Recordamos al grabador y pintor paisa Augusto Rendón Sierra quien hizo parte del Grupo Expresionista y quien falleció recientemente. A su empeño por narrar las heridas de este país, gracias.
Hijo de una familia burguesa y casado con una condesa italiana, desde joven parecía que su camino iba a estar rodeado por la comodidad y los halagos que trae consigo el privilegio, sin embargo, el hambre espiritual y artística lo llevó a convertirse en uno de los más reconocidos grabadores en la historia del arte colombiano.
Nació en Medellín el 2 de febrero de 1933. Desde pequeño le gustaba dibujar mujeres desnudas en sus cuadernos y aunque el colegio en el que el estudió se escandalizó, la vocación fue definitiva para hacer de un pasatiempo, su vida. Estudió pintura con profesores particulares y luego se especializó en Pintura mural y Grabado en la Academia de Bellas Artes de Florencia.
“Elegí el grabado porque me podía expresar más fácilmente y podía lindar con lo panfletario sin perder de vista el tratamiento plástico de la obra. Además, nos daba la posibilidad de llegarle a mucha más gente porque se hacían ediciones grandes y era más económico. Había más posibilidades de adquirir estas obras.”, dijo Rendón en una entrevista en El Espectador.
Pero su exploración por el cuerpo humano fue mucho más allá de su mera forma: en cada brochazo y en cada línea de sus grabados contaba las balas y los machetes que rasgaban los tejidos de un país. En 1963 Augusto Rendón ganó el primer premio de grabado en el XV Salón Nacional de Artistas con la obra ‘Santa Bárbara’, que contaba la masacre realizada en ese territorio antioqueño en el que fallecieron sindicalistas. Esa fue la primera vez que premiaron un aguafuerte en la historia del arte colombiano.
Rendón no solo fue uno de los grabadores más importantes del país sino que se encargó de recuperar este oficio a través del rensamblaje de la prensa que sería utilizada por el grupo de grabado de la Universidad Nacional y que después sería el corazón de tinta y metal de la Escuela de Bellas Artes de esta institución. También impulsó talleres que ayudarían a crear el taller de grabado del Taller de Artes de Medellín en 1977, que sería el primer taller de grabado independiente en esa ciudad.
Plasmó la fiereza de la tauromaquia haciendo del toro un Dios que se resistía a ser sacrificado; combatió la leyenda religiosa sobre una mujer que sucumbía al pecado para plantear mil Evas quienes eran dueñas del mal y del bien, y siguió los hilos de sangre de La Violencia colombiana hasta encontrar en la tragedia mítica de los centauros y guerreros no el origen, más si los compases primarios de una danza ancestral.
Su obra hizo parte de exposiciones como la Muestra de Artistas Latinoamericanos en Roma (1958), la Exposición Internacional de Grabado en Frenchen (Alemania, 1972) y la Bienal de Tokio (1962). Obtuvo dos veces el Primer Premio de Grabado en el Salón de Artistas Nacionales (Bogotá, 1963 y 1966), y el Premio Internacional de Arte sobre los Derechos Humanos (1968).
En 1972, en el catálogo que reunía siete grabadores colombianos que participaron en la XXXVI Bienal de Venecia aparece este fragmento sobre la obra de Augusto Rendón: “Símbolos delirantes, afiebrados, irónicamente grotescos, que descubren los manejos de la burguesía y los negocios detrás del militarismo, la guerra o los regalos de países ricos a los pobres, que esconden muerte o disimulan la lucha de clases a escala interna o externa”.