Ahora en Boyacá: el problema con los hipopótamos sigue creciendo

Si el aleteo más leve de una mariposa podría producir un tornado en otra parte del mundo… ¿qué podría pasar con el pisoteo de cien hipopótamos en una región que no es su hábitat natural? Tratando de responder a esta pregunta, nueve científicos colombianos publicaron, a principios de 2021, el estudio ‘A hippo in the room: Predicting the persistence and dispersion of an invasive mega-vertebrate in Colombia, South America’*, que examina y calcula el impacto ambiental que podría causar el crecimiento irrestricto de los casi cien hipopótamos que, como sacado de la mente más febril del realismo mágico, habitan ahora en las riberas del río Magdalena, el más importante de Colombia.

*(Un hipopótamo en la habitación: prediciendo la persistencia y dispersión de un mega vertebrado en Colombia, Sudamérica).

La historia resumida es: a principios de los años 80, el narcotraficante Pablo Escobar introdujo ilegalmente al país a cuatro hipopótamos traídos de África, tres hembras y un macho, para robustecer su zoológico en la Hacienda Nápoles, en el municipio de Puerto Triunfo en Antioquia. El capo cayó en la siguiente década y los hipopótamos desaparecieron del ojo público, a pesar de su imponente tamaño.

Pero como no ver las cosas no significa que dejan de existir, con el tiempo el problema no ha hecho sino crecer, literalmente. De los cuatro hipopótamos que llegaron, los cálculos de esta nueva investigación apuntan a que ahora podría haber alrededor de 90 individuos en toda la cuenca del Magdalena y Puerto Triunfo, donde aún son vistos como una oportunidad para atraer turistas, a pesar de que son animales altamente territoriales y letales. Se calcula que 500 personas mueren cada año en África por sus ataques, más víctimas de las que causan los leones, por ejemplo. Solamente en Kenia, uno de los 30 países donde habita la especie, se reportaron cerca de 40 personas muertas por ataques de hipopótamos en 2020

En Colombia no ha habido víctimas fatales, aunque Luis Enrique Díaz Flórez, un campesino de Puerto Triunfo, fue gravemente herido por uno de estos animales, que pueden llegar a pesar entre dos y tres toneladas. El problema es que casos como este podrían volverse paisaje en más lugares de Colombia, pues el crecimiento demográfico de esta especie va acompañado de una expansión geográfica, como prueban los cada vez más frecuentes avistamientos de hipopótamos que se registran en Puerto Boyacá, municipio vecino de Puerto Triunfo. 

El nombre de estos mamíferos cetartiodáctilos viene de las raíces griegas híppos, que significa "caballo" y potamós, que traduce "río". 

“Lo que está pasando en este momento con estas colonias que están saliendo es que van a dispersarse hasta la parte baja del Magdalena. Nuestra preocupación es que lleguen a la Depresión Momposina, que es un área con muchos recursos hídricos, alimentación y espacio. Va a ser el festival del hipopótamo porque es un hábitat ideal”, explica Nataly Castelblanco, maestra en biología acuática, doctora en Ecología y Desarrollo Sustentable y una de las autoras del reciente estudio. “El problema no solamente es el crecimiento poblacional sino la dispersión geográfica de estos animales”, añade.

Hablamos con Castelblanco, la experta con 20 años de trabajo con fauna marina (especialmente manatíes) que ha estado durante las últimas semanas en el centro de un tórrido debate por dos razones. La primera es que el tiempo le juega en contra a la biodiversidad colombiana. Si no se toman y ejecutan decisiones este año, el país comenzará a ver el impacto de estos vertebrados en menos de 15 años. La segunda es que el país está enfrentado al famoso experimento ético conocido como el ‘Dilema del tranvía’, que va así:

Un tranvía descarrilado matará a cinco personas que están amarradas en los rieles adelante, a menos de que oprimas un botón para cambiar el curso del tranvía a otro riel donde hay una persona atada. ¿Oprimirías el botón?

 

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Mucho se ha hablado sobre esta especie en relación con sus perjuicios a los  ecosistemas en Colombia, donde es una especie invasora, pero poco se menciona qué cualidades tiene la especie que la hace necesaria en los países africanos donde habita. 

