En la Tierra, alguna vez, la lluvia paró de caer. El Sol dejó de salir y la Luna de aparecer. Pero lejos, distantes, tímidos, escondidos en el fondo, suenan los saxos -tenor y alto- como una mecedora. Van y vienen. Vienen y van. Así comienza ‘Niña Muerte’, la única canción con letra del primer disco de larga duración de Cachicamo, el proyecto musical de Andrea Hoyos, una pianista de jazz.
Decidió llamar al disco ‘Esbozos del llano’ porque la música que hacen está más cerca del jazz que del joropo, el corrío o el pasaje, pero algo hay allí, sutil, intuitivo, de estos sonidos. “Por eso se llama así, porque son pequeñas pinceladas de texturas, melodías, armonías de la música llanera, enmascaradas con la instrumentación que no tiene que ver. No tenemos cuatro, ni maracas, ni arpa, ni nada. Pero, a veces, el piano hace las veces de arpa”, me explica Hoyos en el antejardín del Teatro de Títeres La Libélula Dorada, minutos antes de que empiece la prueba de sonido de Cachicamo para el concierto que tienen un viernes, en la noche.
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El nombre del proyecto (que sacó de la manga Pablo Muñoz) es la forma típica de llamar al armadillo en los llanos colombo venezolanos y Hoyos comenzó con esta idea como su trabajo de grado de piano-jazz en la Javeriana. Con la dirección de Holman Álvarez, tardó un año en tener el proyecto listo y llamó a músicos que, aunque antes conocía, ahora son sus amigos: Sebastián López en saxo alto; Pablo Muñoz en el saxo tenor; en el trombón Daniel González y Mateo Marín en las seis cuerdas de la guitarra; Daniel de Mendoza toca el contrabajo y Juan Calderón la batería; la voz la prestó Ana Lozada y, en el piano y dirección: Andrea Hoyos.
Foto de Camila Camacho
“Edgar y Ricardo, voy a estar pendiente de ustedes todo el concierto”, les avisa Andrea a saxofón alto y al contrabajo que tocarán con Cachicamo en la Libélula. No son los mismos con los que grabó, como sí lo es Juan Calderón, el baterista a quien le dice: “de ti me olvido”. Andrea se acomoda frente al piano y comienzan a ensayar.
Salvo Cachicamo, nada delataría el gusto de Hoyos por la música llanera porque es rolísima y, mientras charlamos, me confesó que escucha parejo a J Balvin y a Thom Yorke. Sin recomendarlo, me recomendó escuchar a Rosalía y ver lo auténtica que es su música. Es más, su entendimiento de la música llanera -que se debe en parte a su profesor Guillermo Díaz– no tiene una razón identificable. Una razón lógica, es decir, aunque sí emocional. “Fue una corazonada. No te lo podría decir de forma racional. Me jaló y me gusta seguir la intuición”, cuenta.
Para componer, entonces, me explica que el sonido de Cachicamo no es tanto una fusión como una deconstrucción de los sonidos del jazz y los del llano. Entonces, cogía el ritmo de algo y cambiaba su melodía o cogía una armonía, unos golpes, y los usa sutilmente. “Es como arrugar una hoja de papel. Es coger algo y empezar a cambiarlo de a pocos, hasta que ya parezca otra cosa”.
Como era estudiante con su proyecto de tesis, pudo grabar con tarifas amables las seis canciones que componen ‘Esbozos del Llano’ el 19 de diciembre de 2017. Sí, en un día, con la interacción directa de todos los instrumentos. Ahora, confiesa Andrea, no es tan fácil grabar y, de hecho, tiene “una cajita en la que ahorro para Cachicamo y cada vez que tengo tanto para grabar, grabamos”.
Aunque este proceso puede parecer lento, es la estrategia que escogió Andrea Hoyos por dos razones. La primera es que no le gusta hacer nada con afán y cree firmemente en que las cosas que se deben dar se darán, así sea poco a poco. La segunda es que grabar este disco le enseñó cosas que no le dio la carrera, como que no es tan buena idea lanzar un disco de una vez. “Aprendí que es mejor lanzar muchos sencillos y, eventualmente, el disco”, complementa y recuerda que este 2020 tiene planeado lanzar dos nuevas canciones con Cachicamo: 'Voz del Río' en abril y 'El Mago' a finales del año.
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Estás harán parte de un segundo trabajo y, como novedad, Andrea me adelanta que ‘El Mago’ es una canción que no tiene improvisación, una tradición jazzera que también identifica al sonido de la banda. Esta dedicación a la libertad de la improvisación, me explica Andrea, es en parte una apuesta politica. “En la sociedad en la que estamos somos repetidores, la educación está hecha así. Cuando yo era chiquita me enseñaron de una manera y era esta cosa de repetir y repetir y memorizar. Yo siento que la improvisación es un jaque impresionante y lindo a eso”, justifica Hoyos, que de tanto en tanto interrumpe sus respuestas para saludar a los músicos que van llegando al teatro.
Por eso, pensó 'El Mago' libre de esta libertad, pues “eso también se puede volver una regla para el músico de jazz. Y a los que no les gusta improvisar también está bien, no es el único lenguaje”. Lo que pasa, se defiende y yo le creo, es que los músicos de Cachicamo son grandes improvisadores, y Andrea siente que esos espacios de improvisación van a sonar increíble, van a servir. Y sirven.
Esto lo aprendió de su director de tesis, Holman Álvarez, quien le sugirió no componer para los instrumentos, sino para las personas. Y así compone ella, confiada en lo que saben y les gusta hacer a sus músicos. Lo saben hacer tan bien, que ese viernes lo demostraron.
Apenas comenzaba la presentación de Cachicamo en la Libélula Dorada, con el teatro repleto luego de una poderosos presentación de La Muchacha. En la segunda canción se va la luz en el teatro, pero la música sigue. Andrea se levanta de su silla, abandona el piano y prende la linterna de su celular. Se acerca a sus músicos -que siguen tocando- y les ilumina las partituras. Les susurra algunas palabras. Va del contrabajo a los saxos, los ilumina, mueve sus manos y les sugiere que sigan, que la música no se acabe. La gente no entiende si esto hace parte del show y, aunque no, así nos pareció a todos.
Entonces recuerdo algo que me dijo un par de horas antes, cuando hacíamos la entrevista:
– Me he cuestionado mucho este tema de la humildad, la modestia y eso. Son valores muy lindos pero, especialmente siendo mujer, a uno le dicen muchas veces de una manera no tan chévere ‘no sobresalga, sea humilde, sea calladita’. Y pues no, a mí me parece que la música de Cachicamo es muy buena y me gusta ver cómo compongo y no me da miedo decirlo. No me creo ni mejor ni peor que nadie por eso. Simplemente es algo que me gusta de mí.
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