Portada: imagen tomada de la película.
Es el legendario discurso pronunciado por Ewan McGregor; es la impecable banda sonora que le presentó a Iggy Pop, David Bowie y Lou Reed a una nueva generación; es la crudeza realista con la que se retrata la drogadicción de la juventud escocesa… y de todo el mundo de mediados de los 90. Es Trainspotting, la película favorita de los cinéfilos aficionados que, un día como hoy de 1996, fue estrenada en Escocia, para el horror de muchos padres preocupados.
No fueron pocas las advertencias del ruido que causaría: la novela del mismo nombre en la que está basada, escrita por Irvine Welsh en 1993, no fue nominada al Premio Booker por “ofender la sensibilidad de dos jurados.
Cuando la película llegó a Estados Unidos, el político Bob Dole culpó a la industria del entretenimiento de “romantizar la heroína”. Pero seamos honestos: si la muerte de un bebé por mera negligencia o la de un adicto a la heroína maquillan la realidad del abuso de esta sustancia, entonces Dole tenía razón. Eso, si también ignoramos que, de acuerdo con datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la producción mundial de heroína creció desde 1985 continuamente hasta 2009.
A pesar de esto (o tal vez a causa de esto) y de algunos problemas para arrancar la producción y la filmación, Trainspotting se volvió, rápidamente, en el Evangelio de la Generación X y, al tiempo, en el Santo Grial de los millennials, a quienes por fin les hablaban un lenguaje honesto sobre las drogas, el sexo, la amistad y la muerte.
Atrás quedaban los vacíos discursos de políticos y los comerciales moralizantes que querían hacerte creer que consumir drogas es como fritar en aceite tu cerebro. “Escoge la vida, dile no a las drogas”, advertían en los 80. Pues Mark Renton y compañía, los ‘skagboys’, se tomaron el mensaje muy en serio y decidieron vivir la vida que querían, así a sus familias y al mundo no les gustara.
O tal vez justo lo contrario: esa era la única vida que podían tener. Ante una sociedad estática y conforme, tal vez resignada, la vida de estos jóvenes estaba destinada al tedio y al consumismo; a envejecer en pareja comprando cosas, teniendo hijos, esperando al fin de semana y las vacaciones anuales para ser felices. “¿Por qué querría escoger esto? Escojo no escoger la vida. Escojo otra cosa”, afirma Renton al ritmo de Iggy Pop.
Hoy, un cuarto de siglo después de su estreno, estas palabras resuenan igual, sacuden igual. ¿Qué es esa otra cosa que queremos escoger? La única respuesta honesta es la cínica: lo que sea, incluso la decadencia.
Encuéntranos en redes sociales como @CanalTreceCo: Facebook, Twitter e Instagram para conectarte con la música, las regiones y la cultura.