Un lugar para compartir, converger y crear. Así de amplio es el abanico de adjetivos que puede dársele al Pirarucú de Oro. Fue fundado en 1987 para abrir espacios culturales en Leticia, por lo que inicialmente se denominó Concurso de Ritmos Autóctonos del Amazonas. Cada noviembre la música y tradiciones de la región amazónica se mezclan para hacer la mixtura más maravillosa de música posible: Brasil, Perú y, evidentemente, Colombia. Tres metros y llega a superar los 200 kilos, este es el pez Pirarucú, una especie marina que buscan conservar las autoridades fronterizas de los tres países y que le dan el nombre a un punto de encuentro de las tres culturas. Este año se le rinde un homenaje especial al maestro Ricardo Marín Piedrahita, primer ganador del Festival en el año 1987 con el tema La Curupira.
Este Festival cuenta con unas modalidades de presentación específicas: la regional y la internacional, esta última acoge a los países invitados.
Categoría regional
1. Murgas: (categoría libre sin límite de edad) con sede en Leticia y áreas del trapecio, con interpretación de temas regionales o locales.
2. Experiencias Sonoras: (categoría libre sin límite de edad) cada agrupación interpreta un tema indicado por el Festival en un ritmo diferente, pero conservando la línea melódica del original.
3. Intérprete Infantil e Intérprete Juvenil: participan con canciones típicas de la región amazónica.
Categoría internacional (Perú, Colombia y Brasil)
1. Autor y Compositor (mayores)
2. Intérprete (Mayores)
“La música en las distintas regiones del país han estado bien representadas. Sabemos qué es el bambuco, el currualo, el joropo, entre otro, pero cuando hablamos de música amazónica pensamos en las fronteras y en que ella ha estado permeada por ella. Algo muy similar a lo que sucede con Venezuela y el Llano. Aquí nos molestan y dicen que o hablamos mal el portugués, o que se habla mal el español, lo que conocemos como portuñol”, me dice Christian Fernando Montoya, el Director Creativo del Festival, mientras conversamos por teléfono y caemos en la cuenta de que las distancias no están solo en nuestros dispositivos, sino en las rutas de acceso a su cultura. Yo me siento una extranjera y él trata de invitarme a entender qué es lo que ocurre de ese lado.
“Realmente el objetivo del evento es construir identidad musical. Piénsalo: el ritmo al que se le hace homenaje es el ‘Porsam’, la mezcla entre el Porro y la Samba, una mezcla de nosotros y de Brasil. Una mezcla entre sonidos musicales que son maravillosos y que se van construyendo entre dos culturas para hacer una sola”, termina de decirme, y va quedando claro el objeto de un festival como este, no solo desde lo cultural, sino desde la accesibilidad: si una persona quiere llegar a Leticia o a cualquiera de las otras ciudades, debe pasar primero por el centro del país, que es Bogotá. Y la música igual, no solo se trata de unos temas de difusión sino de reconocimiento nacional. En esta oportunidad, Christian me contaba que uno de los grandes logros este año, era haber hecho la difusión en otras regiones de las bandas y artistas locales que se presentarían, algo que no pudo suceder en el festival del año pasado.
Este es el caso de una de las bandas que ha logrado tener un reconocimiento nacional: Omacha, una murga amazonence, es decir, un laboratorio de ritmos que mezclan el folclor nacional y ritmos fronterizos. Su nombre viene de la lengua ticuna: delfín rosado, el animal insignia del Amazonas y que está en peligro de extinción. Ellos estuvieron en el festival pasado y su formato tradicional se fue expandiendo y transformando para adaptarse a los sonidos que nacionalmente los públicos estaban pidiendo.
¡Hoy empezó el Festival! Y el encuentro también fue gastronómico para darle apertura a las distintas perspectivas fronterizas desde la culinaria. ¡Están invitados!
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