La voz del humor político, de la crítica social, del periodismo mordaz ha sido silenciada miles de veces en este país. Lo hemos visto en los últimos tiempos en los líderes sociales que han desaparecido por haberle puesto la cara a la corrupción, a la desigualdad y a la guerra. Pero la verdad es que la censura y los asesinatos ocasionados a causa de palabras que rompen el silencioso de la culpabilidad han sido acalladas desde los inicios de la historia de esta patria.
Una de esas que ha sido la más dolorosa nos sorprendió a todos en la comodidad de la sala de nuestras casas un 13 de agosto de 1999. En la madrugada de ese día la censura de prensa cobró la vida de Jaime Garzón en lo que años más adelante se clasificó como un crimen de Estado, al haber contado con la participación del Ejército, el DAS y la banda de criminales del narcotraficante y paramilitar alias Don Berna. Saliendo de RadioNet, emisora en la que trabaja por entonces, dos motociclistas lo acecharon en su carro y acabaron con la vida de Jaime Garzón, ese periodista que se había colado por la pantalla del televisor en todos los hogares colombianos burlándose y haciéndonos reír de una triste realidad nacional, y en el corazón de los colombianos no podía caber semejante noticia.
No hubo nadie en Colombia a quien los ojos no le lloraran con la muerte de Garzón. Heriberto de la Calle, Godofredo Cínico Caspa y Néstor Eli se fueron con él y en silencio quedó la crítica periodística de Colombia desde entonces. Pocos, muy pocos han tratado de devolvernos la risa consiente que solamente puede nacer del dolor, muy pocos con éxito y por eso Jaime Garzón sigue siendo uno de los hombres que más falta le hacen a este país.
Garzón fue la cabeza detrás y delante de programas de televisión como ‘Zoociedad’ y el ‘Noticiero ¡Quac!’ con los cuales fue acreedor de un reconocimiento que lo consolidó como la voz crítica más poderosa de los últimos años en el periodismo nacional. En sus críticas no se quedaba con nada guardado así tuviera que hablar del presidente de turno o de los jefes guerrilleros y paramilitares.
Hoy conmemoramos 19 años de su asesinato que sigue, de cierta manera, en la impunidad, con la esperanza de que su voz y todo aquello que nos gritó a través de su sátira no nos abandone.