Historias desde Mocoa en palabras e imágenes del fotógrafo Leonel Morales

Su mensaje nos invita a no olvidar y a contribuir de la manera en que podamos, a ayudar en la reconstrucción de la ciudad. #TodosSomosMocoa

¿Hace cuánto vives en Mocoa?

Vivo en Mocoa hace 42 años, desde que nací y jamás había tenido que pasar por una situación tan crítica como la que estamos viviendo en este momento.

Para las personas que no conocen sobre Putumayo, ¿cómo lo describirías?

El Putumayo es un departamento rico en biodiversidad, con mucha abundancia de agua, pero no produce mucho, la economía en un 80% la mueven las entidades públicas como la Gobernación, CorpoAmazonía, las alcaldías y unas pocas entidades del gobierno que hacen presencia aquí.

¿Cómo es un día normal en Mocoa?

Un día normal en Mocoa es tranquilo, la gente en su mayoría se saluda. Es un pueblo pequeño y casi todos se conocen. Hay muchos locales comerciales, puesto que es un fuerte en la economía. Mucha gente en la lucha diaria para poder sostener a sus familias. No hay fábricas o industria a excepción de las empresas petroleras en los municipios de Villagarzón y Orito, que a propósito, en el último año han bajado considerablemente su inversión en el departamento.

¿Cómo viviste la noche de la avalancha?

El día 31 de marzo a las 9:30 de la noche empezó una lluvia que no fue normal. De hecho los dos días anteriores había llovido a la misma hora, por una o dos horas aproximadamente de manera fuerte, pero ese día era una lluvia que daba miedo. Mi casa empezó a gotear por todos lados cosa que no era normal, le dije a mi compañera "Dios nos proteja y no permita que suceda algo grave". Algo me decía que podía pasar algo.

De repente abrí la puerta de mi casa y pude notar que todos los vecinos estaban en las puertas de sus casas sacando agua para que no se les entrara. Yo llamé a mi compañera e hicimos lo mismo. Desde la noche anterior yo estaba en la cama producto de una fuerte gripe. Esa noche me encontraba con una fuerte fiebre, resfrío y dolor de huesos, pero eso no impidió que me colocara un pantalón, botas pantaneras y una capa. A eso de las 11:30 pm la energía hizo unos parpadeos hasta que se fue totalmente. De inmediato corrí a abrir un cajón donde guardo mis equipos fotográficos para tomar una linterna y alumbrar a los vecinos y a mi compañera, que para ese momento ya se había cambiado de ropa en caso que nos tocara salir corriendo. Por un momento tomamos algunas cosas y nos dispusimos a correr, pero al ver que los vecinos se quedaron decidimos quedarnos para ayudar a descongestionar los pasos de agua y evitar mayores daños en las casas.

En esa actividad se nos pasó el tiempo y a las 2:30 am luego de estar cansados decidimos recostarnos, el agua había bajado y los vecinos se entraron, pero fue imposible conciliar el sueño. Las sirenas hicieron evidentes nuestras sospechas, de inmediato nos sentamos a orar con mi compañera para pedir que no hubiese sucedido una catástrofe. Esa noche fue intensa, las lágrimas caían y la impotencia se hacía más grande. Mi compañera y yo lloramos sin poder hacer nada.

Cuando empezó a rayar el día, me levanté, tomé mi cámara fotográfica y con mi compañera nos subimos a la moto para desplazarnos a un lugar más seguro. Avanzamos unos doscientos metros y pudimos ver la magnitud de la catástrofe. Yo me bajé de la moto y empecé a obturar mi cámara. A medida que avanzaba mis ojos se inundaban. Por un momento bajé mi cámara y me puse a llorar. Tenía frente a mis ojos casas de amigos y algunos locales de conocidos que estaban llenos de lodo, algunas casas ya no existían. Tomé mi cámara y registré cada detalle pensando que todo era un sueño o una pesadilla de la cual ya quería despertar. Me encontré con amigos que corrían buscando a sus familiares, algunos de ellos luchando por salvar algo pero era inútil, el barro había inundado todo a su paso.

Ese día decidí caminar por todos los lugares donde pasó la avalancha. Quería tener un buen registro del desastre. Caminé tanto que olvidé que estaba enfermo. Al caer la noche sufrí una fuerte recaída, tanto que no pude dormir del malestar y más aún cuando recibí una llamada de una amiga que estaba viajando en el Ecuador. Ella me preguntaba por su familia, inmediatamente recordé que ellos vivían justo en el paso de la avalancha. Yo no pude decirle que su casa ya no estaba, lo único que le dije es que viajara urgente, que todo era un caos y que le iba ayudar a ubicarlos, pero algo dentro de mí me decía que ya no estaban. Al otro día, pude constatar que todos los miembros murieron a excepción del esposo y de su hermana que se logró sujetar de una baranda de la subestación de energía después de ser arrastrada. Andrea perdió a sus dos hijos, uno de 12 años, una nena de 10 años, sus dos padres, su hermana mayor y su sobrina. Ella no había visto a sus familiares desde hace dos meses, tiempo que estuvo trabajando en el Ecuador. Así como esta historia hay muchas de amigos y conocidos que perdieron gran parte de sus familiares. 

¿Cómo ha sido el apoyo de los habitantes de Mocoa que no se vieron afectados?

El apoyo del resto de habitantes ha sido masivo y desinteresado, todos queremos hacer algo, desde regalar una prenda de ropa hasta comida y palabras de aliento para los damnificados, aunque todo el pueblo de Mocoa está afectado, muchos perdieron amigos conocidos y familiares, todos tenemos un pedazo de tragedia en este hecho.

¿Cómo ha sido el apoyo del Gobierno?

El apoyo del gobierno ha sido impresionante desde el punto de vista de acompañamiento. Hay mucha expectativa. Hace más de 25 años cuando sucedió lo de Armero, se vieron muchas falencias y desde entonces no se ha visto una catástrofe de esta magnitud, eso nos da un parte de esperanza para que el gobierno se reivindique con su pueblo.

¿Qué te quedó de este momento?

De este momento tan difícil me queda seguir practicando la espiritualidad y la fe en un ser supremo. Con humildad agachamos la cabeza para aceptar que existe una fuerza superior a nuestros egos, nuestros insignificantes orgullos y vanidades que se quedan en el camino cada vez que la naturaleza nos recuerda su poderío.

¿Por qué crees que se dio este fenómeno natural?

Ese fenómeno se dio porque Mocoa está ubicada en una zona de riesgo. En el año 42 sucedió una avalancha, luego en el 62 y ahora en 2017. Justamente estuve hablando con un historiador, el cual me ilustró y me dijo que cada 40 años hay riesgo de esa misma avalancha. Lastimosamente mucha gente que llegó a hacer sus casas en esos lugares no tenía idea de esos hechos. Pienso además que los organismos de prevención debieron hacer un monitoreo del día anterior puesto que ya había llovido por ese sector y hasta me atrevo a decir que desde ese día anterior se estaba gestando la avalancha.

¿Cómo están tus vecinos y amigos?

Mis amigos y vecinos se encuentran muy afectados. La gente está traumada, hay rostros tristes, reacciones de rabia e impotencia. Me preocupa la economía de mi departamento y en especial de mi ciudad Mocoa. Acá no se produce nada, todos dependemos de lo poco que las entidades públicas contraten, hay muchas personas que ya se fueron a buscar otros rumbos, pero los que nos quedamos sufrimos por la zozobra y las pocas oportunidades que quedan.

Pueden seguir las fotos de Leonel Morales en la página www.leonelmorales.net. Lee también -> De esta manera podemos ayudar a Mocoa

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