‘Los cuatro evangelistas’ y el ejercicio de entender la razón de la curaduría: María Wills

Miguel González, Eduardo Serrano, Álvaro Barrios y Alberto Sierra son los cuatro evangelistas que se convirtieron en el objeto de investigación de María Wills por el trabajo que han desempeñado en darle un lugar al arte contemporáneo en Colombia. Ellos, porque son protagonistas de la historia –dice  ella- y la curaduría como uno de los oficios que ha permitido darle vida y voz a los propios artistas.

“Hay pocos ensayos escritos sobre el arte contemporáneo en Colombia dirigidos a un público general y no especializado”, describe la sinopsis de esta publicación que permite entender cómo, gracias a la labor de ellos 4, ciudades como Barranquilla, Cali, Medellín y Bogotá tuvieron procesos artísticos que permitieron la creaciones de los que hoy son museos y escenarios para el arte.

'Los cuatro evangelistas', de María Wills.Fotografía en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Álvaro Barrios, Miguel González, José Hernán Aguilar, Gloria Zea, Eduardo Serrano, Luis Fernando Valencia, 1988. Archivo personal de Miguel González. Cortesía.

Actualmente trabaja en la curaduría de la edición 16 de la Bienal de la Imagen de Montreal (Momenta 2019) y dice estar “siempre confabulando nuevas constelaciones”.

Lo que opina de la Semana del Arte, la circulación de los artistas, el papel del curador hoy y otras miradas hacia el arte colombiano, en esta entrevista pregunta/respuesta de Catalina Ceballos con María Wills.

'Los cuatro evangelistas' es un ensayo que narra una época de la historia del arte en Colombia muy importante. La narra a través de estos 4 personajes. Para Maria Wills, qué fue más importante: ¿ellos o la historia del arte? ¿Se pueden separar?

La historia tiene unos protagonistas, ellos son unos.

Con este libro, quienes no somos artistas entendemos la importancia de ese giro que se dio en los 70 al arte conceptual. Explícame qué opinas de ese ‘giro’.

Considero que es esencial ser cautos con hablar de etiquetas. Lo conceptual está muy relacionado con un periodo específico (y previo cronológicamente) de las artes en Estados Unidos principalmente, lo que hizo el dadaísmo fue un tipo de conceptualismo también, pero creo que lo que hay detrás es un arte de ideas y conceptos. Conceptualismo no hay uno, hay miles. E incluso medios tradicionales como la pintura, pueden ser muy conceptuales. De hecho, creo que lo más rescatable del arte hoy es el pensamiento que hay detrás, más que el producto final.

Se habla de la relación del espacio con el público. Es una permanente. Quiere decir esto que es ¿la única argumentación válida para referirse al arte conceptual?

Como te dije anteriormente y más allá de si se habla de la etiqueta “conceptual” si es esencial que los artistas en este periodo buscan nuevas maneras de circulación que se salgan de los espacios tradicionales, creando nuevos retos para un público que en lamayoría de los casos se mostró muy reticente a aceptar que eso fuera arte.

¿Qué tanta relación tiene lo conceptual con lo verbal?

Sin duda, el arte desligado de los valores académicos más tradicionales se acerca a la palabra como transmisor de mensajes, y como un cuestionamiento a las definiciones, a lo significante. Aquí hubo este tipo de trabajos que fueron pioneros además de algo muy particular a Colombia, la ironía, la parodia. Sus cabezas son Bernardo Salcedo y Antonio Caro.

Coloquio de arte no objetual. Fotografía de Juan Acha y Alberto Sierra. 1981. Archivo del Museo de Arte Moderno de Medellín.Coloquio de arte no objetual. Fotografía de Juan Acha y Alberto Sierra. 1981. Archivo del Museo de Arte Moderno de Medellín. Cortesía.

Haces referencia al importante trabajo que hizo Alberto Sierra (de los cuatro evangelistas, el de Medellín) al invitar a Juan Acha de Perú. ¿Por qué es pertinente hoy en día esa identidad con la región? Marta Traba es quien abre el camino para que Alberto Sierra de Medellín, Álvaro Barrios en Barranquilla, Eduardo Serrano en Bogotá y Miguel González en Cali. ¿Quiénes siguieron su legado? ¿Tu?

Siento que son figuras absolutamente inspiradoras pero el contexto va cambiando. Siento que el control de lo que sucedía en cabeza de ellos podía generar molestias por su excesivo poder. Sin embargo, esta aparente “dictadura” en acumulación de oficios (porque eran profesores, críticos, periodistas, galeristas, además de curadores) creo que fue totalmente clave para hacer la ruptura con todo lo previo que, aunque maravilloso estaba (y aún sigue momificando el ambiente) y aunque hoy la figura del curador se ha vuelto cada vez más protagónica, creo que ya ese tipo de control no se debe dar.

Posterior a ellos ha habido maravilla de curadores de arte contemporáneo como Carmen María Jaramillo, Carolina Ponce de León, José Roca, María Iovino, Jaime Cerón

¿Cuál es la diferencia entre esas curadurías individuales a esas curadurías colectivas que conocemos hoy como La Usurpadora?

