Columna de opinión
Además de los libros he tenido en mi vida otra pasión que se mueve fuertemente dentro de mí. Algunos lo habrán adivinado por el nombre de mi blog de YouTube, a los que no, les digo que desde que tengo memoria me acuerdo de haber gastado horas y horas en el patio de mi casa hablándole a las plantas del jardín, a Manuelita, mi tortuga y a Cata, mi perra. Dese entonces he cultivado, un poco de manera inconsciente, un amor profundo por la naturaleza, por los árboles, las flores, la tierra y los animales. Y por esa simple razón amé el libro del que trata esta reseña con la que ustedes se acaban de encontrar y con la que hoy, en el Día Internacional de los Gatos, espero que ustedes encuentren inspiración y ganas de leer.
‘El gato que venía del cielo’ es un poema de 152 páginas, una oda a lo que son las relaciones humanas con esos otros seres que en silencio nos han acompañado en nuestro camino por el mundo. Takashi Hiraide es un poeta japonés, cuyo reconocimiento fuera de su tierra le costó años y una primera novela que es, ante todo una autobiografía, porque sí, Hiraide conoció a Chibi, el gato protagonista de este libro, y la relación entre ambos es lo que le da vida a esta obra. En ella, este gato aparece de la nada en la vida de una pareja de editores quienes viven a las afueras de la ciudad de Tokio, en una apacible casa cuyo jardín es tomado por la figura de Chibi, el gato de un niño vecino, que no responde a ningún dueño y que con el tiempo se convierte en el gato de todos. Nada espectacular ni caótico sucede en esta novela, y es quizás esa una de las características que a mí más me han atrapado, no solamente de este texto, sino en general de cierto estilo de literatura japonesa que he tenido la oportunidad de conocer en el último año.
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Y es que la literatura japonesa es, ante todo, introspectiva. La trama de las novelas no es solamente una cantidad de acontecimientos, sino que tiene que ver con el desarrollo emocional de los personajes, de manera que, al final, es también una mirada sobre uno mismo como lector. Un poco como un ejercicio meditativo.
Pero además es que libros como ‘El Gato que Venía del Cielo’, nos dan la posibilidad de echarle una mirada a ese mundo oriental, en apariencia tan lejano, y que ante nuestros ojos se pinta tan diferente. Y sí que lo es, leer literatura japonesa supone un reto también, en la medida en que son cientos de cosas las que desconocemos y para nuestra mente, tan acostumbrada a lo visual, siempre es pertinente en la lectura de estas novelas, remitirse a la consulta de un diccionario para entender de lo que está hablando.
Este libro llegó a mí, en un momento en el que estaba necesitando un poco de paz, y fue eso precisamente lo que me trajo. Además de una evocación del amor que siento por los gatos, uno de mis animales favoritos, fue también una lectura sanadora, llena de la sencillez y sutileza tan particular de la cultura oriental.
Espero que esta reseña pueda ser un llamado a que se dejen atrapar por este tipo de literatura. Si ya leyeron este libro, por favor escríbanme y cuéntenme sus apreciaciones, no quiero solamente que me lean sino que este espacio de los #JuevesdeLibros pueda ser una oportunidad para hacer de la literatura un objetivo común.