De los 63 cóndores que se identificaron con el censo nacional que organizó la Fundación Neotropical, solo nos quedan 60. La noticia se supo el 30 de mayo, sobre las 11 de la mañana, cuando la Coporación Autónoma Regional de Santander supo de un individuo muerto en la zona de El Cerrito, dentro del Páramo del Almorzadero. El mismo día, en la tarde, trabajadores del Parque Jaime Duque encontraron a una hembra muerta en la misma región. Un tercer condor fue encontrado también envenenado en el sector del Mortiño, en el mismo municipio, el 31 de mayo.
Las primeras pistas apuntan a que los ejemplares comieron carroña envenedada por humanos, algo que ya ha pasado antes en países como Bolivia. El problema es que, aunque el censo fue un esfuerzo conjunto entre aficionados y comunidad científica, las cuentas del país eran mucho más altas que los 63 cóndores calculados.
Antes, se creía que la población en Colombia podría estar en alrededor de 120, por lo que esta nueva medición pone a la especie en peligro crítico de extinción en Colombia. A esto se suma que los resultados del censo muestran una población más adulta que juvenil, además de un desbalance en los sexos de las aves, pues por cada hembra, hay 1.3 machos.
¿Cómo se hizo el censo?
Aunque las poblaciones de cóndores tuvieron años críticos, la situación actual es distinta y, para corroborarlo, un grupo de expertos y aficionados se citaron a mediados de febrero de 2021, para hacer el primer censo de cóndores andinos en el país.
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Además de ser el primero de su tipo, este censo también usó la llamada ‘ciencia ciudadana' en los más de 180 puntos de observación que se plantearon, pues se valió de campesinos, indígenas y curiosos que participaron voluntariamente en la recolección de datos. “Esta estrategia surgió por la naturaleza de la especie, lo difícil que es registrarla y también por su alta capacidad de movimiento. Al hacer el censo de manera simultánea evitamos que se estén recontando los mismos individuos”, explica Fausto Sáenz, biólogo y director científico de la Fundación Neotropical, una de las entidades tras el censo.
De paso, aclara Sáenz, este enfoque hace más fácil transmitir un mensaje de conservación a un público diverso. “No queríamos que el censo fuera algo demasiado técnico en el que solo participarán biólogos,ecólogos y observadores de aves, sino también personas del común de distintas profesiones”.
Si bien la dieta principal del cóndor es carroñera, se conocen casos de ataques de estas aves a animales pequeños.
Sin embargo, calcular el número de individuos de estas imponentes aves, que pueden llegar a pesar hasta 15 kilos y tener una envergadura de tres metros con sus alas extendidas, no ha sido una tarea fácil. Para la década de los 80, la especie en Colombia estaba en un estado crítico y solo estaba en la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, el páramo de Cáchira y al sur del país en los límites con Ecuador. En 2002, se calculó que habría unos 60 individuos en todo el país.
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Para 2016 , de acuerdo con el segundo volúmen de ‘El Libro Rojo de las Aves’, en Colombia había alrededor de 130 individuos. Y aunque el número de vultur gryphus ha crecido, esto se debe, principalmente, a la reintroducción de cóndores andinos de otras partes del mundo, a través del Programa de Cría en Cautiverio del Zoológico de San Diego, en Estados Unidos.
Aunque la cifra es positiva, la reintroducción sin control puede ser contraproducente para la salud de la especie. “El cóndor andino es una especie jerárquica en la que el macho domina sobre la hembra. Lo que esto implica es que las hembras tienen que desplazarse hacia hábitats con condiciones menos favorables, lo cual puede incrementar las tasas de mortalidad en estas hembras”, advierte el biólogo.
La toma de datos -el censo, propiamente- se realizó entre el 13 y 15 de febrero y, ahora mismo, Sáenzy otros colegas suyos están en la etapa de análisis de datos, que serán presentados el próximo 19 de abril en la cuenta de Facebook de la Fundación. De esta forma, podrán corroborar o corregir la cifra de 130 cóndores estimada en el Libro Rojo de las Aves, pues Sáenz explica que este número “corresponde a observaciones aisladas, en distintos períodos y lugares, y no a una metodología estandarizada”.
