Armero: la ciudad metafísica

Armero era la tercera ciudad más grande del Tolima en 1985. Conocida como la ‘Ciudad Blanca’ por sus extensos campos algodoneros, en Armero se tomaba gaseosa La Bogotana tras un partido de fútbol, se comían chupas en el Parque de los Fundadores para bajar el calor, se iba a la plaza a comprar insulsos o a la misa en la Iglesia San Lorenzo. Si el tiempo alcanzaba, se podía pasear por los arrozales o por las acequias, como recuerda Hernán Darío Nova, quien tenía 23 años en 1985, cuando Armero dejó de ser la tercera ciudad más grande del Tolima.

Aviso de bienvenida a Armero. Tomada de Facebook.

“Estábamos en la carrera 17 con calle octava y dos cuadras abajo ya era un charco de la acequia, que es un canal de riego que llevaba el agua a las haciendas, a la zona donde se formó la avalancha. Esa acequia era grande y llevaba un agua helada que bajaba directamente del volcán, de sus nieves, al Lagunilla. Entonces pues en este calor tan bravo que hace acá y uno poderse meter en aguas tan heladas… Eso fue toda una experiencia muy sabrosa”, recuerda este armerita que lleva más de 25 años tratando de mantener viva la memoria de la desaparecida ciudad.

Entre otras cosas, recuerda también que la relación de los armeritas con el volcán que causó la avalancha era, tal vez, demasiado amistosa. “Realmente en esa época ni siquiera se hablaba del volcán Nevado Ruiz como ahora, sino que era solamente el Nevado del Ruiz y la referencia que había era de un lugar bonito y un sitio turístico para ir de paseo ¡Había esquí! Era el único lugar en el mundo donde se podía esquiar en el trópico”.

Tomada de Facebook. 

Nova llegó a Armero a los cinco años cuando sus padres se fueron a vivir con sus abuelos maternos a este municipio. Allí hizo su primaria y bachillerato y vivió hasta comenzar a estudiar artes plásticas en la Universidad Nacional. Luego trabajó en Alemanía y estudió grabado en Florencia, Italia, pero la tragedia del 85 lo cogió en Ecuador. “Me regresé y me quedé acompañando a mi familia: mi tía y mi mamá, que fueron quienes se salvaron porque no estaban en Armero. Es algo muy interesante que ellas, cuatro meses antes de la avalancha presintieron todo: estaban seguras de que iba a pasar ese evento y de que iba a ser de esa magnitud por diferentes motivos que supieron leer y se fueron a vivir con un tío en Guaduas”. 

Tras la avalancha y la pérdida, el tiempo pasó, la maleza creció y las ruinas de Armero comenzaron a desaparecer por primera vez. Digo por primera vez porque no han sido pocas las veces las que sus sobrevivientes han advertido que a Armero se lo están comiendo los árboles y la naturaleza, a pesar de que el Capítulo IV de la Ley 1632 de 2013, por la cual se le rinde honores a la ciudad y se garantiza la “Conservación, restauración, mantenimiento y protección de las ruinas de la desaparecida ciudad de Armero”.

Carrera 15 con calle 11, Radio Armero. Tomada de Facebook.

La ley no solo se cumple a medias sino que llegó 28 años después de la avalancha, cuando los ejercicios de memoria de los armeritas llevaban décadas. Para los 10 años se diseñó el proyecto del Parque de la Vida, un homenaje a las víctimas en Guayabal, el pueblo más cercano a Armero y en el que se asentaron muchos sobrevivientes.

“Se diseñó el proyecto Armero Parque de la Vida y un memorial en el centro del parque. Uno de los temas de este proyecto era destapar el parque principal, la iglesia, algunas calles y el trazado urbano en lo que más se pudiera para volver a tener esa dimensión física y urbana del pueblo y saber cómo era de grande. Que la gente lo pudiera recorrer. Es importante saber cómo era de grande Armero para que uno pueda dimensionar la ciudad y la catástrofe del lahar y cómo fue de grande esa avalancha haber destruido una ciudad de esas dimensiones”.

Tomada de Facebook.

Ese mismo 1995, Nova hizo la primera de varias intervenciones artísticas sobre Armero, en sus ruinas y de la mano de los sobrevivientes. Por eso, aunque Hernán no estuvo durante la avalancha, ahora puede reconstruirla casi que de memoria, como hace con frecuencia desde el Centro de Visitantes de Armero, proyecto con el que trabaja desde hace unos años.

La primera intervención que hizo fue el Memorial Urbano, una obra que está colocada en el centro del Parque de los Fundadores y que descubrió para los diez años de la tragedia. En un espacio que ya existía, Nova elevó un memorial que tiene un relieve en cuatro columnas, en las cuatro caras del pueblo, mostrando cómo era. “Ahí están los edificios, las casas, las calles y el paisaje en unas perspectivas que permiten hacer ese ejercicio para los de Armero. Tienen una función de apropiación porque están colocados a una altura que le permite a la gente tocarlos. Para los sobrevivientes es muy interesante y muy bonito tocarlos y decir ‘Aquí era mi casa’, ‘Aquí en el teatro…’. Pienso que la única manera de poder volver a tangibilizar, a tener en físico eso que ya no hay, porque hoy son árboles y ese vacío solo está en la memoria”, reflexiona.

