Si observamos un panorama general de la televisión podemos ver, sin mayor esfuerzo, la enorme diferencia existente entre los canales regidos por concesionarios privados y aquellos que conservan la noción primaria básica de ser entes destinados a prestar un servicio a las comunidades con una finalidad educativa y de difusión de la cultura, entendida ésta como el más alto desarrollo del intelecto y de los valores humanos, es decir, los canales públicos. Lea también ¿Quién toma el control? Mientras los primeros gozan de gran poderío derivado del lícito ejercicio de la actividad comercial que constituye su propósito y que el mismo Estado patrocina, los segundos siempre se encuentran en una precaria situación económica ante la ausencia de recursos que les permitan realizar en forma adecuada su finalidad, contando con todos los elementos técnicos y humanos necesarios para tal efecto. La anterior se justifica, según algunas opiniones, en la diferente forma de mirar el panorama en cada caso. Mientras unos dirigen sus esfuerzos al logro de un entretenimiento primario y obtienen gran sintonía aunada al patrocinio publicitario que trae consigo las ganancias, el éxito comercial; los otros se encaminan a programas considerados culturales que no atraen a la audiencia y que, en opinión de muchos, se consideran aburridos y, por tanto, no atraen el patrocinio comercial que tanto ayudaría en el campo económico.
"No, la cultura no es para ñoños, la cultura no es sinónimo de aburrido".
Sin embargo, esos supuestos pueden considerarse inválidos si la perspectiva de manejo de los canales públicos se varía buscando que los programas, sin perder su finalidad cultural, educativa y de formación de valores positivos, se hagan llamativos, entretenidos, para una audiencia acostumbrada a ver solamente los aspectos negativos del ser humano, no porque eso sea lo que quiere, sino porque es lo que se le ofrece. Se encuentra ahí uno de los grandes retos de nuestra televisión pública. Tenemos que encaminar nuestros esfuerzos con denuedo y esperanza a lograr un cambio no únicamente en la mentalidad del televidente sino en la nuestra. Tenemos que eliminar el mito de que lo cultural carece de atracción y es aburrido y ello se logrará haciendo unos programas que no solo extiendan el conocimiento científico y cultural de todos los órdenes sino que lo hagan en una forma agradable y con participación de nuestra audiencia. El reto también está en saber llegar a nuestras regiones cautivando a sus habitantes, no exclusivamente aportándoles conocimiento sino haciéndoles actores de su propio desarrollo tan rico y variado en cada uno de los grupos y territorios que conforman nuestra Colombia. No, la cultura no es para ñoños, la cultura no es sinónimo de aburrido. Por eso Canal Trece va tras ese compromiso de ofrecer un espacio que construya y disfrutemos. Es de ahí que se hace necesario que seamos críticos, que hablemos, que exijamos por la televisión de calidad que merecemos.
La televisión no se limita a novelas y realities, Colombia es demasiado rica y diversa como para poner una apuesta mediocre, luchemos por lo que somos, por lo que nos represente y nos forme como sociedad crítica.
Retos en los canales públicos? Cientos, pero el sueño es solo 1: llegarles con contenido de calidad que marque esa diferencia enorme que hay con los privados. ¿Y usted qué quiere ver en la televisión pública?
Adriana Álvarez, defensora de la audiencia.
Si quieren repetir los capítulos de #TomaElControl, los pueden ver #EnYoutube.