Por eso, la información que se recoja con el censo será clave, al menos, en dos temas. Primero, para orientar la toma de decisiones y reorientar las estrategias de conservación de la especie a nivel nacional y local. Segundo, también permitirá conocer qué regiones son más viables para realizar investigaciones y estudios subsecuentes, considerando la abundancia o no de la especie en determinadas regiones. Actualmente, la Fundación Neotropical sigue a dos individuos, lo que les ha permitido conocer dormideros, trayectorias de vuelo y que estas aves son capaces de volar hasta 300 kilómetros al día, desde Santander, hasta la Sierra Nevada de Santa Marta.
Sin embargo, la primera tarea es urgente, pues desde 2016, el país no tiene un plan nacional de conservación del cóndor andino. “Desafortunadamente, el Ministerio de Ambiente actualmente no se ha puesto como en la tarea de actualizar el plan de conservación. Precisamente lo que lo que queremos es que esta información del censo aporte información precisa, para poder actualizar ese programa de conservación y que lo que se proponga sea mucho más adecuado a la realidad de cada región”.
Los cóndores heridos
Si bien la especie ya no se encuentra en el riesgo inminente de extinción en el que estaba a mediados del Siglo XX, Sáenz explica que los principales riesgos de los cóndores andinos no ocurren directamente sobre ellos, sino sobre las hábitats que históricamente han tenido las presas de esta ave. “Lo que ha pasado es que, después de la Colonia y la llegada de los animales domésticos, me refiero al ganado, las vacas o las ovejas, estos se convirtieron en la principal oferta alimenticia para el cóndor andino”.
Aún cuando estas aves son carroñeras, o sea que se alimentan de carne en descomposición, algunos campesinos culpan al cóndor por la muerte de sus animales domésticos cuando los ven alimentándose de ellos, aún cuando las causas de la muerte pudieron ser muchas, desde ataques de pumas, hasta accidentes. “Estas características generan un conflicto con las comunidades humanas en alguans regiones que, en retaliación, es envenenar la carroña, ya sea para afectar a los perros, a los pumas o para afectar directamente al cóndor. Esa es la principal amenaza que afecta a la especie, porque en una sola carroña pueden morir varios individuos”, aclara Sáenz.
Por ejemplo, a comienzos de 2021 en Bolivia, 34 individuos murieron por comer de una misma carroña envenenada. En Colombia, un cóndor juvenil fue encontrado muerto en el Páramo Páramo del Almorzadero, en Santander en 2018. Por esa época, también se encontraron los cadáveres de dos cóndores en la Sierra Nevada de Santa Marta. “Desde la Fundación Neotropical hemos venido recopilando información de los últimos 20 años sobre estos casos. Tenemos datos de cerca de 34 cóndores que han sido afectados por distintas causas, aunque no tenemos clara la frecuencia porque, obviamente, hay muchos cóndores que mueren o envenenan y nadie se entera”.
Pero no todas las historias terminan así. En el mismo páramo de Santander, también en 2018, dos cóndores fueron rescatados tras comer trozos de carroña envenenada con plomo y, luego de luchar 57 días contra el veneno, fueron liberados. Sin embargo, estos ejemplos son escasos, por la falta de estrategias integrales de protección y conservación para estos animales.
Aún así, el director científico de la Fundación Neotrpical explica que esta entidad ha estado trabajando de la mano con las comunidades en los páramos santandereanos. Específicamente, la Fundación busca concertar cambios en los hábitos pecuarios de los campesinos de sistemas tradicionales de tenencia de ganado, a sistemas de semiestabulación. Esto significa que, en lugar de tener al ganado suelto y expuesto, sin cuidados o manejos veterinarios, los animales están cercados, más cerca de los cuidados de sus dueños, donde además son menos propensos a ataques de otros animales.
Pero de estas estrategias no puede depender la salud poblacional de los cóndores, pues la especie no se debe tratar por núcleos regionales porque, por su alta capacidad de movimiento, los cóndores habitan en toda Colombia, a lo largo de su cordillera oriental. “Entonces, lo que pasa en la Sierra Nevada o en los páramos de santander, afecta a toda la población en general”. A toda la población en general, incluídos
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