemos? , ¿lo que explica el silencio esta mañana,
los grillos cuyas alas no se frotan, los gatos
que en el patio no pelean?

De 'El iris salvaje'. Traducción de Eduardo Chirinos 

Mañana lluviosa

No amas el mundo.
Si amaras el mundo habría
imágenes en tus poemas. 

John ama el mundo. Tiene
un lema: no juzgues
si no quieres ser juzgado. No 

discutas este punto
con la teoría de que no es posible
amar lo que uno renuncia
a comprender: renunciar

al discurso no significa
suprimir la percepción. 

Fíjate en John, fuera en el mundo,
corriendo incluso en un día miserable
como hoy. Que
elijas no mojarte se parece a la patética
preferencia del gato por cazar aves muertas: completamente 

consistente con tus dóciles temas espirituales,
el otoño, la pérdida, la oscuridad, etc. 

Todos podemos escribir sobre el sufrimiento
con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente
algo más de ti misma; mostrarles tu clandestina
pasión por la carne roja.

De ‘Praderas’. Traducción de Andrés Catalán

La terquedad de Penélope

Un pájaro llega a la ventana. Es un error
considerarlos solamente
pájaros, muy a menudo son
mensajeros. Por eso, una vez
se precipitan sobre el alfeizar, se quedan
perfectamente quietos, para burlarse
de la paciencia, alzando la cabeza para cantar
pobrecita, pobrecita, un aviso
de cuatro notas, para volar luego
del alfeizar al olivar como una nube oscura.
¿Pero quién enviaría a una criatura tan liviana
a juzgar mi vida? Tengo ideas profundas
y mi memoria es larga; ¿por qué iba a envidiar esa libertad
cuando tengo humanidad? Aquellos
que tienen el corazón más diminuto son dueños
de la mayor libertad.

De ‘Praderas’. Traducción de Andrés Catalán

La mariposa

Mira, una mariposa. ¿Pediste un deseo?

           Uno no pide deseos a las mariposas.

Tú hazlo. ¿Pediste uno?

           Sí.

Pues no cuenta.

De ‘Praderas’. Traducción de Andrés Catalán

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