Allá tienen una función muy importante como ingenieros ecosistémicos. Por ser un animal tan grande, son fundamentales para la formación de cuencas hidrográficas en África. En algunos lugares, no todos, hay sequías muy fuertes y lo que hacen ellos es ayudar a formar y mantener los pozos de agua para que haya reservorios de agua. Pero es una situación que no se presenta en el Magdalena.

En África no son dañinos, por el contrario: son positivos cuando sus poblaciones se mantienen a raya. Pero hay casos en África en donde hay disminución de sus predadores y las poblaciones de hipopótamos también se han salido de las manos. Kenia es un ejemplo. Pero el problema no es el hipopótamo como tal, sino estar en el lugar o en la situación equivocada. 

Y Colombia es un lugar equivocado…

Esta especie se caracteriza por tener un hábito anfibio: de día está dentro del agua y de noche sale a ramonear y a forrajear en las orillas. Esto afecta los suelos por pisoteo, sumado a la pérdida de vegetación, pues cada uno de estos animales necesita comer de 35 a 50 kilos de vegetación al día.

Pero esa vegetación no desaparece, el hipopótamo vuelve al agua y, como tienen la costumbre de defecar allí, sus heces originan cambios químicos muy fuertes en el agua  [por ejemplo, pueden producir una crisis distrófica, que podría causar el crecimiento desmedido de algunos tipos de algas].  Entonces tenemos cambios en las estructuras físicas por pisoteo, por arrastre de sedimentos, por pérdida de orillas y también tenemos cambios químicos del agua.

Cuando se cambian todas estas características físicas lo que ocurre es lo que conocemos como efecto dominó, con alteraciones que ni siquiera conocemos bien porque es como abrir la caja de Pandora.  

En la investigación que compartieron hace unas semanas, ustedes calculan que estas poblaciones están creciendo un 14.5% anualmente en Colombia y alcanzarán su pico de crecimiento para el año 2034 con alrededor de 1.418 hipopótamos. ¿Qué es lo peor que podría pasar en este escenario?

Vamos a tener varios problemas. Lo que podríamos empezar a ver, por ejemplo, son ciénagas que quedan inutilizadas para la pesca, porque habrá tantos de estos animales y la habrán usado por tantos años que el agua ya no será apta para muchas otras especies que, por tanto, perderán su hábitat. Vamos a empezar a ver el desplazamiento de algunas especies. Es cierto que algunas especies ícticas pueden adaptarse a estas condiciones e inclusive prosperar, pero otras, posiblemente las más sensibles, las vamos a ver disminuyendo. 

Una cosa que a mí me preocupa mucho son las especies que tenemos que ya están en riesgo de extinción, por ejemplo en manatí. Justamente estas especies están en una situación tan delicada que no admiten una presión más, porque sus poblaciones pueden colapsar. Suena un poco alarmista y exagerado, pero las especies invasoras funcionan así; y esta es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en el mundo.

Los hipopótamos están considerados como especie vulnerable de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esta catalogación es uno de los argumentos que dan algunos animalistas para defender a los hipopótamos en Colombia, arguyendo que el país podría servir como refugio para la especie. Sin embargo, la especie está en más de 30 países de África con poblaciones variadas pero que llegan a los cientos de miles en algunos casos. 

La población de hipopótamos en África no es necesariamente problemática en todos los lugares; hay unas que están estables, otras que están disminuyendo y en grave peligro, y las hay que van para arriba. Lo que pasa es que cuando la UICN clasifica a las especies, lo hace desde un punto de vista bastante conservador. La razón para ponerlo vulnerable es porque todavía sigue habiendo mucha mortalidad causada por el ser humano: caza, pérdida de hábitat y problemas de origen antrópico. No necesariamente es por número de individuos.

Hay que tener en cuenta que la población que tenemos nosotros en Colombia es una que surge solamente de cuatro individuos, un macho y tres hembras. Para llegar a una población de 100 animales, que es la población que calculamos nosotros, esa poblacioncita chiquita tuvo que haberse cruzado papás con hijas, primos con primas, hermanos con hermanas, mamás con hijos. El nivel de endogamia es enorme y la diversidad genética que tienen los hipopótamos de Colombia es bajísima. No hay estudios pero no es difícil suponerlo. 

