Los impactos en la salud mental del estigma por la COVID-19

Los mensajes hielan la sangre. “Doctor, si no se va, matamos a su esposa e hijos”, se leía en una pared a la entrada del apartamento de un trabajador de la salud en el norte de Bogotá en abril pasado. En Barranquilla, el indignante caso del intensivista e internista José Julián Buelvas Díaz, quien recibió coronas de flores en su apartamento y subió un conmovedor video a sus redes sociales denunciando amenazas de muerte, prendió todas las alarmas e hizo ver con crudeza las consecuencias de la estigmatización que ha desencadenado la pandemia hacia el personal médico. Más aún: hacia cualquier persona sospechosa de tener (o haber tenido) COVID-19.

La preocupación es global. En el Alcázar de San Juan, en España, sonó con estridencia un caso similar de los cada vez más constantes mensajes intimidatorios hacia vecinos que presuntamente representarían un riesgo de contagio para la comunidad: “Somos tus vecinos y queremos pedirte, por el bien de todos, que te busques otra vivienda mientras dura esto, ya que hemos visto que trabajas en un supermercado y aquí vivimos muchas personas. No queremos más riesgos”, decía un panfleto intimidatorio en la puerta de la casa de la trabajadora Miriam Armero.

Como señala un informe de prevención preparado por la Cruz Roja y la UNICEF, el brote epidémico actual de COVID-19 efectivamente “ha causado estigmatización social y comportamiento discriminatorio hacia personas de cierto origen o contexto, así como hacia cualquier persona que se percibe haya estado en contacto con el virus”. Según estas organizaciones, este comportamiento ha empujado a la gente a esconder la enfermedad para evitar la discriminación, ha motivado a algunos a abstenerse de buscar atención médica inmediata y a evitar que adopten comportamientos saludables. 

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Varios especialistas advierten que las tasas de ansiedad, depresión y estrés han aumentado y seguirán aumentando en todo el mundo. “Paralelo a la pandemia del COVID-19 existen una serie de factores psicológicos y sociales muy significativos a los que no se les ha prestado mayor atención. Uno de ellos es el estigma”, explica el doctor Carlos Arturo Cassiani Miranda, médico psiquiatra, especialista en Pedagogía para el Desarrollo del Aprendizaje Autónomo y magíster en Drogodependencias, quien coordina la Red Internacional para la Reducción del Estigma (RED Estigma). “La población en general está manifestando prejuicios y actitudes estigmatizantes, discriminatorias y comportamientos violentos hacia todo lo relacionado con el virus, especialmente hacia los trabajadores de la salud, las personas contagiadas y sus familiares”. 

En este tiempo, que debería llamar a la solidaridad y la comunión frente a una crisis de salud pública sin precedentes en el mundo contemporáneo, es alarmante que escenas como las de arriba se hayan vuelto tan frecuentes: médicos a quienes expulsan de sus edificios, vecinos a quienes juzgan violentamente por ser sospechosos de haber contraído el virus o por tenerlo, ciudadanos enfermos que, además de la preocupación por su salud, deben vivir con miedo al estigma social. 

Con la campaña “En tiempos de COVID, propaga la empatía”, desde el Canal Trece queremos arrojar luz sobre los impactos en la salud mental que produce el estigma y la violencia hacia personas con (o sospechosas de estar contagiadas de) COVID-19. Es urgente, de cara a esta realidad, buscar herramientas o estrategias que nos permitan, si somos víctimas o testigos de situaciones así, saber cómo actuar

Para tener unas pautas de comprensión preliminares frente a ese peligroso coctel que se está produciendo en el cruce entre los actos de estigmatización y la salud mental de los colombianos, hablamos con la psicóloga Ana Marcela Uribe Figueroa, magíster en Psicología Clínica, especialista en Evaluación y Tratamiento en Trastornos Emocionales y Afectivos y docente e investigadora de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. 

Imagen de la campaña "En tiempos de COVID, propaga la empatía". Ilustración por Valentina Domínguez

Muchas personas que tienen o han tenido COVID-19 deben enfrentarse a actos de estigmatización y rechazo dentro de sus comunidades (son a veces juzgados y marginados de sus edificios, vecindarios o lugares de trabajo). ¿Qué impactos has detectado que produce este estigma sobre la salud mental de las personas?

En general toda discriminación puede afectar la salud mental de las personas, pero en este caso hay un agravante que tiene que ver con la incertidumbre de la respuesta de la enfermedad en su cuerpo. La persona ni siquiera sabe a que se está enfrentando o se enfrentó y qué consecuencias traerá para su salud. Es por esto que a esta discriminación —que por si sola genera alteraciones en el estado de ánimo, como depresión o distimia— se suman síntomas de ansiedad, problemas de sueño, desmotivación laboral y/o académica, entre otras condiciones que afectan el bienestar.

