“Sí, qué tiempos estos / en los que escribir un poema de amor / es casi un delito / porque contiene tantos silencios / sobre tantos horrores…”. Radicalizando una estrofa del dramaturgo Bertolt Brecht, el poeta norteamericano Lawrence Ferlinghetti —quien falleció este año, dos meses antes del estallido social colombiano— se preguntaba en De la poesía como arte insurgente sobre la función del arte poética y el lugar de los poetas cuando “Némesis golpea a la puerta”. ¿Para qué hablar de cosas bellas si afuera hay hambre, una emergencia sanitaria inédita, violencia policial, desaparecidos, duelos irresueltos? ¿Para qué un poeta en tiempos donde la acción política parece ser más urgente que la escritura? ¿De qué sirve escribir versos en un país en guerra? ¿Puede un poema revertir una política de gobierno? ¿Puede atajar la represión? ¿Escribir un poema de amor en momentos de una alarmante crisis social es, como insinúa Ferlinghetti, casi un acto cómplice?
Veinte días después de iniciado el Paro Nacional Indefinido que ha desplegado sobre el país una temporada de movilización social sostenida sin precedentes, los poetas y artistas han seguido haciéndose esas mismas preguntas. Preguntas que, parece, solo se han hecho más punzantes con los días. “¿Para qué poetas en estos tiempos? ¿Cuál es el uso de la poesía?”, se preguntaba Ferlinghetti en los años sesenta. Y su respuesta vibra ahora con más intensidad, en la Colombia de mayo de 2021, bajo el sonido de las cacerolas y los disparos de la fuerza pública: “El estado del mundo clama que la poesía lo salve. / Si aspiras a ser un poeta, crea obras capaces de responder al desafío de los tiempos apocalípticos”.
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Las artes han sido, bajo esa luz, instrumentos de respuesta eficaces para convocar cuerpos en el espacio, tender lazos afectivos en un presente pandémico que los había roto y canalizar desde otras sensibilidades los reclamos ciudadanos, sus sentires, sus rabias y dolores. De manera más móvil y dispersa, bajo el radar del protagonismo que músicos y artistas escénicos han tenido en los registros visuales de las movilizaciones, muchos manifestantes han acudido a la poesía para buscar resonancias, puentes entre éticas y estéticas, así como rutas de acción política para desatar el nudo de las violencias que nos han llevado al estado actual de cosas, para señalar que otro país es posible.
Algunos de los poemas que presentamos a continuación han circulado en distintas plataformas durante estos días: en trinos e historias de Instagram, en fotocopias, carteles, en cadenas de WhatsApp. Algunos de ellos han sido leídos en voz alta en los barrios, en los parques, en las plazas públicas. Algunos versos se han escrito en pancartas y camisetas, se han visto en distintas ciudades en vallas y paredes. Algunos son clásicos de la literatura colombiana, que tanto ha reflexionado sobre la violencia, y algunas son piezas de emergencia escritas por autores contemporáneos en estos días de marchas. Y es que la poesía ha sido, en el actual Paro Nacional —como en otras movilizaciones sociales recientes— una forma de darle palabras justas a un malestar profundo. Porque, como bien lo supo Ferlinghetti, la tarea del poeta en tiempos de crisis es imaginar, desde su escritura, “una nueva manera para que los mortales habiten la tierra”.
La patria
María Mercedes Carranza
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
Cuestión de estadísticas
Piedad Bonnett
Fueron veintidós, dice la crónica.
Diecisiete varones, tres mujeres,
dos niños de miradas aleladas,
sesenta y tres disparos, cuatro credos,
tres maldiciones hondas, apagadas,
cuarenta y cuatro pies con sus zapatos,
cuarenta y cuatro manos desarmadas,
un solo miedo, un odio que crepita,
y un millar de silencios extendiendo
sus vendas sobre el alma mutilada.
[Somos miles de miles…]
Jorge Velosa
Somos miles de miles
y dijeron que mil;
somos gentes de bien
y dijeron de mal;
flores que van segando
por querer un país,
un paisito de todos
para vivir en paz.
Somos grito de gritos,
cacerolas de luz,
un trueno que retumba
con la fuerza del mar,
cuando rompe el letargo
que acumula en su ser,
cuando dice allá voy
y decide empujar.
