Arte y activismo digital, la poderosa mezcla de las aventuras de Martina

Martina La Aventurera es de un planeta muy lejano y llegó a la Tierra por una casualidad intergaláctica. Un día iba en su submarino volador cuando, de repente, se topó con un agujero de gusano, con una alteración en las frecuencias del universo que la hizo caer en la ciudad de Bogotá (Colombia). Desde hace un tiempo busca el apoyo de niños y niñas para ayudarla a regresar a su hogar, una aventura que la ha llevado a conocer ciudades, juegos y voces cómplices que, en sus propias palabras, le han permitido aprender a reconocerse desde otras miradas, especialmente aquellas que observan al mundo con sabiduría desde la inocencia. 

Su paso por la Tierra le ha permitido hacer grandes amigos, sobre todo niños y niñas, a quienes considera no solo el futuro, sino también el presente del país. Para ella son sus guías, quienes le han enseñado desde lo más básico del idioma español, hasta los colores, las normas cívicas y el amor por el cuidado del medio ambiente, son esponjas que absorben, enseñan y generan transformaciones. 

“De esta manera empiezo a generar un aprendizaje colaborativo en donde los niños y niñas me enseñan cosas que parecen muy básicas, pero que son importantes y les da la batuta para generar otras alternativas y posibilidades”, dice Martina, al referirse a su experiencia en Bogotá. 

Su paso por la Tierra ha sido documentado desde el primer momento en Internet y redes sociales, lugares que le permiten romper los límites y las fronteras, llegando a personas de todo el mundo: “Tengo seguidores de Estados Unidos, de Argentina y de otros países, hay gente que me escribe en otros idiomas que yo Mmm…, ni idea. Me toca usar el traductor de Google”.

Recuerda con nostalgia un día en el que compartía con sus mejores amigos: «estaba, hablando con los niños y niñas, recorriendo las calles, y se acercó un habitante de calle y empezó a aplaudir y me dio una moneda, creo que eran como cincuenta o cien pesos, y me dijo: “toma, toma, qué lindo”, mientras aplaudía Yo era como ¡wow!, eso fue muy emocionante para mí».

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La máscara más pequeña del mundo

Nuri Riaño Garzón, artista escénica y licenciada en Educación Artística, es Martina La Aventurera, un personaje clown que nació hace ocho años y con el que busca estimular la participación activa de niños y niñas, adolescentes en la sociedad.

Convertirse en Martina es para Nuri un ritual lleno de detalles que comienzan por unas palabras: “agradezco a Martina por todas las posibilidades que me ha dado, porque me ha permitido llegar a lugares donde Nuri no había podido”; sigue elegir el traje para la ocasión, colores llamativos para niños y niñas, tonos neutros para las familias, incluso vestido de baño extraterrestre para la playa. 

La ceremonia continúa por una cuidadosa planchada de la ropa y revisión olfativa: “me gusta que todo huela a hierbitas y naturaleza”. Después, con mucha suavidad, se coloca la trusa, el pantalón, el chaleco y las gafas en el cuello mientras se aplica un maquillaje suave “que no genere un choque con las personas”.  Por último, las moñas, los zapatos y la cereza del pastel: la nariz roja. 

Nuri es enfática en resaltar el papel del arte escénico como una forma de activismo y pedagogía que le permite reconocer el mundo de una forma distinta. Así mismo, busca dignificar la profesión de clown o payaso, como un personaje que vive, siente y tiene la posibilidad de enseñar.

“La máscara más pequeña del mundo me permite ser y abrazar los sentimientos y las formas de los demás. El clown brinda espontaneidad y eso también es bien recibido por las personas. Nos permite esa interacción y esa comunión para decir las verdades del universo sin tapujos ni tabúes y de una manera fresca”.

Esas verdades, para ella, se enmarcan en tres formas de activismo: la niñez como protagonista de una sociedad inteligente; la conciencia por el cuidado del medio ambiente y un país con mayor equidad, en donde las mujeres puedan decidir sobre su rol: “que sea esa posibilidad de decisión y no sea cuestión de que me tocó ser mamá o ser esposa o ser amiga. Que sea una apropiación de lo que deseamos para nuestras vidas”, afirma Nuri.

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Como muchas mujeres, ha creado distintos roles que le permiten ser consecuente con ella misma y con lo que quiere aportar al mundo. Además de ser Martina, trabaja en la Secretaría de Integración Social de Bogotá, en el programa “El arte de cuidarte”, en donde es cuidadora de niños y niñas, a quienes, a través de experiencias artísticas y lúdicas, enseña mientras sus padres y madres se ocupan en otras actividades. Por otra parte, es directora de la Fundación La Mochila, encargada de generar espacios de formación y entretenimiento cultural y medioambiental en la localidad de Bosa, en Bogotá. 

Rompiendo fronteras

Hace un año Nuri Riaño Garzón decidió llevar su arte a las redes sociales, pues para ella, estas le permiten ampliar su público. “Yo trabajaba sólo en la localidad de Bosa y era difícil llegar a muchas personas, entonces empecé a descubrir en las redes sociales, especialmente en YouTube, una herramienta para llevar mi mensaje a más lugares”.

Sin embargo, para ella uno de los retos ha sido alcanzar una estructura que le permita ser responsable a la hora de llevar sus mensajes. “Tengo el compromiso de hacer contenido digital de calidad, de ser muy cuidadosa con lo que voy a decir, con lo que quiero mostrar, con lo que quiero hacer”, afirma.

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