Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Pudo ser una media hora de espera desde que Bestiario, teloneros de la noche, se bajaron del escenario. Media hora durante la cual la barra no se dejó de mover: cerveza y whisky salían de un puesto en una esquina oscura del Auditorio Mayor CUN, para luego colarse en las venas de un público ansioso por celebrar ese viernes del mes de octubre. De repente, en los parlantes del lugar empezó a sonar 'There's Nothing Left Pt. 1', canción que hace parte del último álbum de Flogging Molly, 'Life Is Good' (2017). Los músicos, al tiempo que saludaban, fueron ocupando su lugar en el escenario mientras en el fondo un coro rezaba:
"Here we are now,
Here we are now
The Devil has spoke and he’s not very bright
Here we are now,
Here we are now
Take me away and deliver what’s right..."
Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Antes, la presentación de Bestiario, con todo el poder de su nueva alineación, había dejado arriba a la gente que, si bien no llenaba el lugar, lo invadía con una euforia contenida. Los asistentes en promedio ya mostraban signos de llevar años encarando la vida adulta, pero esa noche los rostros se mostraban alegres, festivos. Incluso la gente coreó las canciones del intermedio, esas que muchas veces exasperan y se sienten eternas mientras sale el artista. "In a rose tattoo, In a rose tattoo, I've got your name written here, In a rose tattoo"
, cantaban levantando las manos y recordando a Dropkick Murphys, banda emblemática que visitó Bogotá el año pasado.
Fotos: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Ya estaban ahí. Mike Alonso en la batería, Matt Hensley en el acordeón, Nathen Maxwell en el bajo, Dennis Casey en la guitarra, Bridget Regan en el violín, Bob Schmidt en el banjo y la rasgada voz de Dave King, quien cargaba su acostumbrada guitarra acústica. Sonaron los primeros acordes de '(No More) Paddy's Lament'. Las baquetas retumbaron como metralla sobre el redoblante, para luego dar paso a unos riffs que pusieron inmediatamente en el aire los pies del público. Uno con historias incrustadas y nostalgias a cuestas que gritó: "Take me back on the crest of a wave"
. La búsqueda por la cresta de la ola había empezado.
King, quien integraba a la banda de hard rock Fastway, conoció a Ted Hutt, a Jeff Peters y a Bridget Regan en 1993. Desde aquellos años empezaron a fusionar la música tradicional irlandesa con el rock. En 1997, en la ciudad de Los Ángeles, nació Flogging Molly. Con su punk celta poco a poco fueron consolidando un pequeño pero leal grupo de seguidores. Hoy ya tienen seis álbumes de estudio influenciados por grupos como The Dubliners, The Pogues, The Clash, Horslips o Johnny Cash, y cargados de letras que hablan de Irlanda y su historia, de política, de la pobreza, el amor, la muerte, la iglesia y la borrachera.
Aunque el sonido reverberaba entre las amplias paredes y el alto techo del auditorio, lejos estaba de ser un concierto desabrido. Con 'The Hand of John L. Sullivan' y 'Drunken Lullabies' -canción que dio el nombre a su álbum de 2002-, se alzaron las botellas y las latas de cerveza por encima de las cabezas, las palmas se batieron en el aire y el bendito pogo, amistoso y festivo acorde al pulso de la música, dio paso a ese tono de complicidad entre los asistentes que se mantuvo durante todo el concierto.
"Must it take a life for hateful eyes
To glisten once again
'Cause we find ourselves in the same old mess
Singin' drunken lullabies..."
Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Vino después 'The Likes of You Again', que luego de su introducción pausada, como para mover los brazos de lado a lado con la llama de un encendedor, dio paso a un azote de cabezas y a una marea incontenible de cuerpos que gritaba:
"Time to get another before the final shout
You should have heard them roaring when they dragged the bugger out
And we'll never see the likes of you again
Jimbo came from slumming town, a cold and dreary place..."
Flogging Molly nació tocando en Molly Malones, un lugar que durante más de 40 años ha llevado la música local e irlandesa a la ciudad de Los Ángeles con el auténtico ambiente de pub. De ahí el nombre de la banda. Se presentaban todos los lunes, por lo que fueron muchas las noches rindiéndole homenaje a sus ancestros que llegaron a EEUU, luego de que una plaga atacara los cultivos de papa en Europa y que, sumado a un contexto económico, político y religioso específico, impactó profundamente a una sociedad tan agrícola como era la irlandesa en ese momento. Hubo alrededor de un millón de muertos y un millón de inmigrantes, y la población de la isla cayó entre un 20% y un 25%.
En el fondo del escenario, solo, con los ojos cerrados, un hombre anteponía con brincos sus pies sobre el suelo, mientras movía la cabeza de atrás hacia adelante siguiendo el ritmo de 'Swagger'. Extasiado repitió con alaridos cual mantra la única frase de la canción: "I don't know where I'm goin’"
. Apenas terminó, sobre el escenario Dave brindó con una Poker a falta de Guinness -algún chiste hizo al respecto-, para dar paso a 'The Days We've Yet to Meet', un canto a la nostalgia y a quienes hemos perdido el pelo que antes se abultaba despeinado sobre nuestras cabezas.