Todo eso somos, somos,
todo eso y mucho más,
vencedores del miedo,
del odio y del dolor;
soñadores de sueños
con derecho a soñar,
armados de la gana
que la vida parió,
con el eco del trueno,
con la fuerza del mar.
En qué lengua
Hugo Jamioy Juagibioy
Hoy, que me encuentro en su oficina
abogando por la vida de mi pueblo,
le pregunto, señor presidente:
¿En qué lengua
están escritos sus sueños?
Parece que están escritos
en inglés, ni siquiera en español.
Los míos están escritos
en camëntssá.
Así
jamás nos entenderemos.
Hospital Militar
Maruja Vieira
¡Dios, qué mano tan fría!
dijo el soldado herido.
En la silla de ruedas su figura
sería un árbol joven
con las ramas cortadas.
Porque allí no había mano,
sólo unos ojos hondos,
muy hondos, que parecían
preguntarle algo a Dios.
Afuera están matando personas
Nicolás Peña Posada
Afuera están matando personas
como nosotros, María
tienen este mismo corazón
que se hincha con la lluvia
llevan nuestros ojos negros heredados del barro
y también comen pan en la mañana
A diez cuadras una mujer
ha dejado de respirar
y ahora besa el piso en silencio
como si fueran las manos de su hijo
Lo que dijiste alguna vez parece cierto:
este país está condenado a la violencia
No sabe uno qué hacer cuando se levanta
dónde alojar la piel
bajo qué árbol sentarse a cantar
en qué horario hacer silencio y pedir perdón
No sabe uno limpiarse las manos
alistar la muda, salir a trabajar
quedarse callado, escribir un poema
eso no sirve para nada
me dijo el otro día un amigo
¿escribir un poema para qué?
¿qué hace un poema en un país con hambre?
¿qué hacen unos versos contra un ejército ciego?
¿qué puede un poema cuando el cuerpo
es un animal que huye y se desangra?
Amarnos, María, tal vez amarnos
sirva de algo en estos momentos
Hay personas que lo han perdido todo
hay mujeres que no tienen brazos
y se acuestan en el pasto
a esperar un diluvio de granizo
hay niños que han quedado huérfanos
y buscan entre la basura sus nombres
hay ancianos que piden comida
en los bordes afilados de la noche
hay una luz que llora al medio día
y se derrama sobre nuestras cabezas
Dicen algunas personas
que ya no tenemos miedo
pero yo sí tengo miedo, María
de que un día no vuelvas
porque te llevaron los policías
mientras caminabas por la ciudad
de que un día, como tantos,
tu cuerpo no valga nada
y te rajen y te rompan y te olviden
en cualquier potrero
en cualquier sonido de pájaro extinto
de que un día la vida pase a un segundo plano
y los muertos ya no tengan
un espacio bajo las piedras
un lugar para descansar
una esquina con flores blancas
Tengo unas manos que en las mañanas me ahorcan
tengo unas rodillas que se quiebran con el viento
tengo unos dedos que desesperadamente
buscan algo para sostener
Yo si tengo miedo, María
y me aferro a tu cuerpo
como a un amuleto antiguo
me aferro a tu cuerpo
para andar por estas calles
me aferro a tu cuerpo
para sobrevivir a las largas horas
de esta interminable circunstancia del café
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde
yo no sé si eso es cierto, María
a veces me pongo a llorar en el bus
a veces me cuesta sonreírles a mis padres
a veces las palabras se me pierden
se me enroscan, se me vuelven humo
María, hay un país en mis manos que se abre
hay una herida en las plantas de mis pies
que todos los días crece un poco más
hay un mapa de fuego en mi espalda
y me voy volviendo ceniza
Amarnos, tal vez amarnos
para hacerle frente a los hombres
que andan de noche por los barrios
dejando cartas de muerte en las puertas
amarnos para poder sostenernos
y que nuestros huesos todavía
no se vuelvan piedras secas y mudas
Amarnos, María, amarnos
como única forma de aplacar
esta tristeza negra que aletea
como mil polillas en el pecho
Afuera están matando personas como nosotros
afuera el cuerpo es un campo de batalla
afuera la vida es un milagro oscuro
afuera los que ríen apagan el sol
Amarnos, María, tal vez amarnos
para poder caminar juntos a un día
donde la tierra deje de ser ese abismo sin luz
al que van a parar todos nuestros amigos
antes de tiempo.
