5 autores que le hablan a la muerte

Morir es una trampa. Somos los vivos quienes quedamos atrapados en una vida que parece querer disiparse tras una pérdida. Queremos compartirte esto porque en #Fractal hablaremos sobre esto el próximo domingo: ¿Qué pasa en el momento en que mueres? ¿Habrá algo más allá? ¿Habrá realmente lo que se llama 'muerte en vida'?

1. Jorge Luis Borges

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Este autor argentino escribió cuentos fantásticos, pero hay un cuento que especialmente te tenemos: 'Diálogo sobre un diálogo'. Y ahora nosotros te preguntamos… ¿Habrán acabado con su vida?

"A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja… Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.

Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron

A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos".

2. Alejandra Pizarnik

Esta autora, también argentina, acabó de su vida y dedicó la misma a la poesía y letras. "No quiero ir, nada más, que hasta el fondo", fueron los versos encontrados tras su muerte… Aquí te dejamos un poema de ella para que conozcas esos susurros literarios que la llamaban a acercarse a la muerte. 

"Señor
la jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
el aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada".

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3. Virginia Woolf

No es un secreto que ser mujer es terrorífico en este mundo y para esta mujer no fue la excepción, quien fue abusada –junto a su hermana– por sus hermanastros y colaboraron a que empeoraran sus síntomas nerviosos y su trastorno bipolar. Aquí te dejamos algunos de sus fragmentos.

“Su cerebro se encontraba en perfecto estado. Seguro que el mundo tenía la culpa de que no fuera capaz de sentir".

“Cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo, como las hojas de un libro aprendido por ellos de memoria; y sus amigos podían sólo leer el título.”

4. Piedad Bonnett 

La pérdida es también un lugar donde la muerte roza experiencias. Donde cada vez su cuerpo se convierte en un repositorio de palabras que buscan salvar al poeta, creador o doliente. Bonnett es una de ellas, escribió "Lo que no tiene nombre" para exorcizar y volver a parir: solo con las palabras se vuelve a nacer. 

"Con el oído del corazón oigo la música secreta de tu cuerpo,
el crepitar de tus huesos creciendo,
un animal poderoso que te sube en la voz,
la turba de tus sueños, las mareas
que con fuerza te alejan de mi orilla.
Por los rincones todos de la casa
vas dejando tu antigua piel,
y abrumado y espléndido descubres
tu desnudez que humilla los espejos.
Yo torpe, yo asustada,
desde mi torre ondeo mis pañuelos.
Abandonas
tu tierra de milagros donde es rey el silencio,
tu universo de ciegos resplandores
sin mirar hacia atrás.
En la mañana
en que trémulo vuelvas la cabeza
para leer las cifras de aquel tiempo,
un mar de sal te velará los ojos"

5. Mariana Enríquez

"Alguien camina sobre tu tumba", un libro que desentraña las tumbas: viaja y conversa con las historias detrás de aquellos que conocieron la muerte pronto –o incluso tarde–. Esta autora tiene charlas con la muerte, coquetea con ella sin pedirle que la lleve de viaje. Plasma la maravilla de su materialidad y cómo navega entre un mundo que se palpa y unos deseos que se conjuran solo con las palabras. 

"Qué hermosos son los cementerios, pienso mientras miro por la ventanilla el cielo gris. Mi amiga Patricia duerme a mi lado. "Donde se pueda leer su epitafio". Donde quedan el nombre y la fecha, una voz que dice: Estuve, fui. A lo mejor ya nadie sabe mi nombre, pero alguna vez alguien me recordó". (Página 270)


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