Identidad e independencia: La Columna de Fuego y el primer álbum de rock folclórico colombiano

Imágenes: Redalyc.org – 'Apropiaciones de la modernidad cultural'

En los 70’s el rock colombiano se encontró por primera vez con los sonidos folclóricos del país, particularmente con los de las costas colombianas y, por un momento efímero, los tambores del Pacífico y los vientos del Caribe se mezclaron con guitarra bajo y batería y nos regalaron joyas como La Columna de Fuego. En ese momento a casi a nadie pareció importarle. Sin embargo, La Columna y su único álbum de estudio 'Desde España' sentó las bases de la alquimia rock-folclor, y le dio, por fin, una suerte de identidad y de independencia al rock colombiano, que todavía no acabamos de descubrir ni mucho menos de entender.

El rock y los sonidos del folclor colombiano han estado cerca desde el inicio mismo del movimiento rocanrolero. Dicen que el rock llegó primero por la Costa Caribe, y que fueron músicos y cantantes como Aníbal Velásquez o Carlos Román y su conjunto vallenato los que en los años 50 empezaron imitando el sonido pegajoso del rocanrol de Bill Haley & His Comets o de Jerry Lee Lewis. Corrían los años 60 y el rocanrol se expandía por el país con la moda go-gó y ye-yé, y la música tropical colombiana se tomaba los salones y radios colombianas con agrupaciones como las orquestas de Lucho Bermúdez y Pacho Galán o el mismo Aníbal Velásquez, que punteaba en la radio.

Mientras el boom del rocanrol pasaba, la música tropical reinaba y se quedaba con la atención de la incipiente industria musical, que encontró en las grandes orquestas una especie de identidad musical, que muchas veces negó otras herencias musicales latentes del país.  Fue un tiempo de transformaciones importantes, tanto para la música tropical como para el rock colombiano, que se dividió entre los que seguían una línea comercial mucho más cercana al pop, con artistas como Óscar Golden o Harold Orozco; y un sonido mucho más experimental, cercano al rock progresivo, psicodélico y curioso de las músicas tradicionales colombianas, con agrupaciones como Banda Nueva, Malanga, Génesis, Siglo Cero y luego, por supuesto, La Columna de fuego. Parecía entonces que la búsqueda de independencia musical separaba al rock de los sonidos tropicales, y lo ponía al margen de “la música colombiana” y de la industria que nacía con ella.

Aníbal Velásquez

La Columna surgió justamente cuando murió Siglo Cero, un delicado y potente proyecto de rock experimental que había sido liderado por dos de los arquitectos del rock colombiano: Humberto Monroy en el bajo y Roberto Fiorilli en la batería. Siglo Cero, como muchas de las bandas de rock que apostaron por un sonido propio le dijeron adiós a la música pronto, y nos dejaron apenas un trabajo discográfico: el LP 'Latinoamérica', prensado bajo el sello independiente Zodiaco. La tremenda dificultad de hacer música independiente ya terminando los años 60 impidió que bandas como Siglo Cero prosperaran, y así muchos músicos tuvieron que migrar a orquestas y bandas comerciales para poder vivir de lo que sabían y amaban hacer. Y La Columna de fuego no fue la excepción.

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Después del fracaso comercial de proyectos musicales interesantísimos a los que la industria colombiana les había dado la espalda, y con la intención y necesidad de tener un peso en el bolsillo, la Columna de Fuego empezó a tocar en locales y clubes nocturnos como el San Martín o el Candilejas, en donde le hacían los intermedios a la Orquesta de Lucho Bermúdez y tocaban lo que la noche les fuera pidiendo. Hasta este momento, el rock y la música tropical iban por caminos separados, casi como si estuvieran listos para ser unidos por la Columna de Fuego. La formación inicial tuvo a Jaime Rodríguez, ex integrante de Los Ámpex, en la guitarra; a Marco Giraldo en el bajo y en las voces; y a Roberto Fiorilli, ya reconocido por formar parte de The Speakers y The Time Machine, en la percusión y las voces.

Una noche de tantas, tocando en el antiguo Castillo de Chapultepec se encontraron con Danza Negra, una banda de Buenaventura. Esa noche se presentaron junto a un grupo de tamboreros y bailarines de la región. El grupo cautivó la atención de la Columna. La fuerza y la expresividad que vio Roberto en la tarima, lo hizo querer meter la cabeza en los sonidos del Pacífico, y así la Columna de Fuego terminó convirtiéndose en un ensamble de rock y sonidos del Pacífico y luego del Caribe. Su propósito fue virar el folclor nacional y reinventarlo a partir de una mezcla que gravitaba entre el rock y la herencia jazzera del momento, y durante algún tiempo, aunque de manera irregular, lograron seducir a parte de la prensa y la televisión y luego a la disquera RCA Víctor.

Con esta idea, la banda se encontró con el investigador musical chocoano Esteban Cabezas, reconocido folclorista, experto en músicas tradicionales colombianas, con quien terminaron componiendo uno de los himnos olvidados del rock y de la música colombiana: 'La Joricamba'. En ese debut, la Columna le mostraba al país un eclecticismo genial y poco conocido, en el que se fusionaban el rock con bambucos, guabinas, currulaos y cumbias.  

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Ese primer sencillo de la Columna, producido por Édgar Restrepo en el sello Polydor, contó con la participación de 2 tamboreros tradicionales del grupo Danza Negra, César y Everth, el bajista Guillermo Guzmán 'Marciano', quien luego tocó con Génesis, y finalmente Álvaro Díaz, ex vocalista de Young Beats, en el cencerro. Además, tenía en la Cara B a Cristal 5/4, una composición sincopada de Roberto Fiorilli en homenaje al músico Dave Brubeck y su famosísima 'Take Five'. En su contraportada se leía: “La Columna de fuego consumó el nuevo comienzo. Experimentando, evolucionando, el músico individuo nació. La columna de fuego abre el camino”

La banda siguió tocando por su lado y todos los mechudos corearon como suyas las líneas de “Aunque mi amo me mate, a la mina no voy”, lo que les permitió llegar a tarimas como la del Teatro Popular de Bogotá (TPB) o al Festival Ancón en Antioquia.

Aunque la banda tenía un relativo éxito con el público, comercialmente no tenía mucha salida y estuvo en suspenso durante algunos periodos, mientras los músicos trabajaban por su lado en proyectos que eran económicamente rentables. Aunque muy pocos estuvieron convencidos del proyecto, y la banda tuvo que reemplazar a varios integrantes constantemente, poco a poco se fue construyendo un grupo sólido que encontró en la fusión del rock y los sonidos de las costas, su identidad y su independencia. Al tiempo, fueron llegando nombres como los trompetistas Mauro Ferri y Adolfo Castro, el trombonista Jairo Gómez, el congolero Danilo Escobar (luego reemplazado por Daniel Basanta) y el nuevo guitarrista César Hernández, con quienes la Columna de Fuego empezó a figurar en algunas pantallas de televisión y periódicos.

Uno de esos oyentes fue Leonor Mina, la negra grande de Colombia, una de las figuras más importantes de la música del Pacífico colombiano. Por idea de Esteban, el grupo empezó a hacer presentaciones con Mina por todo el país, y allí recaudaron dinero para irse de gira por 16 países de la Unión Soviética, Alemania Oriental y España. De esa odisea, por fortuna, nos quedó este hermoso documento para la historia de la música:

La gira fue un éxito. Incluso terminaron grabando allá su único LP, prensado por la RCA Víctor, sello que también había publicado en Latinoamérica a bandas como Almendra o Arco Iris.  'Desde España' fue el último trabajo de La Columna, debido a que muchos de sus integrantes, cansados de la falta de apoyo a la música que realmente querían hacer en Colombia, terminaron emigrando a Europa o volviendo a casa, como fue el caso del italiano Roberto Fiorilli. Quién lo diría, la búsqueda de independencia de La Columna terminaría en España, fuera de casa y con un país que, sin saberlo, los veía morir de lejos.

 

El LP 'Desde España' es un viaje de 12 canciones que nos lleva por todas las etapas de La Columna de Fuego y reúne las 12 canciones que compusieron Jaime Rodríguez, Roberto Fiorilli y Esteban Cabezas desde finales de 1969 a 1974. Es un viaje por el currulao, el funk, la cumbia, el latin jazz y el rock progresivo, que pone los pelos de punta cuando te percatas que tiene casi 50 años y que ni siquiera fue producido en el país. El viaje empieza con 'Carnaval en Barranquilla', una canción que abre el disco con el que parece ser un tambor alegre o cununo repicador, que entre líneas de bajo rápidas da la sensación de un funk mezclado con porro, que te lleva varias veces del Caribe a Bogotá.

En canciones como 'Cumbia',  la guitarra, la batería y los vientos son los protagonistas y elaboran cambios repentinos de una especie de funk mezclado con afrobeat, a sonidos de cumbia, que dan la impresión de que Cartagena está a media vuelta de New Orleans y que la tierra de James Brown, de Tony Allen y de Pedro Laza es la misma. Y de pronto lo es. La herencia africana del disco es total, y en todas las canciones la presencia de las percusiones afrocolombianas o de las guitarras y bajos funkeados es central. Es un disco que combinó, sin el mayor reparo y con una naturalidad casi solemne, los sonidos que formaron a toda una generación. En canciones como 'Manigua de tambores' la batería y el tambor se funden en un mismo sonido, cálido y natural, que nos recuerda la importancia que siempre ha tenido y siempre va a tener el ritmo y los compases rudimentarios, que son la base y fueron el inicio de la música.

El disco continúa con hibridaciones musicales interesantes como 'Nostalgia', donde encontramos una especie de soul con latin jazz y bossa nova que solo La Columna puede interpretar con una melancolía alegre como el sonido de la marimba de chonta. La obra cierra con 'Tenmandumba', nombrada como un mítico gobernador angolés, expresa perfectamente el espíritu y el sello de la banda: un vértigo musical de sonidos colombianos, de músicas tradicionales fusionadas con sonoridades modernas de lo que genéricamente podríamos llamar rock. La canción empieza con unos tambores rápidos y una voz alegre gritando al mejor estilo del mapalé, pero en seis segundos la batería, el bajo y las trompetas la transforman de inmediato en una suerte de mambo con una guitarra eléctrica casi imperceptible, que la mantiene anclada siempre al rocanrol. Y lo que empezó como un mapalé, apenas en el primer minuto de la canción se convierte en un funk sabrosísimo con una voz cantando en lengua africana, y remata el disco un solo de trompeta a lo Miles Davis.

Después de la grabación de 'Desde España' y del tour por Europa al que llegaron a sumarse músicos como Francisco Zumaque, Luis Felipe Bustos y Armando Velásquez, la Columna de Fuego desapareció. El primer intento de fusionar el rock con músicas tradicionales murió demasiado pronto y fuera de casa. Muchos de sus integrantes se quedaron en España, en donde sintieron que su trabajo era más apreciado, y terminaron creando agrupaciones como la Banda Salsa.

El periodista musical Juan Carlos Garay escribió en Balsa de Fuego que 'La Joricamba' era como si Black Sabbath hubiera hecho alguna vez un currulao y que, por supuesto, el país no estuvo -y quizá no está todavía- preparado para tremenda combinación. En ese mismo libro nos cuenta que en 1974, el año del final de La Columna de Fuego, fue como “si los músicos se hubieran cansado de soñar” y que “de un momento a otro, nos quedamos sin música”. De 1964 a 1974 se publicaron más de 35 discos de rock colombiano, mientras que desde el 74 hasta entrados los 80, apenas unos 5. Decir que el fin de La Columna de Fuego marcó el principio de un momento de declive del rock colombiano, aunque apresurado, es una muy justa sospecha. Sea lo que sea, la Columna cambió el rock y la música colombiana para siempre, y probablemente ninguna banda e incluso ningún gobierno ha podido unir hasta hoy, de manera tan armónica y tan natural, nuestras dos costas con el centro del país.

La deuda histórica de Colombia con La Columna de Fuego es gigante, y sorprende que, en pleno auge del rescate y la fusión de ritmos y sonidos colombianos tradicionales, no haya habido un homenaje visible a grupos como este, que hicieron posible un mundo sonoro en el que Black Sabbath toca currulao y Pacho Galán le jala al funk. Nosotros, los ciudadanos de a pie, lo mínimo que podemos hacer es celebrar y compartir el único trabajo discográfico que nos dejaron, así no entendamos por completo frente a lo que estamos. Igual podemos sentir canciones como 'La Joricamba' y gritar, como seguro muchos mechudos le gritaban a la industria musical colombiana de los 70: “Él es tu amo, él te compró (...) Se compran las cosas, a los hombres no… aunque mi amo me mate, a la mina no voy”, y demostrar que desde los 70, así fuera casi un suicidio, era posible encontrar un sonido con identidad e independiente. ¿Por qué hoy no?

 

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