Los que tienen por oficio lavar las calles
José Manuel Arango
Los que tienen por oficio lavar las calles
(madrugan, Dios les ayuda)
encuentran en las piedras, un día y otro, regueros de sangre
Y la lavan también: es su oficio
Aprisa
no sea que los primeros transeúntes la pisen
Patria violenta
Jorge Gaitán Durán
Violenta patria mía:
en mí creció tu amor tardío
como una bocanada de perfume salvaje.
Todo estaba impregnado de ti,
el mar, los cien países
que conocí, con tu dolor siguiéndome
como si fuera ya mi propia sombra.
Me bastaba nombrarte y ya tenía
el gusto de tu piel: un sabor a panal
colgado en los fragmentos de los árboles.
Mientras más me alejaba de tu suelo
más me reconocía en tu destino,
mi amor era más grande y tu belleza
rural crecía con el sufrimiento.
¿Ahora quién podrá negarme
tu combate nocturno?
¿Quién podrá quitarme de las manos
el puñado de tierra empapada en sangre
de mis hermanos y esa rama verde
que antes de partir arranqué de tu seno?
[estoy ensayayinao…]
Michael Benítez Ortiz
estoy ensayayinao
severo raye
los tombos de jean day
en sus tales
nos azaran el parche
estoy es re rabón
escupo las piedras que les lanzo
no nos la picamos a locos
capamos mucha clase
no sabemos escribir “ambre”
pero la sentimos en las tripas
acá no les comemos
a los raros
y las gripitas se cansan
subiendo la loma
lo que ellos no saben
es que estamos bendecidos:
en las farras
siempre
el primer chorro es pa’ las almas
de las socias
y los socios
que faltan
A Cali ha llegado la muerte
Emilia Ayarza
No.
Ni la sangre de polvo.
Ni el rumor de las venas sub-terrestres.
Ni los ojos de antiguas polillas vagabundas.
Ni los hombres de párpados doblados.
Ni la casulla del viento.
Ni la tierra pintada de frutos en la tarde.
No.
Nada.
Ni el sexo que comienza en la lengua de los niños.
Ni los pastores de culebras.
Ni las esquinas infieles sobre las ventanas.
Ni la dignidad de los trapiches
sostenida en el breve equilibrio de la caña.
Ni el transparente río que se hunde por los muslos de Cali.
No.
Nada.
Ni las almadías del sueño.
Ni el somnoliento camello de la cordillera.
Ni el monólogo amarillo del sol en el espacio.
Ni la paz de los escarabajos.
Ni la mariposa pintora.
Ni el grillo concertista.
Ni la boñiga de oro.
Ni los geranios, ni las bicicletas
que absorben con sus esponjas de silencio
la tibia pereza de los muros
No.
Nada.
Ni el candor de las escuelas que traza palotes de ausencia en los tableros.
Ni los borrachos que miran fijamente a la ventera
y le derraman el corazón entre las trenzas.
Ni las polleras de los siete-cueros.
Ni la barba de cristal de los torrentes.
Ni los panales detrás de las ortigas
Ni los bueyes de artificial melancolía.
No.
Nada pudo detener la muerte.
Llegó a Cali navegando
y los corceles del Océano Pacífico
la saludaron volcando sus belfos espumeantes en la playa.
Llegó por el pito de los buques
por las banderas de los guacamayos
por el ojo de las agujas que remienda el pudor de las modistas
por la voz de los muertos en los árboles
por los billetes rubios
por el alma incolora de los camioneros
por los ojos trasnochadores de los naipes
por la felina displicencia de los grandes
por la rosa ignorante
por el paisaje de zapatos sin huella.
Llegó sin pasaporte y cruzó la frontera
caminando sobre el miedo rosado de los niños
por el clavicordio dorado de los campanarios
por el pelo de agua de los cosos
por la sencillez de los pueblos
donde los campesinos y las almojábanas se encaran con el sol
y los mendigos pegan su coto a las ventanillas del tren.
Llegó sin autorización de los muertos
que se salieron de sus tumbas
a protestar en un mitin putrefacto y amarillo.
Llegó por en medio de las garzas
los taladros
por entre el múltiple corazón de pitahayas
por la flor que se colocan las solteronas tras la oreja
por los solares donde hacen venias al viento los interiores parroquiales
y un tulipán oye misa diariamente.
Por cerca de los gallos
que creen en la blancura de los huevos
por los tejados donde los zuros escriben la epopeya de los celos
y los gatos y la luna
forman siete lechos y un violín.