Almacenes Yep, uno de los últimos en llegar a Armero.

“Luego hicimos otros trabajos que han sido en Guayabal, en un mural que hay en la casa cultural de Guayabal donde se trabaja el tema de patrimonio y memoria haciendo un recorrido por toda la historia de la región hasta la actualidad”.

También ha trabajado de la mano de otros artistas sobrevivientes de Armero en obras más conceptuales, como El Tiempo y la Memoria. En esta, los artistas escribían sobre las ruinas de Armero un escrito propio con carbón o materiales degradables que se borraran con el tiempo. Luego, tomó fotografías de estos textos a través del tiempo, evidenciando cómo fueron desapareciendo estos pensamientos.

Por el lado conceptual también hizo ‘Espacio Metafísicos’ que, explica, es una de las formas en las que Armero sigue existiendo. “Hay una frase que he usado mucho: ‘Armero ciudad de la memoria”, porque Armero existe en la memoria de nosotros, de los que lo conocimos y los que la vivimos; ahí está la ciudad y uno la recorre y se la imagina y la va describiendo a medida que recorre las calles. Es muy interesante ver a un armerita describir su pueblo, es como raro porque empieza a hacer señales en el aire, que aquí era la puerta de tal y no sé qué. El ejercicio era hacer unos espacios con hilos, figuras como cubos o espacios en el aire. Como Armero, estos son espacios metafísicos”.

Carrera ciclística. Tomada de Facebook.

Para el 2015 a 30 años de la avalancha, Nova hizo una intervención en la cruz en la que oró Juan Pablo II en 1986. En la plataforma que había se colocaron 25 mil piedras para simbolizar a las víctimas y se hizo una escultura con estas. “La intención general es transmutar el sentido que uno les da a las piedras de Armero, que son símbolo de dolor y de muerte, porque fueron las que vinieron y arrasaron. Lo que hacemos con estas nuevas piedras que se convierten en el Papa es venir a simbolizar la solidaridad, el amor, el consuelo que trajo a los sobrevivientes. Incluso, a la piedra que está a la espalda de la figura, le llamo la piedra filosofal, como esta piedra mítica de los alquimistas que podría transmutar el cobre en oro”.

Tomada de Facebook.

Pero Nova también acepta que la reconstrucción testimonial de Armero no ha sido tan fácil, en parte, por la diáspora de los sobrevivientes por toda Colombia, lo cual hizo difícil volver a generar arraigo en Armero Guayabal, un pueblo cercano al que fueron a parar varios, pero no la mayoría, de los sobrevivientes. Esto hace que la cicatriz de las ruinas de Armero tienda a ser descuidada si no hay sobrevivientes pendientes del estado y recuperación de este espacio.

“Hoy en día hay unos muros, pero estos muros están en un grave riesgo porque la misma naturaleza va retomando. Así que hay árboles que han crecido y como no los hemos sabido controlar a tiempo, ya son árboles inmensos que han crecido dentro de las habitaciones y los espacios de las casas y pues estas empiezan a caerse. A veces incluso se caen los mismos árboles, que no pueden arraigarse porque encuentran los pisos y se expanden pero no se arraigan en profundidad y cualquier viento viene, los tumba y tumba los muros”, advierte.

Directorio telefónico de 1985. Tomada de Facebook.

Lo ideal sería que el mantenimiento de las ruinas fuera continuo para mantener el recuerdo de la ciudad. Sin embargo, las redes sociales han servido no solo de repositorio de testimonios sobre la vida en Armero, sino para vincular a sus sobrevivientes. Hernán administra dos páginas en Facebook sobre este propósito, una se llaman ‘Hernán Darío Novoa Memoria de Armero’ y la otra es Armero Virtual, en las que se recopila y registra anécdotas de la Ciudad Blanca. «Esa página ha sido muy útil porque ha permitido recopilar información, hacer memoria colectiva. Inicialmente, por ejemplo, pusimos el mapa de Armero identificando cada lote de cada barrio para que la gente escribiera en qué lote vivía, quiénes eran su familia y contar historias alrededor de ese lugar, de su familia. Bueno, hacer ese ejercicio memorial sobre el plano urbano de armero. Luego fuimos colocando fotografías y la gente comenzó a aportar memorias de esos lugares”.

Así ha encontrado Hernán Nova y cientos de armeritas disipados como átopos por el mundo una forma, conceptual y virtual, para revivir en la ciudad contradictoria que aunque desapareció, sigue existiendo.


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