A lo largo de cinco años, el director colombiano Alejandro Bernal atestiguó y registró con su cámara el crecimiento del amor entre Cristian y Yimarly, dos jóvenes combatientes de las extintas FARC. En medio de las vicisitudes del conflicto armado, el rigor de la guerra y los retos y esperanzas del Acuerdo de Paz, Bernal los acompañó en episodios significativos de su vida afectiva, como su primer concierto musical, la entrega de su casa e incluso al nacimiento de su hijo, que para ellos fue la más grande prueba de su unión y del deseo de constituir una familia una vez dejadas las armas.
De allí nació Amor rebelde (2021), un largometraje documental sobre las fibras íntimas de su historia de amor en medio (y después) del conflicto, que se estrena este jueves 4 de noviembre en salas de cine del país.
El director y productor, que hace más de una década trabaja en temas de conflicto armado, migración y medio ambiente para reconocidos canales internacionales como Discovery y Al Jazeera, conoció a Cristian y Yimarly durante la Décima Conferencia de las FARC, la última como grupo armado, en el momento en que por primera vez la prensa de Colombia y del mundo tuvo pleno acceso a los combatientes rasos de esta guerrilla una vez firmado el Acuerdo de Paz. Bernal se encontró con su historia entre la de cerca de tres mil guerrilleros y el Secretariado presente en esa zona veredal, ubicada en las sabanas del Yarí, a ocho horas por tierra de la Macarena o de San Vicente del Caguán.
“Un día como a las seis de la mañana me estaba tomando un café cuando vi que llegó un tractor con una especie de remolque con al menos diez combatientes que se empezaron a organizar en el mismo campamento —cuenta Bernal—. Eran solo parejas, que sacaban las pocas cosas que traían en sus morrales y las acomodaban en los cambuches que armaban. Eran pequeñas casitas de parejas. Entre ellas, estaban Cristian y Yimarly”.
La misión que le habían encomendado Jaime Escallón-Buraglia y Ximena Sotomayor, productores de la película a Alejandro, era conversar con muchas personas para conocer sus historias, y así lo hizo: “Por lo general, las conversaciones eran dirigidas hacia lo político y la lucha de clases, y Marx y el hecho de que ahora serían un partido político, mientras que con ellos fue una conversación más personal, como si nos conociéramos de antes y ahí llegó el tema del amor y de su expectativa de lo que vendría en sus vidas en los próximos años”, recuerda el director, que logró una cercanía profunda con ambos y compartió con ellos hasta sus caletas para dormir.
Amor rebelde, para él, habla de la lucha, pero no necesariamente de la guerra; habla de dos seres humanos que deben superar las dificultades para construir juntos sus sueños, de dos jóvenes a los que pudo acompañar en el reencuentro de Cristian con su madre tras diecisiete años en las filas, a celebrar el cumpleaños de Yimarly con sus padres y hermanos después de siete años, a reencontrarse tras unos meses de separación, o a la entrega de su casa con la ilusión propia de cualquier pareja, así fuera un lugar provisional alzado en una de las zonas veredales.
El amor es el centro de la película. Sin embargo, para el director, el objetivo no es romantizar a sus protagonistas; por eso, la película comparte con los espectadores aspectos reales de su personalidad. Ella es “completamente transparente” y él “muy frentero, sin filtro al expresar ideas que duelen, como que quien no quiere la paz es porque no ha vivido la guerra”.
“Me conmovió escuchar a Cristian contar cosas que vivió, como los bombardeos que dejaban los cuerpos desmembrados. ¡Uf! Eso tiene una dimensión mucho más profunda de la que yo creía, pero al mismo tiempo lo cuenta con mucha naturalidad. No es fácil tampoco escucharle decir que le gustaba la guerra, pero también es muy difícil juzgar desde el punto de vista de uno citadino, cuando ese pelado entró a los doce años a la guerrilla”.
El director también resalta el momento en que comenzó a rodar la película, que se caracterizó por un optimismo generalizado en el país. Aún recuerda incluso cuando soldados del Ejército Nacional lo detuvieron para preguntarles a dónde se dirigían y respondieron que hacía la Décima Conferencia y como respuesta de los uniformados escucharon decir: “Sigan tranquilos que los estamos cuidando”.
Esta pieza documental es la continuación del trabajo de Bernal con combatientes. Por su trabajo, ya había realizado algunas historias cuando la guerrilla de las FARC aún seguía activa: “He tenido la oportunidad de recorrer el país, conocer personas de distintos lugares, el privilegio de entender un poquito más la realidad de Colombia y de sacar mis propias conclusiones. Siento que los medios y la hegemonía bogotana le ha hecho mucho daño a la paz en Colombia al estigmatizar al que piensa diferente. Con esto no quiero ‘lavar la cara’ de las FARC, pero esa estigmatización le hace mucho daño al país, porque dificulta entender que muchos jóvenes campesinos no tuvieron otra opción de vida y que ellos también sienten el amor como cualquier persona en las grandes ciudades”.
Ante la pregunta de si considera que su película puede ayudar a cambiar la percepción sobre la guerra y la paz en Colombia el director asegura que no lo cree, pero que sí puede ayudar a sensibilizar y entender que las personas que estaban en esas filas guerrilleras tienen mucho en común con los que están en las grandes ciudades, que comparten los mismos sueños y temores.
El reto más grande con Amor rebelde ahora, es poder llegar a las personas que piensan distinto, que la película no la vean solo las del nicho sino cualquiera y darse la oportunidad de conocer, la historia de amor de Yimarly y Cristian. “Es hora de cambiar el discurso del ‘bueno y el malo’ en Colombia, que le hace tanto daño a la paz. Seguramente si el país hubiera tenido acceso a estas historias antes del proceso de paz, las personas hubieran tenido una visión más amplia de la realidad nacional”.
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