Ilustración: Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0) – Freddy Agurto Parra – "Homenaje a Chespirito"
El 2020 pasará a la historia como el año más extraño de la era reciente. Los hechos hablan por sí solos: llegó una pandemia que nos enclaustró, fracasó la palabra “reinvención”, una seguidilla de tormentas tropicales y asteroides amenazaron con volvernos polvo, Álvaro Uribe terminó en casa por cárcel por un proceso que él mismo comenzó, voy a ser papá; y el que para mí ha sido el más lamentable suceso de este año de saturación y noticias insospechadas: el apagón mundial de los programas de Roberto Mario Gómez y Bolaños, mejor conocido como Chespirito, tras casi 50 años en las pantallas televisivas del planeta.
Fotografías: Archivo personal Luis Carlos Ávila
El asunto se explica en la voz de Édgar Vivar, actor del programa y quien desempeñara el rol de Xenón Barriga y Pesado, el Señor Barriga: “Televisa ya no es dueña de los derechos de los personajes creados por Roberto Gómez Bolaños, y por ello ahora la familia tiene todo el poder para comercializar la imagen de las creaciones del comediante”. Resulta que los personajes creados por Roberto Gómez Bolaños le pertenecen a sus herederos, quienes consolidaron la Fundación Chespirito, un colectivo de corte social que con programas de alimentación, educación, salud e integración social y familiar; pero también el Grupo Chespirito, una sociedad dedicada a la comercialización de los productos y personajes creados por su patriarca.
Antes de morir, Roberto Gómez Bolaños dejó un contrato de usufructo de los derechos de los personajes y de su creación literaria hasta el 31 de julio de 2020, no sé si como una medida visionaria para permitirle a sus herederos apropiarse de su obra por completo y hacerse de un negocio que le ha dado a Televisa muchísimos millones de dólares. Asumo que Don Roberto lo pensó así, y no esperaría otra cosa de una de las mentes más brillantes que ha pisado la tierra.
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Ya han pasado casi 6 años después de su muerte y, según Vivar, Televisa no manifestó intenciones de pagar para renovar el contrato con los Gómez Fernández. Todo derivó en el desacuerdo que terminó por sacar los programas del aire, o por lo menos de manera temporal. Lo que esto significa es que Televisa sigue siendo dueño de todo el material grabado, pero no de los personajes ni los libretos. De no renovarse el contrato, Grupo Chespirito está en total libertad de realizar nuevos productos para otras productoras o plataformas.
No me quiero detener en estos líos legales y en este entramado judicial, porque aunque un programa como El Chavo del Ocho siempre ha estado acompañado de las polémicas contractuales y de propiedad intelectual, por los personajes de Quico y La Chilindrina, creo que quienes más resentimos este desacuerdo somos los fanáticos en todo el mundo. Yo, que le he dedicado una buena porción de mi vida no solo a ver la obra de Chespirito en televisión, sino en cine, radio y teatro, no puedo evitar opinar de estas lides, las mismas que me llevaron a ganar a pulso y con rigor mi Tesis de grado sobre Chespirito, y mejor aún, el remoquete de Experto en Chespirito y/o Chespiritólogo. Pero más allá de eso, intervengo desde lo más honesto del corazón de un admirador de su obra.
Estoy de acuerdo con lo que manifestó Florinda Meza recientemente en sus redes sociales: "Creo que justo ahora, cuando el mundo más necesita diversión, hacer eso es una agresión hacia la gente (..) Además, va en contra de sus propios intereses comerciales, porque en este momento queremos ver todo aquello que nos recuerde un mundo que fue mejor. Chespirito ya es un programa de culto. Es parte del ADN de los latinos, lo llevamos en la memoria genética. Pretender eliminarlo de tajo es una medida poco inteligente".
Para mí, es lamentable que las ambiciones de dinero y poder se pongan por encima de lo que Don Roberto más respetó: su público. A fin de cuentas, los que vemos todavía sus programas, somos los que quedamos a la deriva justo este año, donde además se conmemora(ba)n los 50 años del Chapulín Colorado.
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Grupo Chespirito seguramente no va a dejar enterrar la obra de Don Roberto. De hecho, se rumora que para el año entrante desarrollarán una plataforma OTT que, sumada al Restaurante Chanfle y Recontrachanfle, a nuevas temporadas de El Chavo Animado y a la película de El Chapulín Colorado, van a asegurarse un campo de acción importante en la cultura pop contemporánea. Aunque para mí, no deja de ser triste pensar que los programas originales, con esas texturas visuales y sonoras tan setenteras, tan retro y tan potentes, donde siempre se encuentran nuevos secretos cuando se visualizan, desaparezcan sin opciones de hacerse a copias de ellos, sin chance de poder consultarlos en Youtube nunca más.
Lo digo con suma honestidad: cuando un programa de culto sale del aire, sin además permitir que se encuentren sus contenidos en ningún otro espacio, se está cavando una tumba para un clásico e importante referente de la televisión mundial. Me pone un tanto nostálgico pensar en un mundo sin Chespirito mucho más ahora que voy a ser papá, pues si algo he esperado siempre de mi futuro retoño o retoña, es el momento en que llegue la genuina pregunta: ¿El Chavo y el Chapulín son la misma persona?, la misma que me hice yo, que se hizo mi mamá, mi abuela y que ahora, sin televisión de por medio, no veo cómo se pueda producir. ¿Ahora, cómo los niños van a saber quién era El Chavo, El Chapulín Colorado, El Chómpiras, Chaparrón Bonaparte, el Doctor Chapatín, Vicente Chambón, y todos los jerarquizados por la CH, si no existirán en la pantalla? Por primera vez me pregunto, ¿Oh, y ahora quién podrá defendernos?