La industria musical en Colombia está en su mejor momento. Poco a poco, hemos escalado en el pedestal latinoamericano: no solo como una parada obligatoria para los artistas que vengan por estas latitudes, sino como grandes exportadores de sonidos diversos apetecidos en otros países.
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Bogotá actualmente es un epicentro sonoro muy importante: según el Registro Mercantil Cámara de Comercio para diciembre de 2017 ya había 1.765 empresas capitalinas dedicadas a la música. 980 de ellas organizando eventos y conciertos, 340 en grabación y edición de sonido, 240 creando música, 183 trabajando en programación y transmisión por medio de radiodifusión, 38 en fabricación de instrumentos y las últimas 20 en producción de copias a partir de grabaciones originales.
Para una sola ciudad la cantidad no está nada mal, sobre todo cuando se mira la plata y el trabajo que generaron esas 1.765 empresas: $836.766 millones de pesos y 10.011 empleos. Eso sumado a que, como informó Invest in Bogotá, entre 2007 y 2017 Bogotá recibió $400 millones de dólares de inversión extranjera en el área de industrias dedicadas a la creación y la cultura, convirtiéndonos en uno de los imanes económicos más importantes de Latinoamérica.
La International Federation of the Phonographic Industry también nos arroja unas cifras muy dicientes. Desde 2011 hasta el 2016 los ingresos que ha dado la música grabada en Colombia se doblaron, es decir, hace 7 años la cifra era de $17 millones de dólares y hace dos años terminó marcando $35 millones de dólares. Estos números tomaron en cuenta las ventas físicas, digitales, los derechos de ejecución y la sincronización, donde, claramente, lo digital se lleva por delante a los demás canales de consumo quedándose con una tajada del 66% sobre el total.
Otro hecho importante es que según el Portal Único de Espectáculos Públicos de las Artes Escénicas (PULEP), el tipo de manifestación cultural que más recaudos económicos le trajo a Colombia en 2017 —y todos los años anteriores desde 2012— fueron los conciertos. A excepción de Séptimo Día (el circo tributo a Soda Stereo), el Estéreo Picnic, la presentación de U2 y Justin Bieber, fueron los eventos que más boletas vendieron el año pasado. Es decir: la música es la industria de espectáculos que más plata y masas mueve en el país.
Eso sí, hay cosas que no cambian: el vallenato ha sido y sigue siendo la música más popular entre los colombianos. Para el programa Fractal de Canal Trece, Rafael Manjarrez, compositor y miembro de la junta directiva de Sayco, explicó que “lo que sucede es que el vallenato lleva años en las emisoras, mientras que el reguetón y la champeta van y vienen, por eso este es un género más estable en materia de ingresos y los clásicos no paran de escucharse”.
Por ejemplo, este artículo de Revista Dinero informó que 'Oye Bonita' de Diomedes Díaz, después de muerto, factura entre $60 y $70 millones trimestrales tan solo por derechos de autor.
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Pero el hecho de que esos géneros sean los más apetecidos no significa que los otros sonidos no estén creciendo paralelamente. La séptima edición del Bogotá Music Market (BOmm), que se llevó a cabo este mes, creó puentes entre 281 artistas y 205 compradores internacionales y nacionales, con el fin de generar más de 3.200 citas y unos $2.1 millones de dólares en nuevos negocios: un estímulo muy importante para un tipo de músicos que, por lo general, no tienen tanta cabida en los medios masivos.
Pero no todo es color de rosa: todavía hay muchos retos. El hecho de que no haya muchos lugares adecuados para grandes eventos; o que la industria de los conciertos siga estando centralizada en la capital (el 54.72% de los espectáculos se realizan en Bogotá); o que, por ejemplo, solo el 25% de los bogotanos fueron a alguno de esos conciertos en el 2016, dejan muchas dudas sobre si la industria está creciendo a la par del público o si está evolucionando por su lado, en solitario.
“Aquí (en Colombia) no hay un consumo interno fuerte”, nos explicó Alejandro Montaña —integrante de La Mojarra Eléctrica— para uno de los episodios más recientes de Resonantes. “A uno le toca querer estar afuera porque, paradójicamente, el consumo de la música colombiana es afuera, no adentro”,
Sin un público colombiano con intención de consumir, apoyar e ir a los conciertos y toques, la industria no será más que una burbuja. En ese caso, tocará ver cuánto tiempo durará antes de explotarse.