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Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

En estos meses de contagios y distancias forzadas, entre futuros trastocados y vacunas promisorias, los lectores confinados hemos recibido con particular intensidad el zarpazo —tan físico, tan implacable— que asesta la poesía. Para decirlo con la poeta María Paz Guerrero: “Los poemas brotan / de las cuerdas vocales / allí donde está la tiroides / y da cáncer de esófago, / de mamas, / de páncreas”. O con el filo del poeta Michael Benítez: “Escribe poemas / y te sacarán los ojos”.

Lejos del afán lucrativo y la voluntad devoradora de ciertos pulpos comerciales, y con algunas operando a través de ejemplares procesos autogestivos, las editoriales independientes colombianas le han tendido la mano a ese “incendio cicatrizado” (palabras del poeta Camilo Suárez) que es la palabra poética y nos han entregado una generosa cosecha pandémica. Tanto editoriales que marcan la parada como proyectos recién nacidos le han metido el diente a hacer circular nuevas voces y a que autoras ya consolidadas de la escena local sigan propagando el fuego. 

Los cinco libros que recomendamos abajo, todos publicados durante la emergencia sanitaria por la COVID-19, arrojan, entre otras, nuevas aproximaciones poéticas y políticas a la violencia colombiana —desde esa que entraña la imposición de la lengua y la letra hasta la de tragedias como la Masacre de El Salado—, observan con detenimiento objetos que flotan y canales en invierno, miran paisajes en migración y alimañas montaraces o hacen audibles voces borrachas que cantan al barrio y a sus primeros amores. 

Sus editoras y editores le han apostado, con particular sensibilidad, a la belleza del objeto-libro: son piezas altamente cuidadas que, en su mayoría, se la juegan por el entronque de texto e ilustración o por el realce de la imagen poética a través de la exploración gráfica —recordando esa otra gran verdad: que la distribución de la palabra en la página también produce sentido—. Son ellos, editoras y editores, quienes aquí nos presentan brevemente sus proyectos, acompañados de un adelanto de cada uno de estos títulos en los que, siguiendo los versos de la poeta Tania Ganitsky, “el agua y el fuego / se cuentan secretos / hasta que no se ocultan nada / y se leen el pensamiento”.


[Nota: por el ancho de las columnas de esta plataforma web, algunos versos quedan mal cortados y los poemas se ven diferentes a como se ven en los libros. Así que, para apreciarlos bien, véanlos sobre la página, en su diagramación original].


Los analfabetas

María Paz Guerrero
Dibujos de Alejandra Hernández
La Jaula Publicaciones

Los analfabetas es el segundo libro de la poeta bogotana María Paz Guerrero, con dibujos originales de la artista Alejandra Hernández, publicado por La Jaula Publicaciones. En Los analfabetas la poeta emprende una reflexión sobre el analfabetismo como condición humana, abordando temáticas como la dominación política, la alienación del sujeto en una educación colonialista y la violencia en Colombia. El libro navega por diferentes formas —físicas y metafísicas— de la violencia. La palabra poética se convierte entonces en una manera de habitar las heridas —corpóreas y abstractas— para volverlas plásticas. En este camino entra la imagen y se funde con la palabra para darle vida al acto poético. Las imágenes quieren estar vivas. El lenguaje ya no quiere habitar el vacío: quiere habitar lo violento y allí, por fin, hacerse real. Los analfabetas fue ganador de la Beca para proyectos editoriales independientes, emergentes y comunitarios 2019 del IDARTES.

Astrid Ávila

Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

Asno rebuzna pasito

con sus patas rompe libro

pasa páginas, anota y no acaba.

Orejas atentas a los pitos de la calle.

Cada bus se aplasta en la tronera.

Tapemos ese hueco con cobija de basuquero.

Burro lee didascalia

lee templo, lee cuerpo erguido, lee drama.

