Foto: Piqsels
La diáspora africana atada a las cadenas de la esclavitud a rincones de todo el mundo hizo que en cada territorio los latidos de su sangre se tradujeran en sonidos de resistencia. En el caso de Estados Unidos, el blues y el jazz fueron la lengua universal contra el racismo que cien años después aún crepita en la sociedad norteamericana. Más allá del hechizo musical que produjo el enamoramiento de la clase burguesa en el siglo XX, estas son algunas historias sobre músicos de jazz que más allá de la fama, hicieron frente a la discriminación y a la opresión.
Duke Ellington
Duke Ellington no solo fue un genio que convulsionó las composiciones y arreglos clásicos del jazz, sino que también fue un activista acérrimo del Orgullo negro quien dio innumerables conciertos en apoyo a la reivindicación de los derechos de su gente y a organizaciones vinculadas al Partido Comunista.
Para Ellington, "cualquier declaración de protesta social en el escenario debería hacerse sin decirlo, y esto requiere verdadera destreza". El ‘Duque’ compuso un musical para Broadway estrenado en 1941 interpretado solo por negros llamado ‘Jump for Joy’ en el que se pudo consignar una suerte de manifiesto antirracista.
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“Mis hombres y mi raza son la inspiración de mi trabajo. Intento capturar el carácter, el ánimo y el sentimiento de mi gente. La música de mi raza es algo más que el estilo americano. Es el resultado de nuestro trasplante a tierras americanas, y fue nuestra reacción a las vidas que vivimos en las plantaciones. Lo que no podíamos decir públicamente lo expresábamos a través de la música. La melancolía característica de la música de mi raza se ha forjado a partir del muy blanco calor de nuestros lamentos y de nuestros esfuerzos. Creo que la música de mi raza es algo que sobrevivirá, y algo que la posteridad honrará como mucho más que una música meramente para ser bailada”.
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Nina Simone
Desde que tuvo siete años, Nina Simone supo que su vida no sería fácil y una de las razones era simple y cruel: por ser negra. Durante un recital de piano, enviaron a sus padres a la última fila por su color de piel, fue rechazada por conservatorios de música por la misma razón y muchas de sus canciones consiguieron el veto por la honestidad con la que narraba la sangre derramada de su pueblo.
Nina Simone compuso innumerables himnos antirracistas, pero tal vez uno de los más recordados es ‘Mississippi Goddam’ que escribió en septiembre de 1963 luego de enterarse que cuatro niñas afroamericanas habían muerto dentro de una iglesia baptista en un atentado realizado por el Ku Klux Klan en el estado de Alabama. La maldición que aparece en el título de la canción hizo que fuera rechazada por la radio y a televisión, pero eso no impidió que fuera escuchada por miles en manifestaciones en favor de los derechos civiles.
“Yo elijo reflejar la época y las situaciones que estoy viviendo, para mí ese es mi deber; y en este momento crucial de nuestras vidas, cuando hay tanta desesperación, cuando cada día se trata de sobrevivir, creo que es inevitable involucrarse: los jóvenes de ambas razas lo saben y por eso participan tanto en política. Nosotros vamos a darle forma a este país o nadie lo hará nunca más. No hay alternativa: ¿cómo se puede ser artista y no reflejar la época en que uno vive? Siempre pensé que sacudía a la gente, pero ahora quiero sacudirla más y quiero hacerlo de manera fría y deliberada. Quiero sacudir tan fuerte a las personas que cuando salgan del club donde yo haya tocado estén destruidos. Quiero entrar en ese antro de gente elegante, con sus ideas viejas y toda su petulancia, y volverlos locos a todos”.
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Charles Mingus
El contrabajista Charles Mingus compuso ‘Fables of Faubus’ como respuesta a la medida impuesta por el gobernador de Arkansas Orval Faubus de mandar a la Guardia Nacional a la escuela de Little Rock para impedir que nueve jóvenes afrodescendientes ocuparan un pupitre en el centro educativo.
"¡Oh, Señor, no dejes que nos disparen!
¡Oh, Señor, no dejes que nos apuñalen!
¡Oh, Señor, no dejes que nos llenen de alquitrán y plumas!
¡Oh, Señor, no más esvásticas!
¡Oh, Señor, no más Ku Klux Klan!
Cítame a alguién ridículo, Dannie.
¡El gobernador Faubus!
¿Por qué es un tipo enfermo y ridículo?
Se opone a la integración en las escuelas.
¡Entonces es un estúpido! ¡Abajo los nazis facistas que se creen superiores!
¡Abajo el Ku Klux Klan! (con su plan Jim Crow)
Cítame a un puñado de tipos ridículos, Dannie Richmond.
Faubus, Rockefeller, Eisenhower…
¿Por qué están tan enfermos y son tan ridículos?
Dos, cuatro, seis, ocho:
¡Te lavan el cerebro y te enseñan el odio!
“Soy Charles Mingus. Soy mulato, soy de piel amarilla… medio amarilla… apenas amarilla, no soy lo bastante blanco para dejar de pasar por negro ni lo bastante claro para que me llamen blanco. Yo me declaro negro. Soy Charles Mingus: para mí, no tengo color… Charles Mingus es un músico, un músico mestizo que toca con belleza, que toca con fealdad, que toca con amor, que toca masculinamente, que toca femeninamente, que toca música, que toca todos los sonidos, fuertes, suaves, sonidos que no se oyen, sonidos, sonidos, sonidos…”.
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Billie Holiday
Si alguien supo lo que significaba la palabra sufrimiento y discriminación fue Billie Holiday. Su padre murió porque en un hospital de Dallas no quisieron atenderlo por ser negro; fue golpeada y abusada y culpada de ese delito por su color de piel, y aún así tuvo el temple para erigirse como una de las voces del jazz más impresionantes y legendarias de todos los tiempos.
Una de las canciones que marcó su vida y a su público fue ‘Strange fruit’, compuesta por Abeel Meeropol e inspirada en el linchamiento de Thomas Shipp y Abram Smith, fue un himno ante los crímenes racistas en Estados Unidos.
"Los árboles del sur
sostienen una extraña fruta
Sangre en las hojas y sangre en la raíz
Un cuerpo negro bamboleándose en la brisa sureña
Extraña fruta colgando de los álamos."
Cuentan que el sello Columbia rechazó editar la canción bajo su nombre por miedo a las represalias que podrían tener en la radio, sin embargo, permitió que Holiday hiciera una sesión estudio para el sello independiente Commodore que fue grabado en el Café Society de Nueva York en 1939. La cantante terminó la canción de tres estrofas y tuvo que correr hacía el baño apenas hubo acabado para vomitar, en ese mismo instante, el público estaba tan conmocionado que no sabía si aplaudir o ponerse de pie.
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