El reconocido compositor José Benito Barros Palomino nos dejó hace ya 12 años, pero con una herencia musical de un gran número de canciones que hacen parte de la esencia de nuestro país. También en este mes, el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez, murió un 13 de mayo de 2009, hace ya 10 años, siendo una pieza clave de la música vallenata, y considerado por muchos el mejor compositor.
La magia de la escritura colombiana que ha encantado a muchos en todo el planeta no se ha limitado únicamente a las plumas de grandes escritores de prosa como Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Gómez Jattin o Emma Reyes.
Por el contrario, algunos de los versos que se nos han quedado marcados en el inconsciente colectivo son aquellos acompañados de ritmos: ritmos andinos, selváticos, llaneros y caribeños. Y es que la música como la literatura cumple esa misión necesaria de hacer visibles las ideas y de poner a flote los sentimientos.
Volvemos entonces al eterno debate de si la música puede ser o no considerada como una forma de literatura. Y nosotros consideramos que los versos de muchos de los clásicos compositores de la música colombiana son dignos de ser llamados poemas.
Es posible que dos de los más prolíficos compositores colombianos, José Barros y Rafael Escalona, sean una muestra perfecta para hablar de esa inspiración literaria en nuestra música; curiosamente en el mes de mayo conmemoramos el fallecimiento de ambos.
De estos dos hombres hablamos como dos juglares, esos legendarios personajes europeos que musicalizaron la poesía, llevándolas a las calles para el deleite de muchos; hablamos de ellos como hombres que hicieron de la música un camino de tradición oral, y es que es seguro que las letras que surgieron de sus manos nos han acompañado a los colombianos desde hace varias décadas y han pasado entre oídos como historias maravillosas de esas tierras de región
Dedicamos este espacio para recordar dos de las letras más bellas y conmovedoras de cada uno de ellos.
José Benito Barros
Foto: ATL Innovación
Conocido como el ‘cantor del río’, José Benito Barros compuso una de las canciones más populares de la tradición musical colombiana, 'La Piragua', una cumbia inspirada en la historia de Guillermo Cubillos, comerciante rolo que llegó a la costa caribe, cuando José Barros era un niño, y se enamoró de una joven que vivía en Chimichagua. Cubillos construyó una piragua con el único afán de viajar rio arriba, atravesando el Río Cesar desde El Banco en Magdalena, para visitar a la mujer que le robó el sueño. ‘La Piragua de Guillermo Cubillos’ sería también más adelante el nombre del libro publicado por Barros a manera de autobiografía, poco difundida en la literatura nacional.
“Doce sombras ahora viejas ya no reman
Ya no cruje el maderamen en el agua
Solo quedan los recuerdos en la arena
Donde yace dormitando la piragua.
Era la piragua de Guillermo Cubillos”.
Rafael Escalona
Foto: El Heraldo
Por otro lado, Rafael Escalona, nacido en Patillal, Valledupar aprovechó las buenas relaciones que tenía con grandes personajes influyentes de la política y la vida social colombiana, para convertir sus composiciones en íconos de la cultura vallenata. El vallenato, que durante años fue considerada como música para las clases bajas de la sociedad caribeña, se convirtió, gracias a Escalona, en una las tradiciones orales más importantes del país. Las letras de Escalona, entre la caja, la guacharaca y el acordeón han sido narraciones de historias cotidianas, de emociones vividas y de personajes reales
Escalona escribió ‘Elegía a Jaime Molina’, una de las canciones que más llevamos en la memoria los colombianos. Canción que nace de una de las relaciones más entrañables de su vida; Jaime Molina, nacido también en Patillal, fue amigo íntimo de Escalona, crecieron juntos y se emparrandaron juntos. En una de tantas fiestas, se hicieron una promesa que decía así: “que si yo moría primero él me hacía un retrato y si él se moría primero le sacaba un son”. Sucedió que Molina falleció primero, y está canción, que es la narración de ese momento tuvo que nacer.
“La cosa comenzó muy niño
Jaime Molina me enseñó a beber
a donde quiera estaba, él estaba conmigo
y donde quiera estaba, yo estaba con él
Ahora me duele que él se haya ido
yo quedé sin Jaime y el sin Rafael”