Foto: “Mujer, Nº 51, agosto de 1966, Bogotá, Colombia”
Corría el año de 1961 cuando la primera edición de la revista Mujer salió a la luz, marcando el inicio de un camino que terminaría en 1972, año en el que se divulgó la última edición de la revista.
Pero antes de que esta publicación trazará un nuevo camino para las letras femeninas en el país, ya Flor Romero se había vuelto un referente para el periodismo colombiano: hizo parte de la primera camada de periodistas del periódico El Espectador, se había graduado en 1951 del programa de Periodismo y Radiodifusión de la Universidad Javeriana y años más tarde sería una de las primeras mujeres en hacer parte de la mesa directiva del Círculo de Periodistas de Bogotá.
Foto: “Mujer, Nº 51, agosto de 1966, Bogotá, Colombia”
Con un bagaje periodístico poco común para las mujeres de la época, y plenamente convencida de la importancia de la profesionalización de su oficio, a principios de 1961 Flor Romero estuvo a la altura de una década en movimiento que trajo al país cambios inusitados.
La entrada de la música juvenil anglosajona, los recientes movimientos reivindicativos de las minorías y el desparpajo de una generación que se sabía por primera vez rebelde, prepararon el camino para que Mujer irrumpiera en un terreno liderado por hombres.
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En sus páginas, las referencias a la ciencia y a la estética corporal delinearon un programa educativo que buscaba enseñar a las mujeres de clase media el sentido político de prácticas aparentemente banales, como la belleza, la moda y el cuidado personal. Así, Flor Romero fue imprescindible para la conformación de las mujeres de clase media de los años 60 y para un periodismo riguroso y responsable que veló por el desarrollo social y cultural de una Colombia que apenas se recuperaba de La Violencia de los años 50.
Foto: “Mujer, Nº 64, octubre de 1967, Bogotá, Colombia”
Además de su importancia para el periodismo colombiano, Romero de Nohra publicó más de 50 libros, entre periodismo y ficción, que se ocuparon de biografías, con ‘Mujeres en Colombia’ de 1961, de la violencia rural, en las novelas ‘Mi capitán Fabián Sicachá’ de 1968 o ‘Triquitraques del trópico’ de 1972, sumados a una producción cuentística prolífera con un carácter indígena, que incluyó los libros ‘El ombligo de la luna y otros cuentos míticos mexicanos’ de 1989, ‘Mitos, ritos y leyendas’ de 1992, ‘Dos mil tres lunas: mitos, ritos y leyendas de América’ de 2003, ‘La laguna encantada de Iguaque’ de 2004 y su último libro, ‘Taikú, el dios de la orfebrería’ de 2016, entre una treintena más.