"And now remember you when you were 17
Still had your hair and life was looking pretty sweet
But yesterday in hindsight are meant to be
For it's tomorrow and the days we've yet to meet..."
Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
La hambruna de 1840 dio paso a una reinvención que reavivó las profundas pasiones nacionales irlandesas. Unas también opacadas por las tensiones políticas y sociales con un gobierno británico cada vez más centralizado y poderoso, que trataba a los irlandeses como inferiores y hacía de la emigración casi que el único modo de escapar a la depresión. Y fue en la diáspora donde la identidad retomó su fuerza. Si durante quinientos años Inglaterra definió el futuro de Irlanda, si el irlandés se fue perdiendo como idioma -hoy en día lo hablan solo alrededor de 70 mil personas- las pasiones sobrevivieron en inglés y en los Estados Unidos, y hoy se mantienen en las muchas tabernas de los nietos de los inmigrantes, como es el caso del Molly Malones.
Sonó 'Requiem for a Dying Song' y luego 'Life in a Tenement Square'. El acordeón de Matt Hensley se abría imponente en las notas largas, Bridget Regan llevaba un performance más introspectivo con su violín, que de hecho le sumaba contundencia a su presencia en el escenario. Los aplausos, más que llevar un compás, eran parte de la música y marcaban el pulso de la noche. Arrancó 'Float', una canción que dio nombre a un álbum de 2008, el cual fue considerado por Alternative Press, una revista musical estadounidense fundada en 1985 en Ohio, como una de las producciones más importantes de EEUU de ese año, y quizás de la década.
"Rambling years of lousy luck
You miss the smell of burning turf
Dream, it's all you can
But don't, don't sink the boat
That you need, you build to keep afloat
No don't, don't sink the boat
That you built..."
Fotos: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Con 'The Spoken Wheel' se bajaron un poco las pulsaciones, para dar absoluto protagonismo a esa nostalgia latente desde el primer minuto de concierto. Una canción lenta, de notas alargadas, en la que Dave King recordó a los suyos como quien revisa un álbum de fotos:
"Though the face we wear
Sometimes seldom speaks
From the babe that cries
To this grown man's feet
May the hand still write
And its' heart shape keep
Till our fathers, sons and daughters agree..."
Luego con 'Black Friday Rule' volvió la velocidad y el pogo se reactivó, para más tarde dar paso a 'Life Is Good': una invitación a disfrutar la vida y que marca la pauta de un álbum optimista. El título vino de una conversación que, en la Navidad de 2015, King tuvo con su madre en el hospital. Mientras la visitaba junto a su esposa y Bridget Regan, ella le pidió que se acercara para susurrarle algo al oído: “Diviértanse, porque yo seguro lo hice”
, recordaría luego el vocalista durante una entrevista.
Fotos: María Alejandra Villamizar – Canal Trece
Con flauta en mano y gran virtuosismo, Bridget Regan dio paso a dos odas a la rebeldía y la resistencia: 'Rebels of the Sacred Heart' y 'Devil's Dance Floor'. Ya entrábamos en la etapa final del concierto, y el público, que sin tregua seguía saltando, y ya jadeando, había logrado calentar el amplio auditorio. “Ustedes sí que saben pasarla bien”
, atisbó a decir David King en el micrófono.
"Rebels are we, though heavy our hearts shall always be
Ah, no ball or chain no prison shall keep
We're the rebels of the sacred heart
I said, no ball or chain, no prison shall keep
We're the rebels of the Sacred Heart..."
Sin siquiera estar en el encore, el público ya alababa a la banda con un “Oeeee oeeeee” que inundaba los rincones de la sala. 'If I Ever Leave This World Alive' y 'What's Left of the Flag' continuaron con ese llamado desafiante a mantenerse en pie, cosa que muchos irlandeses han buscado hacer como nación distinta a la británica, con una lengua, costumbres y tradiciones propias que se remontan a la Edad de Hierro. Una lucha por lo propio. Luego, con 'Seven Deadly Sins' el público selló ese clamor por el derecho al desorden:
"Sail away where no ball and chain
Can keep us from the roarin' waves
Together undivided but forever we'll be free
So sail away aboard our rig
The moon is full and so are we
We're seven drunken pirates
We're the seven deadly sins
We're seven drunken pirates
We're the seven deadly sins..."
El encore fue el remate de la fiesta con 'Crushed (Hostile Nations)', donde además hubo homenajes Aretha Franklin con 'Respect', a George Michael con 'Freedom' y a Freddie Mercury con 'We Will Rock You'. Y para terminar más de hora y media de concierto, lanzaron el clásico 'Salty Dog', tema perfecto para cerrar con contundencia la fraternidad de la noche. Una que le viene bien a una ciudad que muchas veces durante el día se siente tan resquebrajada y que olvida que hay que levantar las copas, recordar, resistir y festejar.
Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece