Foto del Fanpage de Facebook de The Criollos
La memoria de los Llanos no siempre se encuentra en los libros de historia. De hecho, la música se ha convertido en un vehículo de las tradiciones, personajes y anécdotas que hoy por hoy se replican inmortales en las bocas y oídos de hijos, tanto nativos como adoptivos de esta región.
Y es precisamente el joropo con sus golpes recios, sus cuerdas tersas a punta de dedo diestro, su arpa mágica, sus maracas galopantes y su cuatro prieto uno de los símbolos más importantes de esta región que ha sabido conservar y fomentar este género como tradición.
Sin embargo, es necesario contemplar que en esa exploración de sonidos que cada músico realiza, a veces es inevitable dejarse llevar por alguna que otra aventura hacia otras esquinas sonoras que puristas muchas veces consideran una aberración.
Esa defensa por la libertad de crear, no como pérdida de la raíz sino como otra manera de contar una cultura, es la apuesta de cuatro agrupaciones llaneras: Canapiare, Chimó Psicodélico, El Cuatro y The Criollos que se unieron bajo el nombre de ‘Joropo Alternativo’.
"Hay que tener en cuenta que las fusiones en la música llanera existen desde los años sesenta. Y cuando nosotros (Canapiare) empezamos a fundir los sonidos urbanos con los del Llano, fuimos encontrando a bandas que habían estado haciendo lo mismo y quisimos conocerlos. Ahoritica Joropo alternativo es un parche de amigos grandísimo. Somos un solo equipo, un solo movimiento con estilos diferentes ", dice Jaissonn Rozo, vocalista de la agrupación.
Para Germán Mora, de The Criollos, el hecho de que las cuatro agrupaciones hayan decidido emprender el camino de la experimentación se debe a que, sin conocerse, llegaron a la conclusión de que si la música llanera no se exploraba, o busca otra sonoridad, no iba a salir del Llano. "Los clásicos salieron hace veinte o treinta años y la gente lo sigue oyendo hoy, pero lo que salió de treinta años hacia acá, la gente no lo escucha".
Guillermo Díaz, de El Cuatro, cuenta que en esa búsqueda por rellenar la mayor cantidad de matices sonoros de su esencia, él y muchos otros de su generación, que eran de una provincia y llegaron a la ciudad, se encontraron con otros ritmos, con otras dinámicas y con otra gente y en algún momento hubo una negación de la tierra por inmadurez para luego volver a acercarse a sus raíces. "Tenemos nuestros ancestros y la tierra, pero también vivimos en la jungla del cemento y cuando uno es consciente de eso, logra complejizar tanto un pedazo de tierra como la otra. Ese lenguaje criollo, el lenguaje musical, el rock y el pop también lo nutren a uno", dice.
Para Camilo Guerrero, de Chimó Psicodélico, la cultura llanera está plasmada en las canciones por tradición oral y los intérpretes llaneros son como juglares. "Si podemos plasmar esas historias en temas que lleven la raíz llanera con un componente de rock, por ejemplo, puede llegar a mucha más gente y se puede transmitir un mensaje de una manera más amplia".
Hablamos con ellos sobre joropo, canciones, llanuras y fusiones. Pensamientos de mentes y corazones itinerantes entre el campo y la urbe que en ocasiones rompen ese lugar común de lo que uno cree que es el paraíso de los Llanos.
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Jaissonn Rozo – Canapiare
Jaissonn viene de una familia de cantantes. Para él, su voz es su instrumento. Cuando era pequeño recuerda haber espiado a músicos a través de la ventana de un sitio de música llanera en Casanare y recuerda haber visto a sus tíos y abuelos bailando joropo. El joropo le trae olor a campo y olor a familia.
Cuando Canapiare comenzó a fusionar el joropo con otros ritmos, encontró a gente que le dijo que se había tirado el folclor. También hubo otra que cambió su percepción y que hoy apoya a su agrupación. "Nosotros damos una mirada a la cultura llanera desde nuestros sonidos, y para la gente que tal vez no conozca los Llanos es la invitación: conózcanos y úsenos como puente para conocer una cultura bellísima".
Germán Darío Mora Gualdrón – The Criollos
Cuando era niño no le gustaba la música llanera y se entregó al rock gracias a Queen. Germán era un llanero urbano que brincaba en cicla, hacia skate y jugaba videojuegos hasta que un día su mamá, cansada de verlo pasar su tiempo así, le dijo que aprendiera a tocar el arpa, y su primo se la fabricó y entregó una semana después. Cuenta Germán que esa noche no durmió por estar mirándola y tocándole las cuerdas de arriba abajo.
Desde 2015, The Criollos ha incorporado blues, bolero, balada, funk, reggae y músicas tradicionales latinoamericanas a la música llanera. Pero en sus inicios, no fue fácil ganarse la confianza de sus paisanos. De hecho, cuando hicieron su primer concierto ante 15.000 personas en Yopal, su tierra natal, hubo gente que los abucheó, pero hace poco en otra presentación fueron aplaudidos y ovacionados. El camino no ha sido fácil, pero confían en que aunque la gente no digiera su propuesta en un principio, a medida que lo escuchen, se vayan apropiando y les vaya gustando.
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Guillermo Díaz – El Cuatro
A los seis años su papá le regaló un cuatro y la primera canción que aprendió fue 'El becerrito' de Simón Díaz. Desde ese momento su relación con este instrumento y el joropo ha sido intensa: en su adolescencia su apego fue total hasta que a los doce años apareció el rock, la salsa, el jazz, y la música clásica y cuando se dedicó a estudiar música profesionalmente, se dio cuenta de que esos ritmos que lo habían enamorado, tenían el joropo como columna vertebral.
Para Guillermo, su propuesta ha tenido mejor recepción de parte de músicos llaneros tradicionales que han elogiado su ritmo y sabor que de parte de quienes no conocen el joropo. “Ahora la gente no escucha música, la actitud que había hace veinte años frente a un disco es muy diferente”.
Camilo Guerrero Bello – Chimó Psicodélico
Para Camilo, el joropo siempre ha estado en su vida. Su padre es cantante y compositor y uno de sus planes favoritos junto a él era ir al Festival Internacional del Joropo, en Arauca, y escuchar a las delegaciones de Venezuela, Casanare y Villavicencio que iban a participar.
El primer instrumento que llegó a su vida fue el cuatro llanero que aprendió a tocar a los 12 años porque era una materia del colegio. El cuatro lo marcó y lo lleva para todos lados junto con su sombra. "Es mi instrumento parrandero con el que compongo las canciones y con el que he podido aprender a cantar", dice. Ha escuchado tanto joropo que hoy descifra la jerga llanera y ubica en un mapa y un rostro las historias de las tonadas.
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