D e l e t r e a con acento de asno
se acuesta en tapete viejo
encorva pupilas

Rebuzna vocales
traduce
repite

regurgita

la trama

* * *

India teje collares
   abuela rasga guacharaca
        indio se queda en el pueblo
            acostado en la hamaca.
                Peatón surca lodazales,
                    lagunillas, esquiva sombrillas rotas
                        varillas de acero que pinchan carteras y chaquetas.
                            Ojos ruedan, amainan chubascos, caen aguaceros,
                                suenan lloviznas

                                Estábamos afanados, realmente,
                              acelerados. Torcidos, jodidos, arrejuntados,
de veras, mal dormidos, paniqueados,
hambreados, encorvados, hundidos

 

escupíamos
al atardecer
soltábamos flemas
en luna llena
nos desgranábamos


La mata

Eliana Hernández
Ilustrado por María Isabel Rueda
Laguna Libros y Cardumen 

La mata es un poema narrativo escrito por Eliana Hernández que desde distintas voces busca aproximarse a la Masacre de El Salado. Entre las voces, aparece la voz de la Mata, la naturaleza que contempla los horrores de la violencia y que a pesar de eso no puede dejar de crecer, de florecer. El libro, que publicamos en coedición con la editorial Cardumen, viene con una ilustración de María Isabel Rueda que crece a medida que avanza el texto y que las palabras de la Mata van rodéandolo todo. La búsqueda que hace el texto a partir de las distintas voces contribuye a la discusión de cómo narrar la violencia y el horror. El resultado es un texto en el que la crueldad y la belleza se encuentran y conmueven al lector.

Pedro Lemus

Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

Intenta pensar con claridad

 

y mira desde la puerta el inicio del monte, se hace tronar los dedos.

                                             En realidad

era una nube

lo que se movía en el cielo

no era una señal:

una nube encima, gris, relámpagos se veían 

mientras se acercaba un colibrí manglero

                                                   y ella 

habría que limpiar la maleza, dice,

amontonar las ramas a los lados, piensa, 

amar las casas oscuras que son los montes, 

los huesos que soportan lo mismo

que la noche soporta. 

* * *

Retoman Los testigos:

Si a eso se le suma que con ellos entró la noche en las casas, entró y salió la noche como quiso, extendiendo su cielo oscuro como se estira una piel, como Dios cubrió con piel el cuerpo del animal, si se nos permite el préstamo, es decir, envolviéndolo todo, si usted le suma a eso la noche en toda su extensión y envoltura, puede hacerse de pronto una idea. 

* * *

Dice La mata:

 

Luego de la confusión y la noche

se enciende allá al fondo,

una luz proveniente de las casas

una luz tan fuerte que se come la noche: 

un grupo, hecho ya una alegría,

ha desobedecido la orden de la noche,

las acompañan, en su terquedad por la vida, 

deseosas las flores, palpitante

la respiración nocturna de las plantas. 

Juntas, desafiando la amenaza

de la noche, la orden explícita de no reunirse, 

son estrellas en la tierra más allá de la noche, 

una bulla de larga vida, son muchas,

la noche en cambio fue una sola. 


Ladran perros

Camilo Suárez
Sellos de Julián Cárdenas
Atarraya

Ladran perros de Camilo Suárez es un libro de poemas embebidos en la tradición de las voces antioqueñas que a su vez se alimentan de la tradición latinoamericana. Esta metabolización encuentra en sus meandros una voz reposada, personal, que entiende que justo en lo propio está lo otro, que lo personal es también universal. El libro hace un recorrido simbólico, de manera fluvial, desde la montaña, la vida bucólica, la culebra guardacaminos, la amistad, hasta llegar a la ciudad y el despliegue de sus pasadizos: la infancia, la violencia, la geografía extrañada por la sensibilidad de quien mira las cosas con detalle, con sospecha: la mirada doble del miope que sobrenaturaliza su contexto.

Santiago Rodas

Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

Rezo de agua dulce

Desbórdate
lleva contigo animales, ramas y herramientas.
Enséñales la génesis del remolino.
Esparce tu dictado en las riberas
haz de la respiración un privilegio.

Creciente
tumulto marrón
arteria de la noche
ruego a ti por la elección.
Regálame el paternal abandono de un final fingido.
O, si prefieres, maquíllame.
Pinta en mi rostro la mueca del ahogado
gesto del que ha sido tronco
hermano de las ranas
huésped de recodos
hinchado pasmo en los esteros.

Rodadero

Muerto primero
¿dónde sintonizan tus canciones
ahora que eres pirueta recordada?

Quedas en las olas
en el juego
con los muchachos
en las húmedas palmadas que recibe la playa.
Raspadura de tiempo
la espuma recuerda a la madre que trabajó tu cuello.

