En el siglo XIX cuando la electricidad apareció por primera vez como un milagro al que pocos lograban darle explicación, muchos comenzaron a experimentar con ella. Dentro de esos proyectos de estudio de la electricidad surgió uno desarrollado por Luigi Galvani y Erasmus Darwin que dio por llamarse los experimentos galvánicos, una serie de intentos en los que conectando electricidad a cuerpos ya muertos trataron de devolverlos a la vida.
No solamente éste sino muchos misterios que rodearon el nacimiento de la electricidad sirvieron de inspiración a Mary Shelley, la escritora británica cuyo gran aporte a la literatura fue la creación de ese monstruo de casi tres metros, con piel verde resucitado por el Dr. Frankenstein.
Ilustración y diseño: Óscar Beltrán – Canal Trece
Shelley tenía solamente 18 años cuando, en una visita a la casa del famoso poeta Lord Byron, se le ocurrió la idea de un monstruo traído a la vida por un científico que ensayaba con electricidad y aunque con el tiempo 'Frankenstein' se ha convertido en una de las novelas más importantes de ciencia ficción y terror gótico, la historia original está cargada de cuestiones filosóficas sobre el poder del hombre como creador similar a un dios, su relación con la naturaleza y la pregunta constante sobre los avances científicos como una amenaza frente a ella.
Pero eso no es todo, el monstruo, que no se llama Frankenstein y que como una remembranza de su orfandad y falta de humanidad nunca recibió un nombre, es muy diferente en la versión literaria de Shelley comparado con esa figura torpe y monstruosa que se hizo popular con la película de James Whale interpretado por el inglés Boris Karloff. En la novela el personaje era un ser con profundos sentimientos, dudas filosóficas y unas ansias increíbles por compartir todas esas emociones que lo abordaban con otro ser humano; hablaba de manera fluida e incluso entendía varios idiomas y definitivamente está lejos de la torpeza con la que lo identificaron durante años.
Realización: Árbol de Letras
Aunque la lectura se hace lenta en ocasiones debido al antiguo lenguaje que usa la escritora y a la cantidad de detalles que utiliza para describir lugares y personajes, no hace falta decir que es este uno de los grandes clásicos de la literatura universal y que vale definitivamente la pena darle una leída de vez en cuando, pues además, lejos de quedarse solamente en una historia terrorífica y pasando por sus cuestionamientos ontológicos, la novela aborda temas que incluso hoy en día tienen cabida en el mundo en el que vivimos.