Breakdance: de las calles de El Bronx en Nueva York a Bogotá

Fotografía y video: Jessica Ballesteros- Canal Trece

‘B-Boy Redpollo’, como es conocido en el mundo del hip hop, nunca anda solo; siempre lo acompañan los b-boys y b-girls de su crew de breakdance.

Tiene 50 años, 34 de los cuales se los ha dedicado al hip hop. Lo hace, asegura, por amor al arte, porque lo lleva “en las venas”. Entre risas, me cuenta que ya es mayor, que se le notan las canas; pero son esas mismas su motivo de orgullo al ser uno de los old school del breakdance en Colombia.

Basta encender el amplificador y subirle el volumen a la pista para transportarse a la Nueva York de los 70. La práctica inicia con Afrika Bambataa, Grandmaster Flash o Kool Herc, los pioneros del hip hop en las calles de El Bronx y Brooklyn; o bien, una fusión de beats con sonidos latinoamericanos.

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La pista suena y con ella llega una buena dosis de power moves. Desde los pasos más básicos hasta giros en la cabeza que parecen de película. Todos participan, a veces uno a uno; otras enfrentados. En este crew no hay competencia.

Cualquiera se puede unir. El único requisito es querer hacer parte de una gran familia de breakers unidos por el amor al hip hop. “El hip es el movimiento y hop es el conocimiento, o sea que el hip hop es un movimiento inteligente”, dice William.

 

Quitando los estereotipos de los breakers

La Nueva York de los 70 vio nacer al breakdance o b-boying, un baile callejero que surgió como una manera de reclamar territorio sin apelar a la violencia. Una batalla en la que no había balas; sino pasos de baile.

En Bogotá (Lee: Hip Hop en Colombia: una historia que no se termina de contarmás de una década después, William González o mejor conocido en el mundo hip hop como ‘B-boy Redpollo’, encontró su inspiración en películas como ‘Flashdance’ -la primera que dio a conocer el breakdance con ‘It’s just begun’ de The Jimmy Castor Bunch – y ‘Beat Street’  (1984), con una temática más social pero conservando el hip hop como eje central.

William se unió a un colectivo denominado Halcones Negros, uno de los primeros en centrarse en este elemento de la cultura hip hop. Este colectivo congregó a jóvenes de todos los rincones de la localidad de Engativá en Bogotá, a quienes inició en la práctica del breakdance. Pero ante la disolución del grupo en 1992, ‘Redpollo’ continuó en la labor solo que en solitario.

Al ver la situación de los jóvenes de su barrio quienes caían en las pandillas y, por ende, en la drogadicción, le apostó al breakdance como una manera de desviarlos de este camino. Quería recuperar los espacios de los que se había apoderado la delincuencia y “promover los talentos de los artistas emergentes que no sabían cómo expresarlos”.

“Se alejaron de ahí y salieron a difundir lo que se les enseñaba aquí en la escuela a otras localidades como Suba y barrios como el 20 de Julio y Fontibón”, cuenta William.

 

A partir de ese momento, se dio cuenta de que esta práctica no solo tenía el poder de hacerlo sentir libre; también de ser una herramienta de transformación social.  Por eso siguió, pese a que muchas veces no existía compensación económica. Porque su mayor retribución era ver a jóvenes que encontraban en el breakdance la puerta para salir de la drogadicción.

Para ‘B-boy Redpollo’, el hip hop es unidad, respeto y sana diversión; sin embargo, los estigmas son muchos. “Te ven con una sudadera, una gorra y la gente te mira mal… por eso seguimos trabajando en esto, por el amor al arte...amamos lo que hacemos”, agrega.

 

“Muchos son los llamados; pocos los escogidos”

Pero, ¿qué es el breakdance sin la teoría? William cree que no tiene sentido enseñar este elemento del hip hop sin aplicar la historia del movimiento. Cuenta que no es lo mismo encontrar un tutorial por Youtube y bailar sin conocer el porqué. Por eso también se enfoca en el conocimiento.

Además del entrenamiento mental, la preparación física es exigente. “Es un deporte de alto impacto, hay mucho golpe, hay mucha caída y hay que prepararse físicamente a un alto nivel”. “Desafortunadamente hay pelaos que quieren llegar de una vez a hacer grandes giros de power moves, y ya quieren volar, quieren romperla y ahí es donde se golpean, donde se maltratan”, agrega.

 

¿Y los escogidos?

Uriel Huertas o,  como le dicen, ‘Ariel’ “por el detergente (risas)”, es un apasionado por la enseñanza del arte y la cultura y un acérrimo seguidor del breakdance. Para él, “es un medio de resolver conflictos con las personas”. Lo describe como “una batalla, pero una divertida”.

 

Sin duda, también es una forma de construir sociedad: “Es un medio de comunicación donde la gente se puede expresar y puede liberarse de todo esto que sucede aquí en el país, como la violencia”, agrega.

 

Gregory Cano, también alumno de ‘Redpollo’, nunca falta a sus clases y, desde pequeño, ama el grafiti. Ha pintado paredes que parecían inimaginables y su firma ‘Rey’ ha aparecido en algunas de las obras de arte urbano de la Avenida Suba y la Calle 80. Con este medio de expresión y en compañía de su colectivo ‘Los Ángeles’ busca transmitir solo enseñanzas positivas a quienes admiran sus obras.

Dice que “tiene más coordinación una guardería de perros” que él, pero con las enseñanzas de su profesor ha logrado ejecutar movimientos que creía que jamás haría. «Gracias a él he logrado avanzar. He aprendido que todo en esta vida es práctica, él siempre me dice:"¿Está practicando?"». La constancia es el fruto del éxito.

Y como Gregory y Uriel, está Linda Villamizar, una estudiante que en sus ratos libres dedica su tiempo al breakdance. El hip hop, dice, “es revolución”.

Cuando le pregunto qué significa el breakdance para ella, su expresión cambia por completo.“Es como aire, por decirlo así. El break es como emoción, ¿si?... amor, no sé. El break tiene pasos difíciles, pero así te pegues o te llenes de morados sigues bailando porque tú sientes libertad… es como el aire, como que fluye”, dice.

Para sus pupilos, ‘Redpollo’es un padre y entre todos han construido una gran familia. El hip hop es el cohesionante y el b-boying su pasión. Quieren quitar los estereotipos que se han tejido en torno a este movimiento con la única arma que tienen: la danza. B-boys y b-girls que, sin pensarlo, logran de a poco la transformación social de sus comunidades y que, por más  raspones que tengan en el cuerpo, existe un amor que los supera con creces: el breakdance.

 

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