“Las estrellas ardiendo como diamantes rebeldes”: una crónica de The Killers y Hot Chip en Colombia

Llevo más de casi doce horas despierta. Aunque llegué a casa a la 1:30 de la madrugada, la euforia solo me dejó dormir pasadas las 2:00 a.m. Los responsables: Hot Chip y The Killers, a quienes pude ver en ese martes 8 de noviembre y que guardaré en mi memoria como uno de los mejores conciertos a los que he asistido este año.

Todo valió la pena. Hasta las escasas tres horas de sueño que tengo mientras escribo esto.

La aventura comenzó temprano. El nuevo Coliseo Live, que fue inaugurado en agosto pasado, queda saliendo de Bogotá por la calle 80 (para quienes no han venido a la ciudad, esta es la salida que lleva hacia el noroccidente del país) y realmente la vía no está adecuada para albergar a los más de 20.000 espectadores que entraríamos al recinto.

Imagen por Julián Ossa. 

La ansiedad en el camino cada vez se hacía mayor. Recordé la primera vez que vi a The Killers en Colombia, hace cuatro años en el Festival Estéreo Picnic, y no imaginé que me cautivarían tanto. Y eso que caía un torrencial aguacero.

Luego de dos horas de viaje logramos ingresar al lugar sin ningún problema. Cada vez se acercaba más el momento de que apagaran las luces y el show iniciara. Se sentía la emoción en el ambiente.

A las 8:15 de la noche salió al escenario Hot Chip. La fiesta comenzaba, aunque aún se veían bastantes espacios vacíos que se fueron cubriendo con gente que bailaba mientras avanzaba la presentación de la banda británica. Tocaron canciones que me gustan como “Ready for the Floor” —en una versión con toques de disco y más lenta que la original—, “Over and Over” y “I Feel Better”, con la cual cerraron su presentación dejando el Coliseo, ahora lleno, listo para la descarga que se venía.

A las 9:50 de la noche se iluminó la tarima bajo una atmósfera azul. Un gran estallido de papeles anunciaba que The Killers se tomaría el escenario y nuestra atención por las siguientes horas. La canción de apertura fue “My Own Soul’s Warning” y, de fondo, la pantalla fue ocupada por la pintura “Dance of the Wind and Storm” del artista Thomas Blackshear, que ilustra la portada de su álbum Imploding the Mirage. Se sentía cómo la energía aumentaba cada vez más y toda la gente comenzaba a saltar.

Brandon Flowers, vocalista de la banda, nos saludó con su sonrisa contagiosa y entramos en su historia siendo parte de este momento único. Dijo un par de palabras en español, lo mejor pronunciadas que pudo, y culminó diciendo: “Es suficiente saber que tú y yo existimos en este momento”, antes de que comenzaran a sonar los primeros acordes de “When You Were Young”.

Imagen por Julián Ossa. 

Seguimos prendidos a la historia que nos querían contar, buscando en medio de las luces el infinito (elemento importante en la puesta en escena) mientras sonaba “Jenny Was a Friend of Mine” seguida de “Smile Like You Mean It”, canciones que hacen parte de su primer álbum, Hot Fuss, lanzado en el 2004, con el cual los conocí.

Los círculos azules que estaban en la pantalla de atrás hicieron resaltar la presencia de las tres coristas, quienes le inyectaban el aire femenino al escenario. Una de ellas sorprendió varias veces con uno que otro instrumento acompañando las canciones.

Flowers, que no paraba de moverse y de saltar, seguía alentando a que todas las personas siguiéramos su frenesí y, mágicamente, lo logró con pequeñas frases como: “¿Están listos?”. Con esos gestos consiguió que todo el Coliseo saltara y se creara una especie de terremoto acompañado de un cielo estrellado que iluminaba la pantalla, que cubría de lado a lado la tarima.

Siguieron el repertorio con “Shot at the Night” y “Running Towards a Place”. Luego, una de las más solicitadas por la audiencia, “Human”, con una de las frases más representativas de la banda: “Are we human or are we dancer?”. Subió la temperatura en el ambiente, sentí a mi alrededor solo gente feliz, saltando y gritando. Fue tanta la energía que Brandon decidió pedir un corte de dos minutos y, al salir, apareció sin chaqueta, con una camisa amarilla muy a su estilo particular, para continuar el espectáculo con “Spaceman”.

Imagen por Julián Ossa. 

La fascinación que sentía llegó a uno de sus puntos máximos cuando tocaron “Somebody Told Me”, la canción con la cual llamaron mi atención hace dieciocho años; en ese entonces, una inocente Carolina escuchaba la radio y grababa las canciones que más le gustaban en cintas de casete que reutilizaba cada vez que una nueva canción volaba su mente. Esta canción de The Killers aún queda en ese casete, así como el recuerdo de verla en vivo quedará por siempre en mi memoria.

El ambiente se tornó un poco más calmado mientras interpretaban “Runaway Horses” y “A Dustland Fairytale”, ambas lanzadas en los últimos dos años. Volviendo a los clásicos continuaron con “Runaways” y “Read My Mind” y yo me sentí en Las Vegas cantando: “Oh well, I don't mind if you don't mind, 'Cause I don't shine if you don't shine”.

La banda, cada vez más unida y sólida, siguió interpretando “Dying Breed” y “Caution” bajo un manto de pólvora que se adueñó de la tarima por unos minutos. Luego, su frontman dijo eufóricamente: “I call somebody I'm a soldier” y comenzó a sonar “All These Things That I've Done”. Todo el lugar, de nuevo, se volvió un torbellino de emociones. Todos cantábamos al tiempo: “I've got soul, but I'm not a soldier”. Al terminar la canción, una luz invadió todo el espacio. Parecía terminar este momento de eternidad y sentí cómo todos estábamos un poco agotados, pero queríamos más.

Imagen por Julián Ossa. 

Luego de varios minutos volvieron con “The Man”, en medio de un estallido de papeles amarillos, azules y rojos; ahora, Brandon estaba vestido con una camisa azul y la imagen de la estatua de Michelangelo de fondo. Continuaron con “The Boy”, con unos aires ochenteros y algunos toques de la canción “A Little Respect”, de Erasure.

Se acercaba el final. Sonó “Just Another Girl” y, al teminar el tema, Brandon dio las gracias y anunció la canción más conocida de la banda, “Mr. Brightside”. En ese momento, la gente gastó sus últimas energías en corear y bailar hasta los últimos acordes. Yo no podía creer que iba a terminar ese momento.

Mi cabeza sigue coreando, recordando las frases que más me marcaron. Siento el paso del tiempo y descubro que The Killers es de esas bandas que me hacen sentir como hace quince años, como aquella adolescente que aún se niega a crecer y quisiera vivir por siempre en los lindos momentos que brinda la música en vivo.


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