Fotos de Andrés Acosta, Sofia Gómez y David Granados.
Hace dos años, Boyacá tenía 148.910 registros biológicos, o sea, registros de vida, paso o permenancia de organismos vivos en su territorio. Y aunque ya era mucho, un año después la cifra había aumentado a 273.693. Ahora, la biodiversidad del depatamento desafía nuevamente sus números y aumenta aún más, con los 8.860 nuevos registros que halló el proyecto Boyacá Bio.
Pero esto no debería sorprender, si tenemos en cuenta que el departamento tiene cerca del 688.000 hectáreas de páramos de Colombia, 1.230 humedales y 10 cuencas hidrográficas. Fue en estos territorios donde se descubrieron por primera vez tres nuevas especies: Neobartsia matuy, Microlicia colombiana y Hyloxalus arliensis. Dos plantas y una nueva rana.
La neobartsia matuy es una especie de planta endémica de los Andes de la familia Neobartsia. La hierba encontrada en Cómbita, en la vereda Santa Bárbara, también fue hallada en el Páramo de Rusia a más de 3.600 msnm.
La Microlicia Colombiana encontrada en Pisba, destaca sobre todo por su llamativa flor ornamental y es la única en su tipo en Colombia. Otras especies de Microlicia son comunes en Brasil y Venezuela.
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La tercera especie nueva encontrada es la rana Hyloxalus arliensis. Se encuentra en el valle medio del río Magdalena en las laderas entre la Cordillera Central y la Cordillera Oriental de los Andes de Colombia y la distingue de otras especies una glándula pálida en su brazo.
“Estos son resultados muy impotantes porque para países megadiversos como Colombia, hablar de nuevas especies nos muestra el poco conocimiento que tenemos de nuestra biodiversidad y del funcionamiento y las relaciones que las especies tiene con otras en los ecosistemas”, indicó Sandra Galeano, coordinadora del proyecto.
Las Expediciones Boyacá Bio son el resultado de una alianza entre la Gobernación de Boyacá, el Instituto Humboldt y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), con la que se llevaron a cabo las 17 expediciones Boyacá Bio en 24 municipios boyacenses.
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En total, 35 investigadores (biologos, ecólogos, geógrafos, economistas, fotógrafos, científicos) se metieron en lo más profundo del departamento con ayuda y acompañamiento de las comunidades que habitan estos territorios, en una práctica conocida como ciencia participatica, que involucra a habitantes nativos de la región, valora sus conocimientos tradicionales e investiga a partir de estos.
“Esta integración social fue una apuesta muy interesante que amplió al posibilidad de conocer la biodiversidad desde diferentes perspectivas para ponerlas a dialogar simultánea y horizontalmente”, señaló Felipe Santodomingo, líder del componente de ciencia participativa dentro del proyecto.
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