Colombia es reconocida por su diversidad climática: en un mismo día puedes pasar del calor del Caribe al frío intenso de las montañas andinas. Aunque la nieve es un fenómeno raro en el país, existen lugares donde las temperaturas bajan tanto que el frío se convierte en parte de su identidad.
Desde páramos cubiertos de neblina hasta pueblos que parecen salidos de un cuento europeo, el país guarda rincones donde el clima invita a abrigarse, tomar chocolate caliente y disfrutar del paisaje.
1. El Cocuy (Boyacá): el guardián de la nieve
El Parque Nacional Natural El Cocuy, ubicado en Boyacá, es el único lugar de Colombia donde se puede ver nieve de manera constante. Sus picos nevados —como el Ritacuba Blanco, que alcanza los 5.330 metros sobre el nivel del mar— conservan glaciares que han resistido el paso del tiempo, aunque cada año retroceden más por el cambio climático.
El municipio de Güicán de la Sierra, puerta de entrada al parque, suele registrar temperaturas que bajan hasta los 0 °C en las madrugadas. Desde allí, los turistas inician caminatas hacia los senderos autorizados, que permiten apreciar el paisaje blanco del Cocuy. Es, sin duda, el lugar más cercano a una “nevada colombiana”.
2. Sogamoso y Monguí (Boyacá): frío con encanto colonial
Boyacá es el departamento de los paisajes fríos por excelencia. En Sogamoso, la “Ciudad del Sol y del Acero”, las temperaturas oscilan entre 7 y 14 °C, y su cercanía con la laguna de Tota genera una bruma permanente.
Muy cerca se encuentra Monguí, uno de los pueblos más hermosos del país. Sus calles empedradas, su arquitectura colonial y su fábrica artesanal de balones le dan un encanto único.
De noche, el termómetro puede bajar hasta 2 °C, por lo que un café caliente o un canelazo son obligatorios.
3. Tota (Boyacá): entre el lago y la neblina
El lago de Tota, el más grande de Colombia, tiene alrededor pueblos como Cuitiva y Aquitania, donde el frío cala los huesos. En algunas madrugadas se registran temperaturas cercanas a los 0 °C, y no es raro ver escarcha cubriendo los pastos.
El contraste entre el agua cristalina, la neblina y los cultivos de cebolla larga crea un paisaje digno de postal. Es un destino ideal para acampar o alojarse en cabañas con vista al lago.
4. Santa Rosa de Osos (Antioquia): el hielo paisa
En el norte antioqueño, a poco más de dos horas de Medellín, se encuentra Santa Rosa de Osos, conocido como uno de los municipios más fríos del departamento. Las temperaturas pueden caer hasta los 3 °C, y los techos amanecen cubiertos de escarcha durante la temporada más fría (entre junio y septiembre).
El lugar combina su herencia católica, con imponentes iglesias, y su vida rural tranquila. Es una joya poco explorada por los viajeros que buscan clima frío en la región paisa.
5. Berlin (Santander): el páramo más gélido
Sí, en Colombia hay un pueblo llamado Berlín, y su clima hace honor al nombre.
Ubicado a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, en el municipio de Tona (Santander), Berlín es considerado uno de los lugares habitados más fríos del país. Las temperaturas pueden descender hasta los -2 °C en las noches, y el viento constante refuerza la sensación térmica de helada.
En sus paisajes se cultiva papa y se respira el aire puro del páramo de Santurbán, un ecosistema vital para el suministro de agua de la región.
6. Otros lugares donde el frío domina
En el sur del país, Pasto y el volcán Galeras también presentan temperaturas bajas, especialmente en las zonas rurales y de páramo. En Nariño, las cumbres del volcán Cumbal y el Chiles pueden llegar a ver pequeñas acumulaciones de nieve o escarcha, sobre todo en madrugadas despejadas.
En la zona central, el Nevado del Ruiz, el Nevado del Tolima y el Nevado del Huila conservan glaciares donde la nieve es una realidad permanente, aunque el acceso a sus cumbres está restringido por seguridad.
Frío que enamora
Más que soportar bajas temperaturas, visitar los pueblos más fríos de Colombia es una experiencia para reconectarse con la naturaleza.
Allí, el tiempo transcurre más despacio, el silencio se vuelve un lenguaje y el calor humano se siente en cada taza de chocolate o aguapanela.
Y aunque en Colombia no caigan copos de nieve sobre los techos de los pueblos, hay montañas donde el blanco todavía resiste, recordándonos que incluso en el trópico hay rincones que parecen de invierno eterno.




