A propósito del especial de #Fractal ‘Al pie de la letra’ sobre el arte de hacer letras que puedes ver al final de este artículo, te contamos la batalla entre la fuente Fraktur (gótica) y la Antiqua (romana), durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, y cómo otra fuente, inspirada en la escuela Bauhaus, se convirtió en símbolo de resistencia y acompañó el primer paso del hombre en la Luna.
Muchas veces cuando leemos, no nos fijamos en el tipo de fuente que aparece en textos, libros o incluso en las redes sociales, pero la elección de éstas y el tipo de publicación en el que aparecen son fundamentales para que el lector comprenda lo que está leyendo y es determinante en su relación con el texto.
No es lo mismo leer una noticia en Comic Sans, que hacerlo en Times New Roman y no es lo mismo leer un poema en Verdana, que en Courier. De hecho, cada una de estas fuentes tiene una historia que da cuenta de un momento socio-histórico concreto e incluso ha sido motivo de pugnas entre movimientos.
Foto: Copia de una ordenanza de 1768 emitida por Maximilian Friedrich von Königsegg-Rothenfels, Arzobispo de Colonia
La (im)pureza de la tipografía gótica
En un principio existían diversos tipos de escritura de distintas culturas, pero una que marcaría la historia de la humanidad fue la fuente gótica utilizada por primera vez por Ulfilas en el siglo IV d. C. que la creó a partir de signos de la lengua griega y del alfabeto latino para traducir la Biblia.
Este tipo de fuente tipográfica vivió su furor en la escritura de manuscritos durante la Edad Media, pero fue entre los años 1150 y 1500 que se expandió por toda Europa, especialmente cuando Johannes Gutenberg, el inventor de la imprenta, publicó la Biblia en la tipografía Textura, basada en la gótica. Sus formas alargadas y pesadas, aunque difíciles de leer, dominaron los impresos de aquella época.
Solo hasta el Renacimiento se introdujeron tipos de letra elegantes y sencillos basados en precedentes romanos, de acuerdo con el libro “Dos mil años de historia ilustrada” de Martyn Lyons, sin embargo, las fuentes góticas seguían siendo utilizadas masivamente y la elección entre gótico y romano dependía de la naturaleza del texto y del estatus social del público al que estaba dirigido.
Según, Lyons, en Suecia por ejemplo, para los lectores de clase baja se imprimían chapbooks (folletos de bolsillo) en fuentes góticas, mientras que los lectores burgueses de ficción, biografía y ciencia preferían el tipo romano.
Foto: Piqsels
Este contraste continuó por décadas pero la batalla entre la escritura tradicional gótica y la moderna romana encontró su punto más agudo en Alemania cuando el Reichstag debatió cuál era la fuente que mejor representaba la identidad nacional alemana.
Los tipos en pugna fueron Fraktur (gótica) y Antiqua (romana); por una parte, las voces más conservadoras defendían la primera porque mostraba la grandeza y superioridad de la raza germana y se había usado para escribir los primeros textos vernáculos a principios de la era moderna, en contraparte, la escuela de arte Bauhaus defendió la Antiqua por su modernidad frente a la pesadez de la gótica que de alguna manera, aislaba al país germano de la comunidad intelectual internacional, como lo indica Lyons en su libro.
En 1927, el alemán Paul Renner creó Futura, una tipografía a palo seco (sin serifa) que reflejaba el espíritu de la escuela de la Bauhaus: sencilla, funcional y moderna que fue utilizada por la oposición antinazi en carteles y panfletos lo que hizo que se popularizara rápidamente en Occidente bajo la mirada incómoda y furiosa del Tercer Reich que apreciaba por encima de todo la fuente gótica.
Fue en 1933 que el Partido Nazi exilió a su creador, cerró la Bauhaus y decretó que la Fraktur representaba la identidad nacional de una Alemania que quería hacerse ver fuerte, robusta y pura por lo que se reglamentó su uso en todas las publicaciones del gobierno. Se dice que Hitler afirmó que la letra gótica era la auténtica letra aria por su fuerza y potentes rasgos.
Foto: Dontworryifixedit
Sin embargo, en 1941, todo daría un giro cuando la cancillería del Reich dictaminó que la fuente gótica se basaba en caracteres introducidos por propietarios de periódicos judíos por lo que debía eliminarse como contaminación no germánica, y finalmente al régimen no le quedó de otra que sustituirla por la Antiqua.
Otras fuentes opinan que este relato puede ser un mito ya que argumentan que la funcionalidad y no el origen de la fuente fue la causante de este cambio. Leer comunicados del gobierno en Fraktur podía ser muy complicado por lo que, dicen que posiblemente el régimen, para no admitir un error, quiso estigmatizar la fuente gótica a partir de sus raíces, supuestamente, judías.
Futura: del papel a la Luna
La fuente Futura no terminó su camino en los panfletos antinazis sino que después de 1959, marcas (Volkswagen e Ikea) y agencias publicitarias comenzaron a incorporarla en sus productos (carteles de películas como ‘2001: Odisea del espacio’ y ‘Belleza americana’).
Sin embargo, la victoria más grande llegaría en 1969 con la elección de la fuente Futura por parte de la NASA en el programa Apollo 11, cuya misión era la de que el hombre llegara a la Luna.
Foto: Nasa
“Los seres humanos del planeta Tierra llegaron a la Luna por vez primera en julio de 1969. Venimos en son de paz y en nombre de toda la humanidad” es el escrito que yace en una placa en el satlélite terrestre desde hace más de cincuenta años en fuente Futura y en negrita.
La elección de la fuente tipográfica puede parecer muy aleatoria, pero si se tiene en cuenta la historia de resistencia y valor que tiene la Futura, podría leerse como un acto de esperanza, un mensaje para el universo.