El otro asunto es que los animales de aquí ya tienen microbiomas propios de Colombia. O sea que tienen parásitos, ectoparásitos, bacterias y más organismos asociados a ellos que son propios de Sudamérica. Si nosotros llevamos a estos hipopótamos a África, que es otra de las ideas que la gente siempre tiene, vamos a estar llevando un problema. Y los manejadores de fauna de África lo saben y por eso nunca van a aceptar a estos hipopótamos. Si por alguna razón ellos quisieran repoblar sus poblaciones, las que están en problemas, allá mismo tienen.  

Hay algunos colectivos que hablan de adaptarse a que los hipopótamos sigan ahí, de esperar a que se mueran de viejitos, de manejar a unos pero otros no, o de no hacer nada. Eso sería el peor escenario: no tener una meta clara de a dónde queremos llegar

Así las cosas, ¿cuál podría ser una primera decisión para tratar con esta población? ¿Hacer un censo?

Un censo te puede decir dónde están y cuál es la estructura poblacional en términos de adultos, juveniles y crías. Eso realmente no toma mucho tiempo, pero antes que un censo es importante que los tomadores de decisiones tengan una meta muy clara de qué es lo que se quiere hacer con estos animales. El concepto de los biólogos de la conservación es erradicar la población. Eso suena muy feo, ¿verdad? Pero esto lo que quiere decir es que, en el mediano y largo plazo, podamos extirpar a los hipopótamos que hay libres en el Magdalena y que los hipopótamos que queden vivos entren en confinamiento o estén fuera del ecosistema. Para mí, en términos de conservación, esta tiene que ser la meta. 

La cosa es que yo no puedo hacer eso con cien animales. Se puede hacer con los que están en Doradal y es lo que ha venido haciendo la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (CORNARE) por muchos años con bastante esfuerzo y con éxito bajo las circunstancias en las que están. Pero resulta que aproximadamente la mitad de esa población se salió de ese núcleo que es CORNARE y se han estado esparciendo por el río.

La propuesta de nosotros es que se haga un plan multiestratégico que incluya varias acciones. No existe tal debate de: o los matamos o los esterilizamos. Nosotros creemos que se tienen que contemplar las diferentes alternativas. 

Una estrategia local puede ser la castración y ojalá con el confinamiento de los animales porque, a pesar de que es complicado y costoso, esterilizar animales y liberarlos no reduce realmente el impacto ecológico que están causando. Son animales que viven hasta los sesenta años y si los esterilizo y los suelto, pues van a quedar rondando unos cuarenta años impactando el ecosistema y también siendo un peligro para la gente.

Ustedes proponen varias acciones como parte de este plan multiestratégico para lidiar con esta población, pero sin duda el sacrificio de individuos es el más polarizante. ¿Por qué arriesgarse a quedar como los malos del paseo?

Para ganar esta batalla y tener un margen de juego es importante meterle algo de mortalidad a la población. La gente se asusta muchísimo cuando uno habla de eutanasia y sacrificio y es entendible. Es una especie carismática y a nosotros nos da mucho pesar tener que sugerir matarlos, pero hay que tener en cuenta que en todas las poblaciones naturales hay factores de mortalidad. Los hipopótamos lo tienen en África, lo tienen los manatíes, lo tiene el jaguar y lo tiene el bagre. Existen enfermedades, competencia entre ellos, con otras especies, predadores, cacería por humanos… y toda esa mortalidad es lo que me mantiene a raya las poblaciones. Eso no pasa con las especies invasoras, por eso lo que se hace desde la biología de la conservación para manejarlas es meterle un porcentaje de mortalidad artificial.

Esto no significa que se tengan que matar todos los individuos y tampoco que se va a hacer de cualquier forma. Tiene que hacerse siguiendo unos protocolos bioéticos muy estrictos, donde se promueva y se procure al máximo evitar el dolor, sufrimiento y el estrés de los animales. 

Y ahí viene el gran choque de decir que porque los matamos estamos torturandolos. No necesariamente. Existen métodos, incluso validados por la UICN, para poder hacer eutanasias respetuosas. Nos dicen que son eufemismos pero no, la eutanasia es una muerte respetuosa del individuo, que cause el menor daño posible. Eso es lo que nosotros estamos sugiriendo que se contemple. 

¿Por qué cree que ocurre esta disonancia entre animalistas, tomadores de decisiones y comunidad científica? 

