La primera canción que su mamá le enseñó en el piano fue ‘El pájaro amarillo’ que fue un escándalo para su abuela quien no admitía que la música popular retumbara en la casa de una profesora de piano. Doña Carmen Vicaría de Escobar amaba la música clásica y era la encargada de amenizar, junto a su grupo llamado La unión Musical, misas, matrimonios y grados en Buga, Valle del Cauca. Aunque María Jeannette Riveros se acercó primero al violín, a los seis años, fue el cajón negro con dientes blancos quien la acompañaría en sus peripecias por la vida.
De adolescente, Riveros se escabullía en el bar del papá de un amigo para bailar al ritmo de La Billo’s Caracas Boys, Los Hispanos y Los Graduados, y cuando la salsa comenzó a sacudir los cimientos del Valle para cambiar su ritmo para siempre, ella no fue inmune a dar los primeros pasos y a enamorarse de su sonido.
También te puede interesar La salsa, un género musical en el que las mujeres tienen protagonismo
El jazz llegó a su vida como un efecto colateral de la formación con su hermana, Constanza Riveros, quien también es pianista y en ese entonces, tenía un grupo. “Yo iba a oírla tocar y poco a poco se fue convirtiendo en mi meta: quería ser pianista de jazz, pero no, no la logré, (jajaja). Igual para mí el jazz sigue siendo una música apasionante, pero terminé volviéndome pianista de salsa porque comenzamos a armar orquestas salseras de mujeres”, cuenta María Jeannette.
Riveros realizó estudios en licenciatura musical en la Universidad del Valle y en 1978 llegó a una Bogotá que también había sucumbido a la salsa. En la capital no hubo fin de semana sin que ella bailara en sitios icónicos como el Goce Pagano o Quiebra Canto y como su hermana había conformado Yemayá, junto a la fallecida compositora y cantante María del Carmen Alvarado, Amalia Beltrán, Alba Lucía Potes y Natalie Gampert, decidió hacer lo posible para que sus amigas pudieran tocar en la ciudad.
Y así fue, de hecho, terminó siendo el segundo piano de Yemayá por un tiempo y tocaron en bares de toda Bogotá, pero al cabo de un rato, se separaron y junto a Bertha Quintero, quien años después crearía Rock al Parque junto a Mario Duarte y Julio Correal, decidieron formar otro grupo que se llamó María del Carmen Alvarado y Siguaraya con el que tocaron por un tiempo. Recordemos que en ese momento no era usual ver a un grupo de mujeres en un escenario como músicas y mucho menos de salsa.
También te puede interesar 40 rugidos de 'Pantera'
En 1985, este parche poderoso de mujeres amantes de la salsa quiso armar otro grupo, y además tomaban talleres de percusión, salían a rumbear o caían a Quiebra Canto, donde María Jeannette era barwoman. En esos encuentros, además de echar chisme y paso, conservaban la inquietud de hacer una orquesta y un día, entre chiste y chanza, decidieron hacer un listado con nombres de agrupaciones que ellas, amigos y clientes del bar propusieron y le pidieron a, los entonces porteros, ‘el Flaco’ Solórzano, Dago García y Juan Carlos Vásquez, que le preguntaran a la gente cuál era el nombre que les llamaba más la atención. De ese sondeo salió Cañabrava. Dos años después tuvieron su primera gira internacional y duraron veinticinco años dando lora y salsa a diestra y siniestra en ciudades como París, ciudades de Italia, así como Japón, Nueva York y Caracas.
Para Riveros, ellas formaron mujeres músicos alrededor de la propuesta y provocaron a chicas para que tocaran trompeta, trombón o percusión, instrumentos que estaban vedados para las mujeres. “Yo sí creo que ha tenido una evolución en el sentido de que ya hay mucha mujer música. Fuimos el útero, digo yo, de ver que aunque el papel de amas de casa es muy importante, había otras perspectivas para las mujeres”.
Aunque evidentemente ha habido un cambio respecto al rol femenino en distintas áreas y espacios, para la actual curadora artística de Salsa y Jazz al Parque, sigue habiendo resistencia. “El año pasado hablé con Las Guaracheras que vinieron a Salsa al Parque y decían que seguía siendo difícil puesto que son muy pocas las orquestas que llaman a las mujeres a tocar siendo unas intérpretes brillantes. Entonces la salsa sí evoluciona, la gente evoluciona pero no hay una proyección, un acompañamiento, un estímulo a que la mujer haga parte de esto”, afirma.
