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Así vivimos la cuarta edición del Burger Revolution en Bogotá

Distimia Agorafóbica. Foto: El Enemigo

Una descarga de energía visceral se tomó varias ciudades del mundo bajo la celebración del Burger Revolution: un festín musical donde el rock es un sentir colectivo encargado de reunir a miles de almas de distintas nacionalidades alrededor de un único tótem: la distorsión. Y Bogotá, como buen amante del ruido que es, se sumó, una vez más, a esta bella algarabía.

El Burger Revolution nació en 2013 para promocionar y conmemorar el aniversario de Burger Records: un sello fundado en 2007 en el estado de California, Estados Unidos, por los músicos Sean Bohrman y Lee Rickard. Desde su génesis hasta hoy, este sello independiente ha dedicado sus días a cobijar e impulsar bandas de surf, beach punk, garaje, lo-fi y power pop, logrando que, bajo ese techo, los “bichos raros” se sientan como en casa.

Burger Revolution en el mundo.

Desde que se institucionalizó el Burger Revolution, el virus se ha propagado rápidamente, llegando a países como Corea del Sur, México, Alemania, Italia, Sudáfrica, Ucrania, Costa Rica, Escocia y, desde el 2016, Colombia. El sábado 9 de marzo todos estos países celebraron al unísono y All Bird —la productora encargada de producir las cuatro ediciones de este evento— junto a Discos La Modelo, seleccionaron cuatro bandas nacionales y una internacional para desatar esta revolución cárnica en Bogotá.

Distimia Agorafóbica, Babelgam, MataPatas, Nanook El Último Esquimal y los mexicanos de The Froys fueron los elegidos para esta cuarta edición.

La celebración arrancó temprano. A las 6:00 de la tarde abrieron puertas y las bandas comenzaron a tocar, una tras otra, a las 8:00. Una de las cosas que más resaltó fue el lugar escogido para este revolcón: un apartamento en el primer piso de lo que parecía un edificio abandonado, ubicado en la zona rosa bogotana, el cual tenía un jardín amplio al final. Bajo una carpa y al aire libre tocaron las bandas.

Burger Revolution en Bogotá 2019. Distimia Agorafóbica. Foto: El Enemigo

Distimia Agorafóbica inauguró esta edición. Su rock indie y lo-fi gustó. “Es refrescante escuchar una voz así en estos toques”, me dijo al final de su presentación un amigo con quien fui ese día. Y sí, Cristian Garzón canta distinto, profundo: algo difícil de encontrar en la escena joven y alternativa de Bogotá. Y aunque el ensamble de la banda aún no se sienta tan sólido, van por donde toca ir. Ya tienen las canciones y la voz: solo les falta un poco más de tiempo para que sus presentaciones sean tan interesantes como su EP debut 'Afugias'.

Luego de Distimia Agorafóbica vino MataPatas: la banda más floja de toda la noche. La gente no respondió a su punk mezclado con surf, y entre canciones se sentía un silencio incómodo, despedidor. Quizá no fue su día o quizá no era su público: quién sabe. Pero la cosa no cuajó y durante los 45 minutos que tocaron vi a más gente interesada en hablar con sus amigos que en escucharlos.

Burger Revolution en Bogotá 2019.MataPatas. Foto: El Enemigo

Al terminar MataPatas, era el turno de Babelgam, la banda que más quería ver esa noche. El viernes antes del Burger Revolution dieron a conocer su segundo sencillo llamado 'Hikikomori': una canción potente que incita al baile en la oscuridad y que dejó a más de uno antojado para el sábado. Y no decepcionó. Aunque el sonido en este tipo de eventos, sobre todo en un jardín abandonado, no suele ser un aliado, Babelgam logró activar los cuerpos que aún se mantenían doblegados ante el frío. Su doompop y dolor cachaco —nombres que ellos mismos le dan a su sonido y que los definen de manera certera— hicieron de las suyas a pesar de su corto repertorio. Al igual que la voz del cantante de Distimia Agorafóbica, esta banda es refrescante y diferente. Muy recomendados.

Burger Revolution en Bogotá 2019.Babelgam. Foto: El Enemigo

A las 11:00 de la noche llegó la cereza del pastel traída directamente desde México. The Froys llenó de fuzz y estridencia el lugar. Desde que tocaron el primer riff, todos los presentes se vieron obligados a mirarlos. No había de otra. Su rock de garaje, con oleadas de surf y psicodelia, mostraban influencias de Ty Segall, The Wytches y, en ciertos momentos, de King Gizzard & The Lizard Wizard. De hecho Dylan, el cantante y guitarrista, tenía puesta una camiseta de esta última banda. Estuvieron demoledores. Una agrupación que solo tiene tres integrantes sonó como si fueran cinco. Gran apuesta la de All Bird y Discos La Modelo al traer a estos mexicanos.

El Burger Revolution iba llegando a su fin en Bogotá, no sin antes presentar a Nanook El Último Esquimal, la banda con más recorrido de todo el cartel. Este proyecto ya está consolidado dentro del circuito alternativo y rockero de Bogotá y eso se hizo evidente al ver a varios de los presentes cantar sus canciones. No diría que fue el mejor concierto de las veces que los he visto, pero fue un buen cierre para una noche que acogió a cinco bandas, tres DJs y un festival de talla mundial que cumplió, con creces, 7 años de vida.

Así concluyó una noche que celebró el rock ruidoso, la autogestión y las bandas jóvenes. Una vez más Bogotá supo rendirle homenaje a la distorsión. Esperamos que nunca pare.

Burger Revolution en Bogotá 2019.The Froys. Foto: El Enemigo

*Santiago Riomalo es investigador de nuestro programa musical, #Resonantes.

 

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