“Soy fanático del Halloween. Desde pequeño me ha gustado, aunque yo soy de la época cuando no nos disfrazábamos”, recuerda Jesús Rodríguez, quien creció hasta sus siete años en Tibiritá, Cundinamarca, en donde cada 31 de octubre se encendían fogatas para celebrar la fecha, pero nada de disfraces. Entonces llegó a Bogotá, cuando todos los disfraces eran calcados: “En esa época la gente se pintaba la cara de negro con ropas negras, nada más. Todos eran brujas. Esos eran mis disfraces de niño, pero a mí me gustaba”.
Rodríguez es el dueño de Sauzalito, un taller de manualidades especializado en cerámica como material, pero dedicado al Halloween como tema en los ocho años que lleva el lugar. Jesús es docente de manualidades y abandonó su vida en una oficina de mercadeo para dedicarse a hacer lo que le gusta, que incluye componer los disfraces de sus sobrinas y el suyo desde hace 25 años. Este año, adelanta, será el Espantapájaros – el enemigo de Batman- pero en clave macabra porque prefiere los enfoques más oscuros y menos infantiles.
A pesar de su entusiasmo, Rodríguez reconoce que este año no ha sido tan bueno en ventas como el anterior. Aunque no sabe por qué, “la situación ha venido desmejorando. Los primeros años todo era la sensación y hasta tenía fanáticos”, dice. Este año, a menos de una semana de 31 de octubre, la cosa no va tan bien, pero eso no le impide pensar en el conocido proverbio sobre el profeta Mahoma y una montaña… Así, se rebusca cuando los clientes no van a él.
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El Favorable
Ese alegre espíritu de Jesús no lo comparte tanto Wilson López, administrador del ‘Remate El Favorable’, porque desde hace tres años casi no se venden cosas de Halloween. “Mire ahora, con lo avanzado que está el mes y vea todo ese Halloween que hay”, afirma señalando la entrada del local, donde están puestas las espadas, cascos, máscaras, trajes y adornos de la temporada.
En 'El Favorable' se preparan desde septiembre y la última semana ‘voltean’ el negocio, lo que significa que pasan lo que no es de temporada a la parte de atrás. El producto les llega de proveedores en Medellín y lo que no vendan se guarda en bodegas para el próximo año. “Hace cinco años era bueno, pero ahora está muy acabado porque ya casi todo el mundo consigue los accesorios por internet y se lo llevan a la casa”, sostiene López.
Eso no quiere decir que no falta el despistado buscando improvisar un disfraz horas antes de la fiesta sin gastarse un ojo de la cara y locales como el de Wilson son la salvación. “Con 20 mil pesos usted puede armar un disfraz acá, tranquilamente. Puede encontrar una máscara de payaso desde seis mil pesos, hasta 38 mil, lo que vale la máscara del Guasón”, promociona López.
Si seis mil es más de lo que quiere invertir, por Lourdes encuentra la ‘Piñateria & Cristalería la 63’, en donde Diego Arcila, administrador del negocio, afirma que se pueden encontrar pinturas para la cara desde 800 pesos. Como López, Arcila prepara el local al tiempo que Amor y Amistad en septiembre. Aquí, los productos llegan desde San Victorino en el centro bogotano y con 20 mil pesos puede disfrazarse con una capa y un antifaz.
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“Si quieres algo con más accesorios, un rango sería entre 20 y 100 mil pesos”, explica Arcila y afirma que Halloween sigue siendo una buena época para las ventas. “Sí hay un aumento en compras, porque la gente sabe que puede conseguir esos artículos acá. Aunque se han disminuido por la entrada de cadenas como Dollarcity o Ara, donde consigues productos muy similares a un precio más bajo”, reconoce.
Sin embargo, la última semana de Halloween pueden recibir entre 2.500 y 3.000 personas en la tienda, sin contar con que el local nunca abandona la exposición de disfraces porque “en Chapinero hay mucha gente que hace teatro y cosas con pelucas y antifaces”, lo que permite mantener sus ventas todo el año. Eso sí, las tendencias de 2019 –Maléfica y el Guasón-, puede que no se mantengan vigentes.
Lo que serás
Ante este panorama, Jesús Rodríguez sabe que debe innovar y no puede quedarse esperando a los clientes. Si están flojas las ventas, entonces se mueve en redes y busca, pues basta con que tener 1.000 pesos en el bolsillo para comprar la calavera más pequeña que vende en bizcocho (o sea, blanca sin pintar). Un modelo pintado, puede costar 45 mil y entre marranitos y cráneos, se sostiene económicamente.
Para él, los cráneos son un pilar de su creación y aunque este 2019 descrestó con calabazas tejidas a doble aguja, siempre procura hacer estatuas y calaveras alusivas a la Santa Muerte o con motivos más lúgubres. La mayoría, claro, oscuras y sangrientas, lo que ha provocado la ira de algunas vecinas del taller.
— ¿Por qué pinta a la Virgen así? ¡Satánico!—, le reclaman desde la puerta.
— Satánica usted que le reza a un yeso—, responde.
Y así pierda a esa clienta, no hace esto por el dinero. “Me gustan mucho los cráneos porque todos vamos a volvernos uno”, afirma, como bien saben los mexicanos.