Muerto primero
maestro del vértigo
sobre los rostros insolados que te rodearon
brisaste oscuridad.

Sombra

Repta el pájaro en las calles
si vuela contra el sol.


La suspensión de los objetos flotantes

Tania Ganitsky
Ilustraciones de Ana María Lozano
Cardumen 

La suspensión de los objetos flotantes es un libro que explora las formas de lo flotante. Lo que flota puede ser un barco en un canal, pero también el futuro dentro de una bola de cristal, lo que flota puede ser un nudo en la garganta, la música que entra por un oído y sale por el otro o eso que no se dicen dos personas que miran lo mismo. Los dibujos de Ana María Lozano siempre han jugado con arquitecturas vacías, y lo que ella hizo al ilustrar los poemas de Tania Ganitsky fue abstraer lugares y objetos y ponerlos a flotar sobre la página.

Alejandra Algorta

Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

O el sol es un bote amarillo
oxidado y sucio
que abandonaron 
en este lado del canal
un núcleo de olvido ardiente
un destino flotante
de radiación electromagnética
propagándose en el vacío
orbitamos alrededor suyo 
en ciclos de tristeza. 

* * *

Estoy haciendo algo mal y quieres saber qué.

Bien, aquí va:
ya no puedo atrapar la música.

Me atraviesa muy rápido
el cuerpo, 
entra por un oído
y sale por el otro,

no la registro
en mis cuadernos, ni en el compu,
ni en la memoria.

Mi mp3 tiene las mismas canciones
de hace ocho años
—aguas estancadas que van juntando
los restos de lo que alguna vez vivió—.

Una amenaza sanitaria, 
una cuna de virus y bacterias.

Y tengo la convicción
de que el desastre de existir
entre músicas perdidas
                                            es contagioso.


Papeles

Michael Benítez Ortíz
Ruido Ediciones

En este libro el balón de microfútbol es el sol, así como la cabeza del padre que recién cortaron. Es una poesía ebria: el que toma, orina debajo de los árboles y así arroja el impulso del lenguaje. Estos versos contienen lo propio, el barrio. El pobre es como el rico y todos son como todos. Entonces, por fin, somos iguales, “soy bilingüe porque conozco el silencio” y vamos con el poeta que está, como Pasolini, con los de abajo, porque solo a ras del suelo hay vida, una vida que dice: “(…) veo la muerte / bailando desnuda / en cualquier esquina”.

María Paz Guerrero

Poesía colombiana en pandemia: cinco novedades de las editoriales independientes

Al menos

Yo
Que admiro a Luis Vidales
Que me sé de memoria un verso de Julio Flórez
Que no he leído a Valencia
Que no fumé basuco con Jattin
Que soy amigo de John F. Galindo
Que no entiendo ni coma a Mutis
Que soy más urbano que Mario Rivero
Que Juan Manuel Roca me parece una piedra
Que no le he dado culo a Alvarado Tenorio, ni a ninguno
Que soy más joven que Jaime Jaramillo Escobar
Que leí a Pombo, en el colegio
Que cuando estoy ebrio hablo como Obeso
Que me gusta Hannah Escobar, sin leerla
Que por María Mercedes Carranza
sé que la poesía no se hereda—el papá no era poeta
Que a mis rapidines les digo José Manuel Arangos
Que tengo una foto con Jotamario
—qué culpa, si él me la pidió—
Que no me soporto ni una línea de Federico Díaz-Granados
—prefiero las de perico—
Que confundo a Barba-Jacob con León de Greiff
Que no he plagiado versos en ningún Rincón
Que no he echado chisme con Cobo Borda
Y que siempre me ha gustado Silva… en mi billetera

Yo
Quisiera ser, al menos, como ellos
para que alguien se acordara de mí en un poema
y escribiera:
Yo
Que tampoco fui poeta como él.

Indigencia

Dicen
que se la pasa leyendo papeles
que recupera de la basura de los manicomios
y escribiendo con tinta transparente,
que se emborracha de noche
—no por la noche—
y que le gusta bien fría.

También dicen
que trabaja en un sueño, o mejor, en una pesadilla
y que dios, en persona, lo coronó con aureola de ateo.

Eso dicen
de mi amigo
que escogió
como costal
la poesía.

 

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