Invadió los palacios, las haciendas
los ranchos y las niñas de capul.
Invadió el cielo y sus altos corderos extraviados.
Invadió la secreta desnudez de los cadáveres.
(La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas).
La historia de Cali dejó de ser un río deliberadamente puro
por cuyas ondas los días eran barcos de vidrio.
El rojo fue una lluvia sostenida en el aire
y entre los montes de cristal la sangre
dibujará para siempre vitrales en la sombra!
¡Hay que llorar desesperadamente!
El expresidente piensa
John F. Galindo
El expresidente piensa todo el tiempo.
Hace que piensa.
El expresidente piensa que es deber de su investidura
pensar en voz alta.
El expresidente piensa en voz alta.
El expresidente piensa que es deber de Su
Investidura publicar Sus pensamientos.
El expresidente publica sus pensamientos.
DA LA ORDEN DE MATAR.
El expresidente está pensando en la muerte.
Está a favor de la muerte.
El expresidente está pensando en la carne.
Está a favor del pescado.
El expresidente está pensando en las mujeres.
Piensa que las mujeres pueden ser aceptables.
Estos son los pensamientos del expresidente sobre el sexo:
El expresidente piensa que no tener sexo es mejor que el buen sexo.
El expresidente piensa que el buen sexo es mejor que el pecado.
El expresidente piensa que el pecado se da
cuando hay sexo y cuando dos personas
quieren tener sexo la una con la otra pero son del mismo sexo.
El expresidente piensa que eso es un ejemplo de lujuria.
El expresidente piensa que la lujuria es para los pájaros.
El expresidente piensa que hay que reducir el sueldo a las cajeras para que los que tienen maestría se sientan prestigiosos.
El expresidente piensa en cómo matar a 50 millones de hijos de puta llorando un poco.
El expresidente piensa en otras formas de matar: cortando las cabezas de sus contendientes y jugando un partido
en el que siempre gana él
o sus hijos
o sus amigos
o sus perros falderos
o las amantes del expresidente que ahora piensa en la vida más allá de la muerte y solo ve muerte
y tierra y vacas en donde antes hubo algo.
El expresidente piensa en el día en que se cayó de uno de sus caballos cuando niño y perdió la movilidad del anular del pie derecho. Piensa en las terapias de grupo en las que vio gente jodida de verdad, y se pasó el rato allí, callado, mirando al suelo, riéndose por dentro.
El expresidente piensa en que un día los extraterrestres le dispararán con su rayo desintegrador de carne y tejido. Y se oirá el ruido metálico de la medalla de la virgen y de las cuatro o cinco monedas pequeñas que, haga lo que haga, siempre lleva en los bolsillos.
El expresidente piensa en esa única hoja en el árbol que tiene frente a su ventana y que le perturba los nervios. Piensa en que va a coger un palo de escoba para darle unos golpes a la rama, a ver si cae.
Pero no cae porque en lo que el expresidente no ha pensado nunca es en que esa hoja está preparando el Gran Golpe. Quiere que el sentido de la amenaza del expresidente se atrofie hasta ser incapaz de ver el peligro aunque lo tenga delante. Y entonces PAM. El árbol cae sobre el expresidente, lo aplasta.
Y pensar en eso me hace muy feliz.
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Tres ñapas de autores no colombianos:
Cadáveres (fragmento)
Néstor Perlongher (Argentina)
Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa…
Hay Cadáveres
Proyectos
Cristina Peri Rossi (Uruguay)
Podríamos hacer un niño
y llevarlo al zoo los domingos.
Podríamos esperarlo
a la salida del colegio.
Él iría descubriendo
en la procesión de nubes
toda la prehistoria.
Podríamos cumplir con él los años.
Pero no me gustaría que al llegar a la pubertad
un fascista de mierda le pegara un tiro.
Contra la policía
Miguel James (Venezuela)
Toda mi obra es contra la policía
Si escribo un poema de amor es contra la policía
Y si canto a la desnudez de los cuerpos canto contra la policía
También si metaforizo esta Tierra metaforizo contra la policía
Si digo locuras en mis poemas las digo contra la policía
Y si logro crear un poema es contra la policía
Yo no he escrito una palabra, un verso, una estrofa que no sea contra la policía
Mi prosa toda es contra la policía
Toda mi obra
Incluyendo este poema
Mi obra entera
Es contra la policía.
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