¿Has visto a un hipopótamo bebé? Es la cosa más linda del planeta. Son animales muy bonitos e interesantes. Es una reacción lógica muy humana, y eso está explicado por la etología: sentir afecto y empatía por un animal que es tan bonito. Por eso es más fácil pegar el grito en el cielo cuando hablamos de hipopótamos, que cuando se hacen las faenas para controlar al pez león, en las que se matan muchísimos y se hacen hasta campañas y festivales culinarios… y absolutamente nadie dice nada. Lo mismo pasa cuando se hacen talleres a los campesinos para enseñarles cómo matar al caracol africano.

Esta discusión no es nueva. Si hace diez años se hubiera tomado la decisión de sacrificar cinco animales, no tendríamos este problema, pero en la medida que pasa el tiempo, el problema crece y, entre más crece, pues son más los animales que tenemos que estar contemplando para sacrificio, que obviamente es muy triste.

Pero pensar que solamente se trata de hipopótamos es desconocer que tenemos un ecosistema allí y me parece gravísimo eso. A pesar de no ser de nuestra fauna, todo el mundo sabe qué es la jirafa, el hipopótamo y el león, pero hay mucha gente que no sabe qué es una nutria, una babilla; hay gente que jamás ha visto un manatí. Si me pones a escoger entre nuestra biodiversidad y una población de una especie invasora que son pocos animales, cuya genética no es importante para la población en África y que tiene unos riesgos enormes para la población y los ecosistemas… yo no lo pienso dos veces.

¿Cómo salir de este debate y persuadir a las personas para avanzar hacia una solución?

Un punto de inflexión fue la carta que mandó un grupo de especialistas de la UICN para especies invasoras, dirigida al Ministro de Medio Ambiente, donde respalda las recomendaciones que nosotros hacemos y exhorta al gobierno a que actúe pronto y pensando en estrategias que no solo sean castraciones, sino que se contemple la extracción.

Con pañitos de agua tibia, como hasta ahora, no es suficiente y nos está comiendo el tiempo. De este año no pueden pasar el tener un plan muy aterrizado y claro de lo se va a hacer con estos animales.

 

Por esto no sé si es necesario convencer a todo el mundo y hay un sector de la población que es “inconvencible”. Entonces se genera un choque que yo no sé cómo solucionar y tampoco sé si es necesario. Pero los tomadores de decisiones tienen que hacerlo basados en la ciencia. Yo creo en la ciencia porque creo en la evidencia y creo que esto es lo que realmente protege nuestros recursos naturales.

El deber del Gobierno y de las autoridades debe ser preservar los recursos naturales, pero la cosa es que en Colombia todo gira mucho alrededor de la opinión pública. No puede ser posible que nos sentemos a ver qué piensan todos sobre esto. Obviamente es necesario que haya un acompañamiento pedagógico, porque sino tampoco va funcionar, pero no podemos convencer al más radical de los radicales. Uno trata de hacer pedagogía, pero también es necesario que haya un puente entre la ciencia y la sociedad. 

Yo quisiera realmente que todo este alboroto trascendiera. Que no dejáramos pasar la ola y la moda y ya se muera otra vez y se calló todo el mundo, sino que se aprovechen los encuentros, los desencuentros, las conversaciones y los debates, para generar estrategias claras

A pesar de los esfuerzos que se hagan… ¿Colombia va a tener que acostumbrarse a vivir con hipopótamos?

Yo creo que por más que se hagan las estrategias más drásticas, sí tenemos que acostumbrarnos por las siguientes décadas a tener que lidiar con estos animales. En ese sentido se tienen que crear medidas de mitigación en paralelo. Mitigación en cuanto a educación con la gente, contención, a sistemas de alarma y bueno muchas cosas que podemos aprender de lo que hacen en África con hipopótamos. 

Es que es cuando la población empiece a crecer vamos a empezar a ver problemas que siquiera nos habíamos imaginado que podrían suceder. Enfermedades zoonóticas… bueno una cantidad de cosas que es una caja de pandora que todavía no hemos dimensionado. Pero independientemente de lo que nosotros hagamos tenemos que mentalizarnos a que por las siguientes décadas vamos a tener que lidiar con esta población.

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Y ustedes, ¿oprimirían  el botón?


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