También te puede interesar Salsa, nación y economía musical junto a Yuri Buenaventura en #ElPodcast
Y no solo los músicos han sido reticentes a integrar a mujeres a sus filas o a darles un lugar como profesionales. Años atrás, Cañabrava fue invitado a tocar en un sitio en Girardot y la persona que les dio hospedaje dividió a las músicas: las solteras en la parte de adelante de la finca, y las que fueron con sus novios, que hacían de guardaespaldas, en la parte de atrás. El dueño pidió hablar con la cantante y cuando ella salió de ese encuentro, les contó a sus compañeras que el hombre tenía malas intenciones. Aunque intentaron hacer el reclamo, tuvieron que salir corriendo a la carretera porque les tiraron un perro doberman para perseguirlas y tuvieron que prácticamente volar hasta la carretera para huir de aquel lugar.
“También hubo cosas lindas como la recepción del público; hombres y de mujeres nos miraban como atrevidas, osadas y feministas. Además de haber hecho parche de mujeres y amigas, que hasta el día de hoy permanece, hay una solidaridad inmersa muy grande”, dice María Jeannette con una sonrisa.
Comité de Salvación Pública del Oído
Además de ser un movimiento artístico, la salsa también fue un refugio para quienes encontraron en sus ritmos y letras un lenguaje común. En las noches en las que María Jeannette trabajaba como barwoman, incluso en las que no, se armaban tertulias de estudiantes, músicos, escritores y actores, y según un registro encontrado en un blog, en uno de estos encuentros se formó el Comité de Salvación Pública del Oído.
Según reza el manifiesto
“Entre las más sonadas campañas que emprendimos con El Comité de Salvación Pública del Oído, con Enrique Santos Calderón, Gerardo Reyes, Orlando Bohorquez, Óscar Germán Orjuela, Alfredo Escobar y Jeannette Riveros, podemos regocijarnos de haber agitado el ambiente con el FRAM (Frente antimerengue), que el momento actual demanda reemplazarlo por el FRANREG (Frente antireguetón idiotón), que es la plaga contemporánea que nos azota y amenaza con quebrantar y difuminar nuestra identidad cultural y musical latinoamericana”.
“No me acuerdo de esto, pero está más vigente que nunca. Ahora que lo pienso, (se pone la mano en la barbilla y luego se acomoda el pelo rubio) me parece verme reunida con ellos y ese manifiesto debe haber sido promovido por Pagano (César Pagano, fundador de los bares de Salomé Pagana y Goce Pagano) que dice reguetón, idiotón. Eso debió ser en una noche de bohemia en las que botábamos corriente, hacíamos tertulias y oíamos cosas rarísimas de salsa y jazz en Salomé Pagana”, cuenta Riveros entre risas.
Al tiempo de tocar con Cañabrava, María Jeanette Riveros se infiltraba en cuanto concierto de salsa o jazz hubiera en Bogotá, y en los bares, cuando la timidez no le ganaba, se subía a la tarima a tocar el piano y hacer una ‘descarguita’. En esas, conoció a Rodrigo Morales y Guillermo Pedraza quienes la invitaron a ser parte de La Charanga de la Candela, donde fue la única mujer de la agrupación. A su vez, hizo parte de un movimiento de músicos que, en ese entonces, querían organizarse y formaron La Unión Colombiana de Músicos donde fue tesorera y representante de orquestas y agrupaciones. Gracias a esa sed musical, su colega de agrupación, Guillermo Pedraza, entonces gerente de Música del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, la invitó a trabajar como productora y realizadora en proyectos como Filarmónica al Parque y Sinfónica al Parque. Después de años de trabajo conjunto, en 1999, la llamaron como coordinadora artística del segundo Festival Salsa al Parque.
Desde entonces ha traído artistas de la talla de La Sonora Ponceña, Los Hermanos Lebrón, Los Van Van de Cuba, Gilberto Santa Rosa y Richie Ray. De este último cuenta: “Ver yo al artista que amaba y admiraba musicalmente fue conmovedor. Siempre quise tocar el piano como él, pero obviamente nunca llegué a ese nivel, como si fuera Chopin. Se me escurrieron las lágrimas”, narra Riveros.
La apuesta curatorial de María Jeannette Riveros para el Festival Salsa al Parque se basa en la conservación de la esencia de la salsa y sin alejarse de ella, trae sonidos contemporáneos que no deben ser conocidos necesariamente. “Mi objetivo es visibilizar lo invisible y fomentar el movimiento musical artístico de estos chicos o de estas nuevas agrupaciones hacía afuera. También trato de ser pluralista porque hay darle gusto a todo el público, yo no puedo a pelear con el gusto de la gente, pero también hay que mostrar lo que no suena en la radio, formar públicos y, dar a conocer otras dimensiones alrededor de ese género”, concluye.
Aunque actualmente escucha más jazz, que otra cosa, reconoce que si algún día pudiera elegir salir una noche con Héctor Lavoe, Willie Colón o Ismael Rivera, ella preferiría a Ismael Rivera sobre todos.
Si quieres ver lo que va a ocurrir este fin de semana en el Festival Salsa al Parque, mira este capítulo de #Fractal