Lejos de ser únicamente una relación de trabajo y de dominación, los hombres habitantes de la Orinoquía colombiana han tejido, a lo largo de la historia, unos lazos íntimos con sus animales de trabajo. Vacas y caballos, que son el principal insumo laboral de estas tierras, aprenden a entender a sus dueños a punta de sonidos, cánticos que son llamados los cantos de vaquería o cantos de labor y que son, hoy en día, considerados Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad por la Unesco.
En este viaje de ‘Así suena la noche’, nuestra guia, la periodista Nadia Orozco, nos lleva a un campo de ganado en San Martín en el departamento del Meta en donde conocimos a Chicuaco, Juan Rodríguez y a Jorge García, tres experimentados vaqueros que han dedicado toda su vida a trabajar con ganado y para quienes los cantos son una herramienta fundamental para la labor.
"El ganado se siente tranquilo de que usted le hable, le cante o le silbe, para él es una armonía. Cuando se acostumbran a la voz se tranquilizan y la producción de leche gracias al sonido se da de manera más sencilla y es mucho más productiva".
La noche del Llano colombiano es tranquila. Los animales resuenan en medio de la sabana y los cantos de los vaqueros comienzan a anunciar la llegada del día.
Los cantos del llano deben seguir siendo preservados no solamente por la importancia cultural que han adquirido sino porque son una manifestación de la estrecha relación que en algunos lugares del mundo aún conservamos con la naturaleza.
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