Siento que el trabajo colectivo es una maravilla. Permite precisamente un intercambio de pensamiento que da matices a los proyectos, permite crear de una manera además más abierta. De hecho el libro trae Ciudad Solar, el proyecto en el que Miguel González fue director de La Galería como uno de los primeros espacios en donde lo colectivo y el trabajo multidisciplinario es un síntoma de frescura de pensamiento, además una manera de hacer negociaciones y concesiones.

En lo personal mi motivación para hacer este proyecto se dio simultáneamente a un proyecto que propuse cuando se creó Instituto de Visión denominado Visionarios en el cual como directora saqué investigaciones que había hecho de artistas olvidados colombianos principalmente de los setentas para ponerlos a dialogar con artistas jóvenes en un trabajo colectivo de curaduría con mis socias. Nunca me interesó firmar textos o singularizar un aporte u otro de alguna, era algo que hacíamos todas. Y hacer todo esto de manera colectiva potenciaba todo y lo hacía más divertido. Creo que los evangelistas colaboraron e intercambiaron tanto entre ellos que hay a pesar de la alta dosis de individualidad y egolatría, algo de colaboración mutua. El artista que estaba en el proyecto de uno después saltaba al del otro.

Eres una mujer joven, estuviste en el área de exposiciones del Banco de la Republica, Luis Ángel Arango; iniciaste con Beatriz López, Omayra Alvarado y Karen Abreu tu galería en San Felipe. ¿A qué te dedicas ahora aparte de escribir?

Pues a mi trabajo como directora de Visionarios en Instituto de Visión tuve que renunciar porque actualmente estoy curando la Bienal de la Imagen en Canadá y era incompatible. Estoy en ello y, claro, siempre confabulando nuevas constelaciones. En este momento está la curaduría 'El arte de la desobediencia' en el MAMBO que también hice de manera colectiva con Carmen María Jaramillo y Sylvia Suárez.

¿Qué estudiaste?

Soy abogada y tengo dos másteres en historia del arte.

¿Alguna vez has sido artista plástica, te dedicarías a eso?

Quise ser fotógrafa e hice muchos cursos. Y hay veces cuando me despierto pienso “ay si fuera artista haría tal o cual cosa”. Pero ahí se queda. Me gusta más el diálogo con el artista, entenderlo y si es posible potenciar, dialogar, ubicar, presentar lo que hace.

En esta semana del arte se hace necesario plantear la pregunta sobre la necesidad de circular como artista, hacer parte de alguna de las ferias o circuitos independientes. Coincides con eso, o ¿puede un artista ser ajeno a esta semana?

Pues me he dado cuenta que a raíz de ARTBO han surgido muchas iniciativas maravillosas que están dentro y fuera de la feria. En lo macro y en lo micro. Lo único que no me gusta de toda la concentración de eventos es que en esta semana nadie se quiere perdernada. Pero, ¿y el resto del año? Se quedan viendo Netflix o quién sabe qué y no salen de una zona de confort que no solo es física sino mental. Qué pereza este arte que no entiendo. Y creo que hay que hacer el esfuerzo, no debe ser tan enredado el arte. Pero eso no quiere decir que no requiera de un pequeño esfuerzo.

En Cali, Miguel González le dio un lugar importante a las artes gráficas, en principio como una manera de comunicar y luego para divulgar contenido. Hoy las artes gráficas nos llevan a pensar en lugares como Arte Dos Gráfico o el taller de Umberto Giangrandi, ¿lo de la comunicación pasó a un segundo plano?

Eso siempre estará. El comunicar creo que estaba muy presente en la gráfica de aquel entonces porque era política y militante. Había que llegar a todas las clases con mensajes claros y no elitistas.

Fotografía de Álvaro Barrios en sesión de espiritismo. Obra “El artista como médium”. 1974. Cortesía de Álvaro Barrios. Digitalización y restauración por Mario MendozaFotografía de Álvaro Barrios en sesión de espiritismo. Obra 'El artista como médium'. 1974. Cortesía de Álvaro Barrios. Digitalización y restauración por Mario Mendoza. Cortesía.

¿Por qué dices que Álvaro Barrios es médium?

Porque lo es literal. Habla con espíritus y planteó desde muy joven adivinaciones o cuestiones que conectaban el arte con cuestiones espirituales o esotéricas.

Eduardo Serrano fue, según lo que dice, el que junto a Gloria Zea tuvo la responsabilidad de volver al MAMBO un lugar con una importancia enorme en Colombia, luego el museo tuvo un declive, ¿coincide con la salida de Serrano?

Ese periodo no lo estudié a fondo. No te podría decir. Mi  etapa de estudio  fue de decisiones acertadas en su mayoría.

Miguel González logró que Ciudad Solar en Cali fuera un congregado de varias artes, ¿qué espacios como ese existen hoy en día en Colombia?

Creo que ya el arte en sí toca todas las disciplinas y desde ahí hay muchos espacios enfocados en la creación como lugar a dudas, La Agencia, FLORA, Miami. Pero Ciudad Solar era único y por demás una realidad tan fantástica que se ha construido todo un mito. De ahí nace Caliwood.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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