¿Por qué crees que la reacción de algunos ciudadanos es tan agresiva frente a las personas que han sido afectadas por el virus?

Las personas pueden reaccionar de forma agresiva con las personas afectadas por este virus por varias razones, pero hay dos elementos íntimamente relacionados: el miedo y el desconocimiento. El miedo a la enfermedad, a contagiarse y a morir. Con el desconocimiento de las formas de contagio, las personas pueden aumentar su conducta de alarma y considerar una amenaza inminente a las personas que han tenido o tienen COVID-19, independientemente de que cumplan con el distanciamiento físico y usen las medidas de protección requeridas.

¿Cuáles son las consecuencias psicológicas más frecuentes que has visto que derivan del maltrato hacia personas que tienen o han tenido COVID-19? 

El bienestar de una persona que ha sufrido maltrato de parte de otras personas a causa de tener o haber tenido COVID-19 se ve afectado de muchas formas. Me gustaría mencionar los posibles síntomas que se pueden presentar. Primero, el nivel de ansiedad se incrementa cuando debe salir de su zona de seguridad —por ejemplo, su lugar de residencia— por el temor de ser maltratado o maltratada nuevamente. Así mismo, se pueden desencadenar síntomas depresivos a causa de su percepción de rechazo de parte de otros y aislarse incluso de sus seres queridos. Y pensando no solo en sus síntomas sino en las acciones que se puedan presentar, existe el riesgo de generar conductas violentas a partir de la ira que pueda generarle su experiencia de maltrato. Realmente son múltiples las consecuencias, estas solo son algunas de las más visibles.

La Cruz Roja ha detectado que el estigma asociado a tener o haber tenido COVID-19 lleva a la gente a esconder la enfermedad para evitar la discriminación, a abstenerse de buscar atención médica inmediatamente y a evitar que adopten comportamientos saludables. ¿Cómo se pueden mitigar esas afectaciones? 

Desde una mirada de promoción en salud y prevención de la enfermedad, se deben incrementar las estrategias de difusión de la información científica de la enfermedad. Eso debe hacerse de una forma cercana a la población, que permita que las comunidades —a partir de sus niveles de formación académica, de su cultura, sus creencias y sus condiciones económicas— puedan entender los riesgos que tienen y romper con mitos que están direccionando a desconocer los riesgos y a la disminución de conductas de cuidado. Entendiendo la situación actual, a lo que la sociedad se ve enfrentada a causa de esta pandemia, con esa información se podría disminuir la discriminación, incrementar el autocuidado y generar acciones comunitarias en beneficio de todos. 

¿Qué efectos psicológicos a largo plazo pueden quedar en personas estigmatizadas y señaladas por haber padecido la enfermedad?

Puede generar desde consecuencias en su comportamiento social, aislamiento, desconfianza o desinterés por pertenecer a grupos hasta condiciones clínicas, como estrés postraumático, que en comorbilidad con depresión o ansiedad pueden afectar la calidad de vida de personas que además de haber padecido una enfermedad —y que, en algunos casos, han sufrido la pérdida de personas importantes a causa de la enfermedad— también deben vivir con el recuerdo de experiencias de estigmatización. 

Si uno como compañero, familiar o vecino detecta esas agresiones, ¿cuál es la mejor ruta de acción? ¿Cómo apoyar a alguien que ha sufrido una afectación psicológica derivada de esos estigmas?

Debemos ser conscientes de que en nuestra familia, en nuestro barrio, en el lugar de trabajo o en cualquier contexto al que pertenecemos puede haber alguien que tiene o ha tenido COVID-19. Incluso en algún momento podamos ser nosotros mismos los que la tengamos. Por eso, desde ahora, promovamos en los espacios donde interactuamos una actitud empática, recordemos que las personas que se han enfermado, ya sea porque no tomaron las medidas de protección suficientes o no saben en qué momento sucedió, a pesar de sus cuidados, posiblemente estén sufriendo, se sientan preocupados por la salud de sus seres queridos o incluso culpables por la pérdida de alguien. 

Si promovemos la comprensión, la estigmatización disminuiría. Sin embargo, si ya conocemos a alguien que está afectado psicológicamente por culpa de esos estigmas, motivémoslo a hablar de sus emociones y recordémosle que las gobernaciones, secretarías locales e incluso algunas IPS están ofreciendo atención psicológica tanto de forma presencial, como por medio de la telepsicología y que, al recibirla, el profesional le brindará herramientas para manejar las situaciones que le están afectando no solo física sino emocionalmente.

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