Nací en Pereira, pero me crié en un pueblito que se llama Santa Rosa de Cabal, y pues ahí tuve infancia típica de pueblo de poder salir a jugar al parque, donde patinaba más o menos desde que amanecía hasta que mi mamá me entraba del pelo para la casa.
Me gustaba montar en bicicleta con mi papá, y como era muy intensa, me tenían en clase de natación los fines de semana, en clases de ballet, en clases de música: aprendí a tocar violín, aprendí a tocar piano, y aprendí a tocar dos tipos de flautas. O sea, siempre fui mega intensa, haciendo 100 cosas además del colegio, donde era re ñoña.
A los 17 años, estuve viviendo en Nueva York donde aproveché para mejorar el inglés. Me regresé a los 19 y empecé a estudiar Periodismo en la Universidad Católica de Pereira, aunque aquí quiero hacer un paréntesis, y decir que esa es una historia súper loca porque yo siempre quise ser médica, el problema era que no tenía memoria para serlo.
Cuando me gradué el primer diario en el que estuve fue en El Espectador, como fotógrafa, después pasé a ser redactora y después me echaron en medio de un recorte de personal. Me dio durísimo pero conseguí otro puesto súper rápido en El periódico de los colombianos. Más tarde entré a Colprensa donde estuve apenas un par de meses porque me llamaron de Terra para que escribiera crónicas de Bogotá, que fue mi trabajo soñado.
Después de dos años llegué a Publimetro, primero como redactora, luego como editora general, hasta que el que había sido mi jefe me llevó a trabajar con él a la Alcaldía de Bogotá en la época de Peñalosa… y fue muy difícil, muy manoteado el cargo porque la gente me escribía: “Tú me caes bien pero no te perdono que trabajes con ese man”, entonces ese tránsito fue bonito, fue chévere, muy enriquecedor, me probó el carácter, de verdad me lo probó, pero llegó un momento en que ya no o quería más y me fui a vivir a Cartagena, y allí fui periodista en El Universal y Comunity manager del Hotel Las Américas.
La verdad, se me hizo difícil vivir allá por varias cosas. Primero porque descubrí que soy alérgica al sol. Segundo, me hacía falta poder ver cosas ricas culturalmente sin que costaran un millón de dólares como el Hay Festival, quiero decir, me hacía falta poder ir a cine, a teatro. Tercero, me hacía falta la actitud de la gente: me estrellé mucho con, uno, el machismo generalizado, no solo en los hombres sino también en las mujeres, era como: oye, si tienes más de 30 años y no te has casado es porque eres lesbiana, eres anormal, tienes un problema psiquiátrico o qué te pasa; y dos, que Cartagena fuera tan anti perros, porque soy dueña de dos perras.
Y bueno, ya me vine a Bogotá otra vez, reconciliada con la ciudad, me hacía falta…
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